lunes, 29 de diciembre de 2014

La catástrofe chavista y cómo enfrentarla en 2015

Una reflexión para finalizar el año

Una gran catástrofe se cierne sobre Venezuela. Era fácil preverlo. Es el resultado de una política destructiva. Una política que frena de manera muy clara el desarrollo de las fuerzas productivas materiales de nuestra economía, mientras profundiza la dependencia y la entrega de la soberanía nacional. Su expresión clara se observa en el desmantelamiento de buena parte del aparato productivo nativo y en la conversión de Venezuela en mercado para otros países, al sustituir la producción nacional por productos importados, al convertir la riqueza nacional en gasto para importación, o sea, traspasar el excedente petrolero a los grandes ricos, a la oligarquía financiera nacional e internacional. La inversión productiva, por su parte, se deja a un lado para acelerar el desmantelamiento. Y todo esto apartando la corrupción, que alcanza niveles que hacen parecer —según el decir de un exsecretario general de AD— como “roba-gallinas” a los gobiernos del período bipartidista.

A Estados Unidos se le suman otros imperialismos como China y Rusia como proveedores de bienes finales en áreas importantes. Brasil y en general Mercosur proveen su parte y sacan ganancias extraordinarias a costa de las compras venezolanas. China, por lo pronto, es el principal beneficiario.
En el mejor de los casos se logró atemperar el drama de la pobreza por un tiempo breve, mientras alcanzaban las divisas para brindar las dádivas. Argumento que sirve a muchos chavistas de “izquierda” para justificar su inclinación, aunque olvidan dos cosas: en primer lugar, disminuir un tanto la pobreza no significa cambio de nada, no significa cambios en las relaciones sociales de producción; por el contrario, como en el caso que nos ocupa, se puede disminuir la pobreza afianzando las relaciones de producción y de cambio capitalistas, así como las relaciones con el imperialismo que dejan como resultado la dependencia con respecto a nuevas potencias que determinan nuestra circunstancia. En segundo lugar, esta ampliación de la demanda efectiva —diría un economista keynesiano— ciertamente atempera la miseria circunstancialmente, y en lo fundamental sirve para garantizar la realización de los bienes importados. Además de a una parte de la población pobre, se beneficia a sectores con capacidad de compra de electrodomésticos, automóviles —entre otros artículos importados masivamente durante un tiempo a un dólar sobrevaluado— y sobre todo a quienes se vincularon desde las altas esferas del gobierno con el jugoso negocio de las importaciones con dólares preferenciales a 6,30 bolívares por dólar, cuya distracción permitió ganancias superlativas, usando ciertamente parte de esas transferencias para importar bienes que luego serían vendidos a precio muy por encima de lo importado.

De esta manera se desarrolla una política que nada tiene que ver con algún cambio verdadero, solo modificaciones nominales y aparentes. Dirigiéndonos a algunos incautos que de buena fe siguen apoyando este adefesio político que llaman “proceso” —víctimas en muchos casos del resentimiento y del engaño revisionista— queremos recordar una frase del Che: “Luchamos contra la miseria pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación”. Luchar contra la alienación, para decirlo de una manera que no se preste a ninguna confusión, es luchar contra la explotación. Es crear relaciones de producción en las que el obrero no sea despojado de la riqueza que crea en forma de plusvalía. Lo demás puede evidenciarse, en el mejor de los casos, como reformas, que ni siquiera es lo que sucedió en nuestra economía. Con la agudización de la crisis, la miseria alcanzará niveles cada vez más elevados luego de una política de dádivas para ganar adeptos y sustentar la política económica que a la postre favorece a la oligarquía.

La catástrofe comienza a manifestarse. Sus consecuencias se vienen desarrollando. Es fácil establecer que la inflación cerrará este 2014 en más de 70%, siendo en alimentos y bebidas mucho más que 100%. La recesión debe ubicarse en –4% según cálculos de diversos sectores. Por su parte el gobierno ya reconoce que el crecimiento será negativo y mayor de –1%. Para el próximo año las cosas serán mucho más drásticas. Recesión con hiperinflación es la perspectiva. Los ingresos caerán a mínimos históricos dada la caída del precio del crudo que se pudiese ubicar en menos de 60 dólares el barril. Las reservas internacionales —que han sufrido el impacto del comportamiento del precio del oro a la baja y la del petróleo— conducen a una sequía que impedirá mantener los niveles de importación de bienes como hasta 2013. La caída de la producción de riquezas expresadas en el producto interno bruto, que ya les resulta innegable, se verá empujada por la escasez. Menos demanda, menos producción. Menos dólares para importar, menos producción. Así, 2015 resulta un período bastante largo por el drama que puede resumir de escasez, desabastecimiento, inflación, recesión, desempleo y especulación desenfrenada, que derivarán en un descontento que debemos disponernos a dirigir y a encauzar.

