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domingo, 7 de agosto de 2016

Sobre derechas e izquierdas en la era del chavismo, por Carlos Hermoso

A propósito de un “debate” acerca de la izquierda y la derecha opositora vale la pena decir algunas cosas. El enredo que presentan quienes integran Marea Socialista para definir tales categorías o calificaciones resulta emblemático. 
Bien hizo Marx en su oportunidad al separarse de tal asunción. Luego de dejar de ser hegeliano de izquierda nunca más se asumió como tal, sino como socialista científico y comunista. Su lucha se centró en el cambio revolucionario de las relaciones sociales de producción y cambio imperantes.
Y es que tal categoría, la de izquierda, tiene una historia que hay que ver en su esencia, cosa que no quieren asumir quienes lideran a esa organización, derivada del oficialismo. Lo señalan en su escrito cuando afirman que: “Nosotros, Marea Socialista, no partimos de ninguna valoración escencialista u ontológica a partir de la adscripción de derecha o de izquierda de personas, partidos o gobiernos”. Por el contrario, a nuestro juicio es fundamental ver las cosas en su esencia para poder ubicar la semántica concreta de las categorías en cuestión, sobre todo en esta etapa de la modernidad y más particularmente en la Venezuela actual.
Además, en virtud de que buena parte del discurso chavista se centra en descalificar a la oposición tildándola de “derecha”, este asunto en su esencia adquiere relevancia. Por un lado, es cierto que factores opositores, aún asumiéndose como de centro izquierda, progresistas, entre otros adjetivos que los separan del pensamiento derechista, difícilmente pueden quitarse el talante de marras, sobre todo cuando expresan su idioma en materia económica. Pero también es verdad que sectores chavistas se asumen como de izquierda sin percatarse que chavismo es derecha en su esencia, aunque con fraseología, más que de izquierda, revolucionaria. Solo fraseología.
El adjetivo izquierda o derecha tiene una historia, más larga que aquello de progresismo. No les bastó a los jacobinos sentarse en el ala izquierda de la Asamblea Nacional de la recién fundada república francesa. A partir de allí la expresión izquierda supone una posición política de identificación con las clases trabajadoras, con el anticlericalismo, el enfrentamiento a la aristocracia y en general al antiguo régimen. No necesariamente supone identificación con el socialismo. Luego, en esta etapa de la modernidad, la palabra izquierda ha tenido contenidos en su semántica que termina por ser un tanto polisémico el término. Ser de izquierda en estos tiempos resulta difuso. Apoyándonos en el célebre escritor portugués José Saramago, quien se asumió comunista hasta su último aliento, la cosa es lapidaria: “Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda”. ¡Dura pero cierta la expresión!
Y es que en estos tiempos de adocenamiento de las ideas es muy fácil ser de izquierda. En medio o como resultado de una ofensiva ideológica de la oligarquía financiera brutal, con una base material que lo permite y experiencias como las que se viven en Venezuela, eso de izquierda resulta algo realmente difuso. Mucha de la izquierda moderna se identifica con cuestiones populares en abstracto, pero para nada le hinca el diente a la crítica de la dogmática económica. Por ejemplo, muchos izquierdistas que reivindican a Chávez, aunque no a Maduro, “entienden” y defienden la necesidad de una política de ajustes dadas las distorsiones macroeconómicas. Es más, levantan ideas programáticas que apenas se quedan en alguna que otra política pública. Para nada son radicales en materia programática. Reivindican el derecho a la diversidad sexual pero para nada asumen la lucha por el cambio de las relaciones de producción y cambio imperantes.
Siguiendo a Saramago, “ya no hay Gobiernos socialistas, aunque se llamen así los partidos que están en el poder”. Es el caso que nos ocupa. Pero la cosa se hace más clara de cara a eso de la derecha cuando nos dice: “Mire, el fracaso de las izquierdas se ve en lo siguiente: la derecha, cuando por motivos de estrategia política se va al centro… pues, no por eso deja de ser derecha. Y no engaña a nadie. Pero cuando la izquierda se va al centro deja de ser izquierda. Ese es el problema. Si la izquierda se va al centro, en nombre de una política supuestamente necesaria en un momento determinado argumentando que los tiempos no marchan hacia la radicalización —siempre hay una excusa para eso—, entonces la izquierda se va al centro, y a partir de ese momento se desmiembra, pierde identidad. La derecha no pierde nunca su identidad. La izquierda puede perderla fácilmente”. Más en la historia reciente venezolana, cuando en realidad el chavismo nunca lo fue. Siempre fue derecha disfrazada de izquierda, socialista, revolucionaria… Su calificativo más ajustado es el de revisionista!: socialista de palabra, pero solo eso.
Si en esta etapa entendemos por derecha a quienes asumen el irracionalismo como filosofía política, recreación posmo mediante, elliberalismo como política económica y el conservadurismo cultural como base de la superestructura ideológica a ser implantada como dominante, la cosa se pone en su justo lugar. Muchas variantes se han realizado al respecto. Hoy día juega mucho la posición derechista articulada a la xenofobia, el ultranacionalismo y el patrioterismo, entre otras posturas, sobre todo en Europa. Pero también hay posiciones de derecha desde aquella farsa que se disfraza de izquierda para hacer lo de la derecha, contando con el irracionalismo como base política, o amparándose en una supuesta defensa de gobiernos “progresistas”.
Con todo, es histórico en Venezuela el hecho de que han sido muy contados los factores políticos que se asumen como de derecha, lo que no supone que dejen de serlo quienes se presentan de otra manera.
A su vez, el gobierno más de derecha que ha asumido la conducción de los destinos del país, no es otro que el vigente. Un mero discurso y una estética no bastan. El disfraz se fue nutriendo con muchos factores sobre todo en la arena internacional. Es por eso que este asunto de derechas e izquierdas, además de la confusión que ha creado la jerga chavista, sirve poco a las políticas para alcanzar el objetivo de desalojar del poder a quienes han conducido a este desastre. Más importancia tienen las definiciones programáticas alternativas, en favor del pueblo y la nación y la crítica al régimen desde su esencia real, que el ropaje que se ponen muchos como de izquierda, centro izquierda u otro matiz para separarse de la derecha. Algunos, que se asumen de izquierda, no ubican siquiera, por ejemplo, que el principal creador de este engendro político, el líder del llamado proceso, es también el responsable individual del desastre. Lo hereda Maduro y, fiel al legado, lo profundiza. Agotados los dólares, llevada a su máxima expresión la corrupción, sobreviene su drama. Y el del pueblo. En vez de ser radicales en el análisis y las definiciones políticas, se quedan en la superficie y son víctimas del chantaje y la fraseología.
Además, el chavismo, contrastando con las determinaciones anteriores, no es otra cosa que un régimen que se sustenta en el irracionalismo recreando las figuras de la independencia, comenzando por Simón Bolívar, de la lucha guerrillera venezolana y de América Latina, así como las luchas de liberación nacional y el socialismo, contando con la experiencia cubana como paradigma bandera. También es posmoderno. Irracionalismo posmo. Si no, veamos la Ley orgánica educación y el proyecto de Ley de universidades donde se igualan los saberes. Los saberes científicos y religiosos en el mismo plano. Entre otras menudencias.
Pero, siendo la política económica adelantada de indudable naturaleza liberal —sobre todo en la última etapa, dada la caída de los precios del crudo—, lo derechista lo desborda. La guinda es la militarización extrema de la economía, bajo el argumento de que estamos bajo una guerra económica, mentira a ser repetida hasta la saturación para esconder la esencia de su política erosiva y en favor de la oligarquía financiera. Más de derecha no se puede ser.
Carlos Hermoso
Secretario General (adj.) 
de Bandera Roja
Doctor en Ciencias Sociales
Profesor UCV
Economista



