domingo, 7 de agosto de 2016

Sobre derechas e izquierdas en la era del chavismo, por Carlos Hermoso

A propósito de un “debate” acerca de la izquierda y la derecha opositora vale la pena decir algunas cosas. El enredo que presentan quienes integran Marea Socialista para definir tales categorías o calificaciones resulta emblemático. 
Bien hizo Marx en su oportunidad al separarse de tal asunción. Luego de dejar de ser hegeliano de izquierda nunca más se asumió como tal, sino como socialista científico y comunista. Su lucha se centró en el cambio revolucionario de las relaciones sociales de producción y cambio imperantes.
Y es que tal categoría, la de izquierda, tiene una historia que hay que ver en su esencia, cosa que no quieren asumir quienes lideran a esa organización, derivada del oficialismo. Lo señalan en su escrito cuando afirman que: “Nosotros, Marea Socialista, no partimos de ninguna valoración escencialista u ontológica a partir de la adscripción de derecha o de izquierda de personas, partidos o gobiernos”. Por el contrario, a nuestro juicio es fundamental ver las cosas en su esencia para poder ubicar la semántica concreta de las categorías en cuestión, sobre todo en esta etapa de la modernidad y más particularmente en la Venezuela actual.
Además, en virtud de que buena parte del discurso chavista se centra en descalificar a la oposición tildándola de “derecha”, este asunto en su esencia adquiere relevancia. Por un lado, es cierto que factores opositores, aún asumiéndose como de centro izquierda, progresistas, entre otros adjetivos que los separan del pensamiento derechista, difícilmente pueden quitarse el talante de marras, sobre todo cuando expresan su idioma en materia económica. Pero también es verdad que sectores chavistas se asumen como de izquierda sin percatarse que chavismo es derecha en su esencia, aunque con fraseología, más que de izquierda, revolucionaria. Solo fraseología.
El adjetivo izquierda o derecha tiene una historia, más larga que aquello de progresismo. No les bastó a los jacobinos sentarse en el ala izquierda de la Asamblea Nacional de la recién fundada república francesa. A partir de allí la expresión izquierda supone una posición política de identificación con las clases trabajadoras, con el anticlericalismo, el enfrentamiento a la aristocracia y en general al antiguo régimen. No necesariamente supone identificación con el socialismo. Luego, en esta etapa de la modernidad, la palabra izquierda ha tenido contenidos en su semántica que termina por ser un tanto polisémico el término. Ser de izquierda en estos tiempos resulta difuso. Apoyándonos en el célebre escritor portugués José Saramago, quien se asumió comunista hasta su último aliento, la cosa es lapidaria: “Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda”. ¡Dura pero cierta la expresión!
Y es que en estos tiempos de adocenamiento de las ideas es muy fácil ser de izquierda. En medio o como resultado de una ofensiva ideológica de la oligarquía financiera brutal, con una base material que lo permite y experiencias como las que se viven en Venezuela, eso de izquierda resulta algo realmente difuso. Mucha de la izquierda moderna se identifica con cuestiones populares en abstracto, pero para nada le hinca el diente a la crítica de la dogmática económica. Por ejemplo, muchos izquierdistas que reivindican a Chávez, aunque no a Maduro, “entienden” y defienden la necesidad de una política de ajustes dadas las distorsiones macroeconómicas. Es más, levantan ideas programáticas que apenas se quedan en alguna que otra política pública. Para nada son radicales en materia programática. Reivindican el derecho a la diversidad sexual pero para nada asumen la lucha por el cambio de las relaciones de producción y cambio imperantes.