El gobierno se prepara para enfrentar esta situación, en medio del drama de la división interna y la pérdida de respaldo popular, con medidas que harán más difíciles las condiciones de vida de la gente. Aumento de los impuestos, de la gasolina, junto a la reducción del gasto social, principalmente educación, salud y vivienda, como mecanismo que permita reducir la brecha fiscal. Junto a las consabidas medidas económicas, el gobierno blande sus armas como anuncio de que descargará la represión contra quienes osen enfrentarlo. Mientras, por lo pronto, la gente busca subsistir para acumular fuerzas para una nueva expresión de rebeldía. La gente, de una u otra inclinación, se mantiene a la expectativa frente al desarrollo de los acontecimientos. Sin confiar ya en promesas y en demagogos de las diversas aceras, comienza a entender la naturaleza de la situación. Este conocimiento incipiente se verá obligado a dar saltos agigantados en distintos terrenos.

Este escenario encuentra una oposición dividida entre un sector que parece dolerle el régimen chavista —pues hace esfuerzos por salvarlo, tenderle salvavidas y cobrar por la ayuda— y una oposición dispuesta a asumir la dirección política y ser alternativa de cambio, que acepta el reto responsablemente de ponerse al frente de la protesta popular, de trabajar por la unidad política y, a la par, la unidad social de los distintos sectores en defensa de sus derechos y por la reconstrucción nacional.

Por su parte, el gobierno y los factores políticos que han sido su sostén también se encuentran divididos. En las alturas, la división entre las dos grandes canonjías —mafias, para ser más explícitos— parece sufrir un embate a propósito de la reconfiguración de los espacios del poder político. Derivación, claro está, de las cuotas en torno del reparto del botín. Contradicciones que son el resultado de dos cuestiones vitales para el régimen: de una parte, se ha menguado la riqueza esperada dada la caída del precio del crudo; de otra, afrontar los tiempos catastróficos genera dudas de un sector en relación con el otro. Entretanto, las mafias menos importantes tienden a alinearse en torno de una u otra. Pero de igual manera se aprecian claramente las divisiones en la estructura político-partidista del llamado Polo Patriótico. En el seno del PSUV, sobre todo luego de las elecciones internas, la desconfianza, las zancadillas, los reacomodos y las imposiciones parecen no concitar voluntades en defensa del proceso, y en ese transcurrir las simpatías por el régimen, por el PSUV, por sus liderazgos, se encuentran en franco retroceso. La descomposición del régimen —e incluso del Estado en tanto tal— comienza a hacerse más patente y podría ser la expresión más acabada de la situación que sufre el chavismo. En medio de una crisis económica creada por sus políticas antinacionales, la inflación, la escasez y el desempleo, principales problemas sociales, no pueden ser exculpados de su responsabilidad con “guerras económicas” inventadas o fantasías como la conspiración internacional. La fraseología “revolucionaria” no puede esconder las consecuencias de una política que devastó la economía y dividió a los venezolanos, mientras favorecía a los poderosos de siempre y creaba nuevos oligarcas  boliburgueses.

El descontento indefectiblemente tendrá el signo político que significa enfrentar este estado de cosas. Plantear cambios de verdad para una sociedad que se desmorona y que debe ser reconstruida sobre nuevas bases. Una nueva democracia de participación verdadera de la gente en la toma de decisiones. Una nueva economía que atienda las necesidades sentidas de la población y tenga como meta inmediata una revolución industrial para garantizar la independencia y autonomía nacionales. Una política económica que enfrente la urgencia y a la vez siente las bases para el futuro. Una política social que de verdad atienda los requerimientos de salud, educación y vivienda.

La plataforma de luchas de los venezolanos —de los trabajadores, los estudiantes, de la gente necesitada en defensa de sus derechos, por la libertad de la organización popular de los distintos sectores— debe estar articulada a un programa político por la reconstrucción nacional. A su vez, las luchas sociales y políticas deben sustentarse organizativamente en asambleas donde la gente participe democráticamente y debata sobre los grandes problemas nacionales, la alternativa por la reconstrucción, los problemas concretos y la manera de enfrentarlos, la organización y las formas de lucha. Las asambleas deben integrarse, como en efecto se viene haciendo, en los distintos sectores, estudiantiles, laborales, magisteriales, a escala municipal, estadal, regional hasta encontrar en el Congreso Nacional por la Reconstrucción un momento en el cual se articulen las fuerzas por el cambio.

La catástrofe inminente que se cierne sobre Venezuela podrá ser un episodio donde la ciudadanía haga valer su disposición al cambio por un mundo mejor, o —en caso de derrota para las fuerzas del progreso, de la democracia y del cambio revolucionario— el tránsito hacia un mayor cercenamiento de las libertades democráticas, hacia formas más abiertas de dictadura gorila. En cualquier caso será un episodio para el combate. De confrontación entre el moribundo pero altanero despotismo chavista y las fuerzas del cambio verdadero. No hay espacio para la neutralidad o la vacilación. Las condiciones de los venezolanos y su futuro reclaman la mayor disposición para la pelea.