martes, 2 de agosto de 2016

La fuerza de la ley del valor contra la fuerza militar, por Carlos Hermoso

Carlos Hermoso,
Sec. Gral. adjunto de Bandera Roja
Aristóteles deja servida la mesa para abordar el problema del valor de las mercancías, junto a una interrogante: ¿qué hace que dos mercancías distintas se igualen? Está claro el pensador heleno en que “la forma-dinero de la mercancía no hace más que desarrollar la forma simple del valor, o lo que es lo mismo, la expresión del valor de una mercancía en otra cualquiera”, afirma Marx. Cosas cualitativamente diferentes se hacen equivalentes mediante el dinero. Pero el filósofo no logra establecer cuál es la sustancia que permite la relación de igualdad. Sin embargo, las cosas se igualan. Su fuerza, en la sociedad capitalista, no conoce límites. A la fuerza material que representa el intercambio de equivalentes, se le une la propia que representa el egoísmo que dimana de las relaciones sociales basadas en la producción y realización de plusvalía.

La equivalencia se hace inexorable. La ley puede ser burlada durante un tiempo. Así como un cuerpo impulsado por un adminículo propulsor puede burlar la ley de la gravedad durante un tiempo —mientras esté a una distancia bajo la fuerza de atracción de un cuerpo celeste determinado—, de igual manera, un conjunto de medidas gubernamentales puede burlar la ley del valor durante un tiempo, el que dure la energía que supone tales medidas. Pero, pasado cierto tiempo de recomposición, emerge la fuerza de la ley afianzada por el espíritu de la ganancia a costa del dolor de los otros, sobre todo de los más necesitados.Los fundadores de la economía política, de la ciencia económica —Adam Smith y David Ricardo—, desarrollan la teoría del valor-trabajo siguiendo la sentencia de William Petty según la cual el trabajo es el padre de la riqueza, y la tierra, su madre. Con ello, dan una respuesta general a la pregunta del genio griego. Lo que iguala dos mercancías cualitativamente distintas es el trabajo. Se despeja así el camino para comprender el valor de las mercancías, su precio y sus variaciones. A pesar de las inconsecuencias de Smith y Ricardo, la teoría del valor-trabajo se eleva a su máxima expresión científica, con Marx. El tiempo de trabajo objetivado en cada mercancía determina el valor de cambio, y por ello la equivalencia está sujeta a esa magnitud en cada mercancía y se convierte en un asunto social que expresa una fuerza inconmensurable cuyo comportamiento se hace concreto.