Siguiendo a Saramago, “ya no hay Gobiernos socialistas, aunque se llamen así los partidos que están en el poder”. Es el caso que nos ocupa. Pero la cosa se hace más clara de cara a eso de la derecha cuando nos dice: “Mire, el fracaso de las izquierdas se ve en lo siguiente: la derecha, cuando por motivos de estrategia política se va al centro… pues, no por eso deja de ser derecha. Y no engaña a nadie. Pero cuando la izquierda se va al centro deja de ser izquierda. Ese es el problema. Si la izquierda se va al centro, en nombre de una política supuestamente necesaria en un momento determinado argumentando que los tiempos no marchan hacia la radicalización —siempre hay una excusa para eso—, entonces la izquierda se va al centro, y a partir de ese momento se desmiembra, pierde identidad. La derecha no pierde nunca su identidad. La izquierda puede perderla fácilmente”. Más en la historia reciente venezolana, cuando en realidad el chavismo nunca lo fue. Siempre fue derecha disfrazada de izquierda, socialista, revolucionaria… Su calificativo más ajustado es el de revisionista!: socialista de palabra, pero solo eso.
Si en esta etapa entendemos por derecha a quienes asumen el irracionalismo como filosofía política, recreación posmo mediante, elliberalismo como política económica y el conservadurismo cultural como base de la superestructura ideológica a ser implantada como dominante, la cosa se pone en su justo lugar. Muchas variantes se han realizado al respecto. Hoy día juega mucho la posición derechista articulada a la xenofobia, el ultranacionalismo y el patrioterismo, entre otras posturas, sobre todo en Europa. Pero también hay posiciones de derecha desde aquella farsa que se disfraza de izquierda para hacer lo de la derecha, contando con el irracionalismo como base política, o amparándose en una supuesta defensa de gobiernos “progresistas”.
Con todo, es histórico en Venezuela el hecho de que han sido muy contados los factores políticos que se asumen como de derecha, lo que no supone que dejen de serlo quienes se presentan de otra manera.
A su vez, el gobierno más de derecha que ha asumido la conducción de los destinos del país, no es otro que el vigente. Un mero discurso y una estética no bastan. El disfraz se fue nutriendo con muchos factores sobre todo en la arena internacional. Es por eso que este asunto de derechas e izquierdas, además de la confusión que ha creado la jerga chavista, sirve poco a las políticas para alcanzar el objetivo de desalojar del poder a quienes han conducido a este desastre. Más importancia tienen las definiciones programáticas alternativas, en favor del pueblo y la nación y la crítica al régimen desde su esencia real, que el ropaje que se ponen muchos como de izquierda, centro izquierda u otro matiz para separarse de la derecha. Algunos, que se asumen de izquierda, no ubican siquiera, por ejemplo, que el principal creador de este engendro político, el líder del llamado proceso, es también el responsable individual del desastre. Lo hereda Maduro y, fiel al legado, lo profundiza. Agotados los dólares, llevada a su máxima expresión la corrupción, sobreviene su drama. Y el del pueblo. En vez de ser radicales en el análisis y las definiciones políticas, se quedan en la superficie y son víctimas del chantaje y la fraseología.
Además, el chavismo, contrastando con las determinaciones anteriores, no es otra cosa que un régimen que se sustenta en el irracionalismo recreando las figuras de la independencia, comenzando por Simón Bolívar, de la lucha guerrillera venezolana y de América Latina, así como las luchas de liberación nacional y el socialismo, contando con la experiencia cubana como paradigma bandera. También es posmoderno. Irracionalismo posmo. Si no, veamos la Ley orgánica educación y el proyecto de Ley de universidades donde se igualan los saberes. Los saberes científicos y religiosos en el mismo plano. Entre otras menudencias.
Pero, siendo la política económica adelantada de indudable naturaleza liberal —sobre todo en la última etapa, dada la caída de los precios del crudo—, lo derechista lo desborda. La guinda es la militarización extrema de la economía, bajo el argumento de que estamos bajo una guerra económica, mentira a ser repetida hasta la saturación para esconder la esencia de su política erosiva y en favor de la oligarquía financiera. Más de derecha no se puede ser.
Carlos Hermoso
Secretario General (adj.) 
de Bandera Roja
Doctor en Ciencias Sociales
Profesor UCV
Economista



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