Carlos Hermoso
29 de diciembre de 2014


domingo, 28 de diciembre de 2014

Zonas Económicas Especiales: paraísos de explotación neoliberal

Entre las muchas leyes aprobadas por el iletrado de Maduro -en forma apresurada- por la vía habilitante figura la creación de las Zonas Económicas Especiales (ZEE) en el país. Esta ley autoriza al régimen a la creación de estos paraísos de explotación capitalista salvaje en el territorio nacional, cuya soberanía será cedida al control del inversionista extranjero. En los espacios territoriales a ser ocupados por las ZEE las leyes de la República serán sustituidas por otras más “afines a la conveniencia“ de los inversionistas extranjeros. Las ZEE ofrecerán como incentivos: reducción o excepción en el pago de impuestos, flexibilización laboral (mano de obra barata), libre exportación de capitales, importación de equipamientos y materias primas libre de aranceles, etc. Además el Estado se compromete a la construcción de las infraestructuras necesarias en materia vial, de acometidas de agua y electricidad, de telecomunicaciones, de servicios sanitarios, etc. En resumen serán edenes al servicio del gran capital transnacional como ha sucedido en China, Taiwán, India, México (maquiladoras), Egipto, Guatemala, Republica Dominicana, Kenya, Zambia, Honduras, y El Salvador entre muchos otros países.

La creación de las ZEE como estrategia equivocada de desarrollo económica no es nada nuevo y no constituyen ningunos emporios de desarrollo socialista como falazmente afirma el régimen de Maduro. Países como Taiwán y la India fueron los pioneros en esta modalidad con la creación de las zonas de Kaoshiung y Kandla (1965). Años más tarde las mismas formaron parte de las reformas introducidas por el hoy fallecido líder chino Chen Yun (1905-1995), uno de los padres intelectuales del “socialismo de mercado” chino. Reformas que hoy son consideradas como el punto de inflexión que dio pie a las transformaciones que llevaron a China a convertirse en una potencia capitalista.

En China se ha dado la restauración del “odiado capitalismo del pasado”, bajo la regulación de un estado fuerte y represor, a la sombra del cual jerarcas de la burocracia se han hecho millonarios surgiendo así una potente burguesía china, mientras la clase trabajadora sufre una explotación salvaje a manos de las corporaciones extranjeras y las empresas nacionales. China hoy por hoy es un país capitalista, que se rige bajo las leyes del mercado, exportando sus excedentes de capital financiero a países pobres, tal como lo hace cualquier potencia imperialista.

La transformación de la China no capitalista, en la China del dólar ha sido impresionante. En el año 1998 el sector público abarcaba el 57% de la economía china (excluyendo la agricultura), mientras que para el año 2001 ya el sector privado superaba al público: 61,8% privado versus 38,2% público y el año 2011 la propiedad privada representaba 70.5% de la actividad económica. Lo que comenzó a principios de los años 80, como una "apertura de mercado" mediante las ZEE, se convirtió en torrentes en las décadas siguientes. La inversión extranjera, que era casi inexistente antes de 1978, fluyo masivamente gracias a las ZEE, llegando a convertir a China en el segundo gran receptor de inversiones extranjeras del mundo, después de los EE.UU. En China existen 63 mil transnacionales entre las que se encuentran: Nike, Dell, Abbott, Chebron, Alcoa, Amcor, American Amtex, Amoco, Eastman Chemical, Ericsson, Exxon, etc. Todas ellas operan disfrutando de las prebendas que les proporciona el régimen de Pekín y su socialismo de mercado.

La aprobación de la Ley que faculta a la dupla Maduro-Cabello el establecimiento de ZEE en el país representa el establecimiento de nirvanas de super-explotación neoliberal, donde el trabajador deberá cumplir largas jornadas laborales, donde no existirán sindicatos (como en muchas dependencias y empresas del Estado), ni dispondrán de seguridad laboral. Sufrirán las formas más infames de flexibilización laboral en nombre del socialismo bolivariano. Serán una versión caribeña del ya desprestigiado modelo chino y su equivocada teoría del goteo (el desarrollo de las ZEE incidirá en las regiones con menor progreso). Hoy sabemos que detrás del éxito económico chino se oculta una grotesca superexplotación de los trabajadores y una repugnante acumulación de riqueza por parte de las transnacionales.

La política económica antinacional de la dupla Maduro-Cabello, reflejada en los ZEE, conlleva a la creación de grandes centros de maquila en el país, al servicio de las multinacionales y bajo el férreo control de un Estado autoritario y represor. Las ZEE encarnan el más despreciable neoliberalismo e injusta distribución de la riqueza en nombre de un supuesto socialismo que cercena los más elementales derechos de los trabajadores y profundiza su explotación.

Detrás de los "paraísos" prometidos por el fachochavismo se ocultan muchos infiernos Dantescos.


José R. López Padrino M.D. Ph.D.
Professor
Molecular Biosciences  
School of Veterinary Medicine
U.C. Davis