Dos mercancías, frente a frente, con el mismo valor de uso —esto es, cualitativamente iguales, ya que satisfacen la misma necesidad— expresarán en el competitivo mercado diferencias cuantitativas en caso de que presenten distinto tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. Esto explica la mayor competitividad asiática frente a la propia en los países que mantenían la hegemonía manufacturera. Se ha expresado en el desplazamiento de EEUU de la primacía mundial en la materia. Se expresa también en la afluencia de capitales de las grandes potencias imperialistas hacia China, en busca de una mayor cuota de ganancia frente a su alicaído comportamiento en las economías más desarrolladas hasta entonces. Menos valor y calidad similar, al menos. Menor precio por el mismo producto. Eso hace a un país más competitivo que otro.

En las circunstancias actuales la cosa luce muy sencilla. China se presenta como la nación más competitiva precisamente porque sus mercancías son las que cuentan con menos de este fluido. El capital variable —lo que invierte el capitalista en fuerza de trabajo, que es lo que arroja nuevo valor— es mucho menor que el similar en países de tradición industriosa. De allí que en ese país asiático —pese a aumentar la inversión en medios de producción, maquinarias y equipos, materias primas y materias auxiliares— la cuota de ganancia es mayor que la imperante en EEUU y Europa, por brindar una fuerza de trabajo más barata, disciplinada y reproducida en condiciones relativamente ventajosas.

Pero resulta un crimen mayor una política cambiaría que favorece aún más al producto importado. A la larga, se impone la terca fuerza de la ley del valor y junto a ella la ética burguesa legitimada a más no poder por el economista: el precio más elevado es el del producto más escaso. Entretanto, los importadores —en una constante práctica para destruir la economía nativa— obtienen jugosas ganancias, poniendo sus ansias de riqueza por encima de los intereses del país. Y, por supuesto, contando con el interés y la complicidad de especuladores y pillos de la estructura burocrática del Estado que facilitan los negociados.Sucede que el Gobierno chavista encontró en China su mejor aliado estratégico. De allí que esa integración se convierte, a la postre, en el beso de la viuda negra. La dependencia de China en varias e importantes materias alcanza escalas ni siquiera logradas en tiempos de dependencia casi exclusiva del imperialismo estadounidense, que dejó toda una cultura pitiyanqui. Sumemos que tal alianza motiva un endeudamiento público que a la larga impone políticas como las que realiza el Gobierno actualmente contra el pueblo para garantizar el pago de la deuda pública —que según fuentes muy calificadas alcanza la mitad del presupuesto ordinario de 2016—. Es así cómo resultó un crimen contra la producción nacional integrarse con economías más competitivas, sobre todo a la china, aunque Mercosur nos hizo lo propio en su escala regional.

Importar bienes a dólar preferencial sobrevaluado conduce de manera clara a una gran distorsión. La mercancía se vende a un precio muy por debajo de su valor en el mercado interno. Pero se paga con dólares en su valor a los acreedores. El poder adquisitivo del dólar en el mercado internacional está sustentado en la propia economía mundial. Mientras, el dólar fijado de manera arbitraria, en nuestro caso, lo sobrevalúa. Medida que —usada de manera racional y guiada por el interés nacional— bien pudiese servir para un mayor desarrollo, importando medios de producción, por ejemplo, para hacer más competitivo el producto nacional, con un acertado control del mercado interno. Pero, en el caso que nos ocupa, se usa en función de hacer más competitivo al producto importado frente al nativo.

En los últimos tiempos, es la deuda pública, externa e interna, la que presiona para que los ajustes que adelanta el Gobierno conduzcan a la aproximación de los precios de muchos artículos a su valor de cambio, con el beneplácito de sectores diversos de la oligarquía y de sus agentes ideológicos y políticos. Las hortalizas resultan emblemáticas en este sentido. Otros rubros, por su parte —producto de la inflación y la consiguiente presión de demanda—, alcanzan precios muy por encima de su valor. Es así como el precio de muchos bienes alcanzan precios muy por encima del propio en otros países. Por ejemplo, el precio de un kilo de azúcar en EEUU se sitúa cerca de un dólar y en el mercado venezolano se ubica hasta en 4 mil bolívares, esto es, 4 dólares con base en el mercado paralelo.

La única mercancía cuyo precio no se aproxima a su valor es la fuerza de trabajo. El proceso de ajuste ha conducido a una caída de su precio muy por debajo de las condiciones de reproducción del obrero y de su familia. Recordemos que el valor de esa mercancía (el trabajo) se configura con base en el tiempo de trabajo socialmente necesario que requiere la producción de los bienes y servicios necesarios para que el obrero se reproduzca, como nivel mínimo: adquirir los productos de su dieta y pagar algunos servicios. Pero, sin duda, los más afectados son los trabajadores de los servicios, de la administración pública y de sectores de los servicios básicos de la población en general. El conjunto de los trabajadores de la sociedad venezolana sufre las consecuencias de una política gubernamental que busca a toda costa pagar la deuda. Por lo que la rebaja del gasto social alcanza su máxima expresión. La inflación logra camuflar esta estrategia junto a la farsa de la tal “guerra económica”.

Frente a esta ofensiva contra la familia venezolana, la Confederación de Trabajadores de Venezuela rechazó contundentemente la resolución Nº 9855 del Ministerio del Trabajo, de fecha 22 de julio del corriente, pues significa una brutal militarización de la actividad productiva nacional, sobre todo la referida a rubros alimenticios y en especial en lo atinente a las relaciones laborales, y una expresa violación de derechos constitucionales (arts. 87 y 89) y legales referidos al derecho al trabajo, contraviniendo flagrantemente principios y fundamentos de convenios internacionales referidos al trabajo forzoso (nº 29), a la contratación colectiva y a la libertad sindical (n 87 y 98).

¿Será útil la fuerza militar?

Así, mientras sufrimos en Venezuela una variación de precios al alza que empobrece cada vez más a la gran mayoría de ciudadanos, en otros países, al contrario, la tendencia es a la baja. Inflación, especulación y caída de la producción hacen que el alza de precios escale niveles cada vez más elevados. ¿La respuesta del Gobierno?: ¡militarizar!

Si recordamos la tradición de corrupción que han impuesto a la fuerza armada muchos de sus integrantes, es de esperarse que el fenómeno de la corrupción, en el mejor de los casos, sea mejor administrado pero en absoluto superado. Es de todos conocido que las más gananciosas cadenas de contrabando —como la de la gasolina— están en manos de los militares.¿Qué fuerza pueden tener los militares para resolver nada? Las armas parecen no frenar nada. Toda esa fuerza militar es nula frente a las leyes que rigen la producción y el cambio entre productores independientes. El terror puede durar un tiempo. Pero no es una fuerza económica capaz de hacer nada, así como nula es la fuerza militar frente a la descomposición del régimen y el rechazo a una forma de dominación que en algún momento se fortaleció tras la mascarada “socialista”.

Hay cuestiones de alto tronío en la designación de Padrino López como superministro y la militarización que supone. La asunción de la responsabilidad del asunto más serio de la crisis venezolana por parte de la primera figura militar es multipropósito. Es un claro mensaje a la nación. Muy claro queda establecido que el hundimiento de la nave chavista los arrastrará a todos, en caso de que fracasen. Flotar significará continuar el mismo reparto del botín.

Pero también es un mensaje al poder oligárquico, al Fondo Monetario Internacional, a las bancas china, europea y estadounidense. Confianza brindan los militares al mundo de que su unidad es la concentración de la fuerza represiva contra la reacción popular. La protesta frente a la carestía y la escasez los encuentra unificados, adiestrados y con las herramientas y técnicas que demanda la represión urbana.

Por último, es un claro mensaje de la cúpula militar unificada y usufructuaria a cierta oposición amedrentada. La represión —una de cuyas expresiones más acabadas la resumen los presos políticos— encuentra en la circunstancia actual mucha pertinencia por parte de un régimen que, estando moribundo, busca superar el más serio escollo con la fuerza de las armas y la represión. Mensaje que encuentra entre los temerosos, uno de sus interlocutores.

Para que la fuerza material que supone medidas gubernamentales positivas tenga una mayor duración, debería ser acompañada de otras determinaciones. De una parte, la fuerza moral y ética en correspondencia. Asimismo, un orden jurídico sancionatorio de delitos que buscan obtener beneficios particulares. Pero, sobre todo, de medidas que permitan la recuperación del aparato productivo. Implica, claro está, la adopción de una nueva política económica de carácter nacional y popular. Una política que obligue al sistema bancario a canalizar el ahorro social hacia la inversión productiva, lo que supone una tasa de interés baja, una cartera basada en el crédito productivo, entre otros aspectos. Una política tributaria que permita la elevación de la capacidad de demanda ciudadana. Una política fiscal progresiva. Que paguen más los que más beneficios obtienen, sobre todo de quienes los obtienen de la explotación de los trabajadores, de la usura bancaria y del comercio. Y, fundamentalmente, una nueva política con el sector externo de la economía que permita revisar procesos de integración que lesionan la economía nacional. Una política de importación de medios de producción, junto a una acelerada sustitución de importaciones sobre todo en el sector agrícola.A esta unidad cívico-militar no les basta haber llevado al país a una catástrofe de grandes proporciones que dejará sus secuelas más dramáticas en una generación infantil desnutrida. Ahora negocian para mantenerse bajo el argumento de que resumen la capacidad represiva y coercitiva para superar el escollo por la fuerza militar. Buen papel juega la fuerza militar contra el pueblo. La represión y el clima que de él dimana son un factor de contención. Pero ya vendrán tiempos en los cuales la gente, viendo que nada tiene que perder, superará las barreras que colocan para contener el descontento.

En el caso venezolano, tales condiciones son inexistentes. De una parte, por la esencia ética de las relaciones de producción y de cambio imperantes en la sociedad venezolana. Pero a ellas se unen, de manera potenciada, las propias del proceso de descomposición del régimen chavista. La corrupción de los de arriba se drena hacia abajo en el sistema del bachaqueo amparado en los cuerpos policiales y militares, por ejemplo. Lo que resulta un emblema de la putrefacción encuentra en la venta de las bolsas de comida distribuidas por integrantes de los CLAP a precios de bachaqueo, una nueva expresión bastante creativa.

La militarización de la economía por parte del chavismo resulta una muestra más del talante fascio del régimen. Sin embargo, por la destrucción del aparato productivo, por el freno al desarrollo de las fuerzas productivas que supone la desindustrialización, se queda en el simple gorilato. El fascismo supone una planta industrial capaz de disputarse la hegemonía mundial. Por lo que esta experiencia venezolana refleja, estamos apenas ante una caricatura del imperialismo nazi. Lo imita mediocremente. Lo que nos hace recordar una vez más aquello de que la historia se repite… esta vez como comedia, como farsa.

Carlos Hermoso
Sec. Gral adjunto de Bandera Roja
Economista
Profesor UCV
Dr. en Ciencias Sociales

lunes, 15 de febrero de 2016

Rodolfo Sanz o el agente de los cuentos chinos

Todo indica que el régimen de Maduro, fiel a la herencia de Chávez, busca escudarse, como nunca antes, en un imperialismo para dar cuenta de las exigencias de otro. Busca entregar aún más nuestras riquezas a cambio de obtener las “bondades” del imperialismo emergente más importante de la historia moderna. Entrega la muy mentada y menguada soberanía a cambio de algunos recursos para preservarse en el poder.

Es por ello que somos de la idea de que la propuesta titulada “Contribución para el salto económico”, presentada por Rodolfo Sanz el 11 de enero de 2016, días antes de ser designado como integrante de la Comisión Presidencial para la Economía Productiva, le brinda protagonismo en la perspectiva dominante. Luce coherente en relación con las ideas del vicepresidente Luis Salas de las que dimos cuenta en su oportunidad. También resultan coherentes en relación con lo esencial de la política económica imperante en Venezuela desde 1989 a la fecha. Aunque en esta última etapa el protagonismo chino entra en escena de manera tan amplia que logra desplazar la importancia que para aquel entonces tenían los estadounidenses y el FMI.

Resalta, en primer lugar, la idea posmoderna de Sanz en el sentido de que el asunto no es resolver los grandes problemas nacionales. Apenas deben producir una percepción en la gente. Afirma el alcalde que: “Debemos efectuar algunos movimientos que puedan producir la siguiente percepción: A) Que el Gobierno Bolivariano está dispuesto a preservar las conquistas sociales de estos 16 años de Revolución. Vale decir el estado de bienestar bolivariano”. Aparte de otras percepciones que debe crear el gobierno, no plantea cambios, políticas, sino movimientos.
Además, plantea el también exministro de Industrias Básicas, mentiras propias del chavismo en esta etapa tales como la tan mentada guerra económica, que busca esconder la responsabilidad gubernamental en la catástrofe nacional. En tal sentido, una de las percepciones que deben crear es que pueden derrotar ese fantasma mientras siembran esperanzas.

Lo más importante del escrito se resume en la propuesta de la incorporación de Venezuela en el Brics y su banco para solicitar créditos y financiamiento para proyectos mineros. Entregaríamos a los Brics —a China obviamente—, y en menor medida al resto de socios, riquezas mineras para ser explotadas con capitales provenientes de ese bloque que se disputa la hegemonía planetaria. Lo que se expresaría en la “Industrialización minera con inversión privada extranjera y nacional para aprovechar todas las reservas de minerales: oro; diamante; carbón; coltan; granito; caolín, entre otros”.

Otra propuesta de Sanz es la de salirnos de la Opep mientras propiciamos una nueva organización. Así, 

— Anunciar la creación de la Organización de países con las Mayores Reservas de Petróleo del Planeta, Rusia, y otras naciones.
— Revisar nuestra permanencia en la OPEP. Calcular el efecto de un anuncio como este, para la recuperación de los precios del crudo.

Propuesta que, articulada con la anterior, metería a Venezuela dentro del bloque chino-ruso. Formaríamos parte, de manera más clara, de la cadena imperialista que gira en torno de quienes buscan, como bloque y como potencia -en el caso chino y ruso-, convertirse en hegemón planetario.
La tercera idea importante que nos presenta el autor es la del impulso de las Zonas Económicas Especiales. Uno de los decretos con rango, valor y fuerza de ley dictado por el presidente Maduro de inspiración china. Se remonta esta fórmula a la década de los 80 en Shanghai. A decir de Clodosvaldo Hernández:

Las zonas especiales son regiones en las que no se aplican las leyes laborales, tributarias ni ambientales vigentes a escala nacional. Pisando el terreno de la provocación, puede decirse que no se aplica ninguna ley, ni siquiera la Constitución. Son paraísos capitalistas sin sindicatos, sin impuestos y sin restricciones para contaminar el aire, el suelo, las aguas y, por tanto, a la gente. ¿Exageraciones? ¿Cuentos chinos? Quien así lo crea que lea cuidadosamente la ley y que escudriñe en internet sobre estos enclaves en el gigante asiático. Después hablamos…

El objetivo es atraer capitales a punta de entreguismo y de condiciones para la sobreexplotación cuya diferencia con la que se practicó en la llamada IV República es la retórica que la respalda. Solo que el capital —chino, europeo o estadounidense— se asienta con base en las mismas leyes de la economía burguesa, principalmente la búsqueda de la máxima ganancia, aunque vengan revestidos de una u otra retórica.

La cuarta idea que nos brinda el alcalde es la referente a la monetarización (sic), monetización más bien, de una parte de las reservas de petróleo. En dos partes del escrito alude esta tesis. La monetización solo sirve para subastar nuestras riquezas. Es otra manera de comprometer el futuro. A cambio de la entrega de riquezas se recibe financiamiento. A estas alturas, nadie puede pensar que una potencia imperialista esté dispuesta a sacrificar un ápice a cambio de nada. La economía burguesa en condiciones del imperialismo es aún más rapaz. Cabe aquella expresión del Che Guevara según la cual: “No se puede confiar en el imperialismo ni un tantito así, nada!”. China es una nación imperialista que pugna por hacerse de la hegemonía mundial, cuenta con aliados importantes como Rusia e India y se disputa mercados y materias primas bajo la égida de las leyes del capital. No confiar en EEUU pero sí en una supuesta ayuda China es, para no sonar groseros, una ingenuidad. China, dada su condición imperialista tan igual como la de aquél, merece la misma sentencia del Che.

Para esconder la naturaleza de clase de la propuesta, mientras brinda clara evidencia de la incomprensión del problema en términos marxistas, remata el autor este escrito con dos citas del gran revolucionario y teórico del proletariado Federico Engels, referidas a la oferta y la demanda y la determinación del precio en torno del valor. Ciertamente la acción de las leyes del capitalismo, como las que se cumplen en cualquier expresión de la materia, resultan inexorables. Pretender determinar los precios con controles, a la postre, conduce a su fracaso, si ello no es acompañado de una política que reduzca el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de bienes, mientras se protege el mercado frente a la importación. De allí la afirmación de Engels. 

Pero, en el caso que nos ocupa (Venezuela), se ha buscado frenar la acción de la ley del valor y la determinación de las oscilaciones del precio en torno de él, no por utopismo, sino como mecanismos que permiten brindarle más espacios al producto importado, que desplaza al nativo, para solo centrarnos en el principal aspecto que determina esta orientación. A su vez, el gran negocio de la mafia chavista ubicó el mejor nicho para hacerse de superganancias en la importación a dólar preferencial. Circunstancia que termina por quebrar buena parte de la producción venezolana. Sumemos que la producción interna demanda de bienes importados para su funcionamiento, resultado de la dependencia económica del país afianzada en los últimos tres lustros. Una política que, en general, ha profundizado el papel de Venezuela en la división internacional del trabajo.

Por lo que las citas de Engels, válidas y vigentes en abstracto, así como el comentario referido a la ingenuidad utopista, no caben en nuestro caso. Parece buscar el autor legitimar mediante la teoría marxista una mayor liberación de precios que se avecina, sin tomar en cuenta que el tiempo de trabajo socialmente necesario de la producción nativa, en general, se ha ido incrementando. Hemos perdido competitividad, producimos caro y malo. Salvo el grupo Polar y alguna que otra empresa vinculada a la oligarquía financiera, receptoras de las bondades chavistas, en general, esa es la realidad de la industria venezolana: ha rezagado su composición técnica y orgánica de capitales frente al resto de buena parte de los países del mundo.

No estamos frente a ingenuos, estamos frente a estafadores que para nada les interesa la acción del mercado y su determinación en las oscilaciones del precio en torno del valor, y menos aún las repercusiones que tiene en las inversiones productivas y su incidencia en el valor de las mercancías; en los desarrollos desiguales de las ramas de la producción. Lo que les interesa a quienes han usufructuado de esta política es la ganancia pura y simple y casi sin riesgos. Para nada les interesa el interés nacional y mucho menos del pueblo. Es por ello que muchos dueños de medios de producción se convirtieron en importadores aliados al gobierno o de sus agentes. No desplazaron sus capitales a la producción en otra rama más gananciosa. Se metieron en el mercado especulativo que brinda la política chavista. Importan a 6,30 y venden a precios de mercado, teniendo superganancias. Ese es el problema.

Aunque una realidad que si algo levanta en los venezolanos es la rabia por el drama que sufren, pretender atenderla con la misma política, aunque más claramente definida, resulta una aventura. Esa parece ser la intención del régimen y sus nuevos aliados. No ven otra opción. Para muestras, este escrito de Rodolfo Sanz.

Desde nuestra perspectiva, que una y otra vez nos ha permitido dar cuenta de la naturaleza de la política y las perspectivas que dibuja, nuevamente debemos hacer buena la vigencia del marxismo-leninismo para desenmascarar ambas cuestiones. Ubicamos que las nuevas perspectivas políticas y económicas que brinda la retorcida estrategia chavista, harán más aguda la confrontación entre el pueblo venezolano y quienes se han beneficiado de este régimen, así como la lucha contra el imperialismo en general, destacando la que se producirá contra el imperialismo chino en particular.


Carlos Hermoso

Caracas, 16 enero / 10 de febrero

martes, 17 de noviembre de 2015

El VII Congreso de la UJR y el legado de Noel, por Carlos Hermoso

Carlos Hermoso, Sec. Gral
(adjunto) de Bandera Roja
Por la circunstancia que vive, no podía ser mejor la decisión de colocar el nombre de Noel Rodríguez para el VII Congreso de la Unión de Jóvenes Revolucionarios. La reconstrucción de nuestra organización juvenil demanda, fundamentalmente, de principios éticos capaces de sortear la tremenda ofensiva ideológica y cultural de la burguesía expresada en sus más diversas manifestaciones. 

La tradición y el fetichismo burgués se expresan de diversas maneras desde la forma clásica, tradicional, hasta las más propias del revisionismo que se confunden con aquéllas, para adocenar el espíritu rebelde de los jóvenes. Eventualidad que encuentra en esta remembranza un símbolo de resistencia emblemático.

Son muchos los que han sucumbido a las mieles que brinda el capital. De ello no han escapado uno que otro de quienes integraron las filas del partido. Se ha afectado cuantitativamente nuestra organización como resultado de la realización de esta tendencia. Son recientes las deserciones de cuadros jóvenes —y no tan jóvenes— que hemos sufrido producto de ello. Ciertamente expresan debilidades nuestras a ser atendidas en el terreno de la formación. Pero lo fundamental lo encontramos en las condiciones objetivas y subjetivas del desarrollo del capitalismo venezolano, para solo referirnos a nuestra circunstancia.

Por ello, y más, el ejemplo de Noel adquiere relevancia. Se agiganta su figura por aquello de que, en general, el dolor de la muerte es inversamente proporcional a la edad de quien nos deja, así como directamente proporcional al legado en solidaridad, desprendimiento y ejemplo de una firme ética revolucionaria, visto desde la perspectiva de los comunistas. Ambos aspectos se articulan para hacer gritar a los cuatro vientos el dolor que produjo su asesinato en muchos jóvenes que comenzábamos la militancia política bajo su liderazgo y conducción. Estaba fresco el asesinato de El Motilón (Jesús Márquez Finol). Noel lo había sustituido en la jefatura de la región capital. Más adelante, todo indica que su desaparición obedece a su condición de dirigente del partido. Con base en la investigación periodística realizada por Jesús Hermoso, publicada en el diario Últimas Noticias, no quedan muy claros algunos detalles de su desaparición, salvo el lugar de su captura. Las condiciones en la que dejan a Noel, mostradas por la autopsia realizada muchos años después, indican que ciertamente fue salvajemente golpeado hasta producirle la muerte. Todo indica, como se señala en la indagatoria en cuestión, “que los restos fueron encontrados en el Cementerio General del Sur en Caracas. Para identificarlo se compararon con su mamá y hermanos, los cuales arrojaron resultados positivos. Ortega Díaz expresó que desde diciembre de 2012 ya había certeza de eso”.

Conocimos a Noel en 1972. El contacto lo arregló El Motilón, quien nos incorporó al partido luego de haberse fugado del hospital militar de San Martín en la ciudad de Caracas. A partir de allí comenzamos a vivir cuestiones fundamentales de la lucha revolucionaria. La disciplina, la combinación de la teoría y el estudio con la práctica. La entereza y firmeza en los principios en medio de las condiciones adversas de la lucha clandestina que obligaba a una formación concreta donde el ejemplo, indiscutiblemente, se convierte en fuerza vital. Cuestión en la que destaca Noel de manera ostentosa. La atención de grupos universitarios, de educación media, y otros sectores de las masas, mientras realizaba tareas diversas de apoyo a la guerrilla y la vida clandestina, eran parte de un activar febril cotidiano.

Ciertamente Noel resumía una fuerte personalidad. Siendo muy firme en los principios, hacía gala de una gran capacidad de persuasión, que no suponía en ningún caso doblez o conciliación. Condición que no era contradictoria sino complementaria de una sencillez controvertible. De allí ese don para integrar y motivar la participación de quienes formábamos parte de ese núcleo, requisito básico de todo dirigente revolucionario. Igual opinión brindan otros cuadros que trabajaron con él en esos tiempos.

En reuniones o contactos le planteamos polémicas del momento, como la referida al revisionismo, misma en torno de la cual nace Bandera Roja, lo cual motivó en Noel el estudio del problema para dar respuesta al recién instalado núcleo de dirección universitaria y otras células. Así era en todas las materias que debía abordar, siendo vehemente en el estudio.

Como El Motilón, Noel era un caballero. Nos hacía recordar la misma conducta del caraqueño de vieja estirpe, tan educado que, a momentos, resultaba fuera de tono por su excesiva decencia y caballerosidad. Vimos en más de una oportunidad colocar su pañuelo en algún espacio que serviría de aposento para que alguna compañera se sentara. Además de las atenciones cotidianas en el trato. En eso también era un ejemplo a seguir.

En alguna que otra reunión el flaco, pata e’ palo, Noel pues, terminada la sesión cantando alguna canción. El género romántico sobre todo era de su preferencia. Endrina, Flor de Loto, entre otras deleitaban la sui géneris audiencia. Años más tarde recordamos esta cualidad con una de las fundadoras del grupo musical Un Solo Pueblo, militante del partido con Noel, nuestra inolvidable Sorena, quien lo quiso mucho, para lo cual le brindó una bella canción. 

Llegamos a tener tanta confianza en Noel que muchos no salieron de sus casas a enconcharse cuando se supo de su desaparición: expresión que, aun cuando indicaba una conducta errónea, mostraba el grado de confianza que existía en torno de su entereza. Se la había ganado por su actitud cotidiana sin manchas.

Fueron muchos los esfuerzos que hicimos para denunciar su desaparición. Movilizaciones, agitación, huelga de hambre, entre otras acciones, expresaban el afecto revolucionario para con Noel. No existía una organización juvenil del partido. Seguramente porque todos éramos jóvenes. Pero esta jornada marca un precedente del espíritu que debe reinar en la Unión de Jóvenes Revolucionarios (UJR). 

Por esas razones, Noel se convierte en una referencia. Por su firmeza, su conducta intachable, el ejemplo de Noel es más que suficiente como para expresar una conducta revolucionaria. Es un gran mérito en Noel el haberle ganado la apuesta a los esbirros en las cámaras de tortura, en aquella confrontación entre la civilización y el futuro; entre la cobardía y la barbarie de la sociedad burguesa contra la conducta a revolucionaria. Pero Noel alcanza un peldaño elevado en la especie humana por razones que van más allá de ese escollo donde prefirió dejar su fuerza vital antes que traicionar a sus camaradas y su partido. Lo exaltan también otras cualidades muy brevemente reseñadas en estas líneas.

Vayan estas letras para recordarlo como ejemplo revolucionario. Pensamos que resumen un pequeño aporte para que sepan algo de quien escogieron como emblema. No es un tuit, como seguramente más de uno quisiera sintetizar su memoria. Pero son muy pocas las palabras. Creemos que las podemos aguantar. Sorna que nos trae la memoria de Noel con ese sentido del humor que lo caracterizaba, un tanto extraño para los venezolanos. Somos de la idea de que es tarea presente y futura rendir homenaje a nuestros héroes indagando en sus vidas y legado. Es tarea de los vivos revivir a sus muertos. Homenaje que, a su vez, debe ser bueno de aquella idea que nos dejara Miguel Hernández en la elegía a Ramón Sijé, que bien cabe para Noel, cuando sentencia: “daré tu corazón por alimento”. Alimento sí para la firmeza revolucionaria. Hay que ubicar que nuestras raíces, aun cuando hay figuras vivientes que la resumen, configuran una tradición que cada día debe nutrirse desde lo fundamental, el marxismo-leninismo y la ética comunista. Por lo que establecer la relación entre esa solidez teórica y el ejemplo revolucionario es fundamental. No es gratuito que Marx dedicara su principal obra teórica para comprender la sociedad, El capital, a su “inolvidable amigo, valiente, fiel, noble luchador adelantado del proletariado, Wilhelm Wolff”. Esto es, le dedicara su obra más acabada y densa, la de mayor rigor científico, a un combatiente proletario.

Por ello, el ejemplo de Noel debe convertirse en fuerza material para la reconstrucción de la UJR. Su ejemplo, antes que nada, debe servir para educar en la formación comunista. Sus métodos y estilos de dirección, su abnegación por el estudio y el deseo de profundizar en la comprensión de la realidad deben ser tomados como referencia cotidiana.

Reconstruir la UJR supone abnegación, estudio y, sobre todo, ser ejemplo de espíritu y conducta revolucionaria de verdad. Es propagar en todo momento la ética que debe guiar a quienes luchan por el socialismo. De quienes buscan formarse como militantes comunistas. En definitiva, ser vanguardia supone contar con referencias como la que nos deja Noel hasta su último aliento en las cámaras de tortura del estado burgués. Salud camaradas y éxito en la noble tarea que les encomienda el partido con Noel como blasón.



Carlos Hermoso

Caracas, 29 de octubre de 2015

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Sobre la cultura socialista, de Lenin

«Si no nos damos perfecta cuenta de que sólo se puede crear esta cultura proletaria conociendo exactamente la cultura que ha creado la humanidad en todo su desarrollo y transformándola, si no nos damos cuenta de esto, jamás podremos resolver este problema. La cultura proletaria no surge de fuente desconocida, no brota del cerebro de los que se llaman especialistas en la materia. Sería absurdo creerlo así. La cultura proletaria tiene que ser el desarrollo lógico, del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los burócratas. Estos son los caminos y los senderos que han conducido y continúan conduciendo hacia la cultura proletaria, del mismo modo que la economía política, transformada por Marx, nos ha mostrado a dónde tiene que llegar la sociedad humana, nos ha indicado el paso a la lucha de clases, al comienzo de la revolución proletaria.