lunes, 21 de noviembre de 2016

El diálogo cancela el cambio y "olvida" aspiraciones de los venezolanos

Las rebajas en las exigencias fundamentales de la oposición venezolana sobre el revocatorio, sobre el derecho al voto, sobre el respeto a la Constitución y sobre la liberación de los presos y perseguidos políticos —además de las exigencias de los sectores populares de mejorar sus condiciones de vida de manera urgente, ponen al descubierto el carácter de las conclusiones en la negociación entre las cúpulas de la dictadura madurista y la representación de la MUD en un diálogo que cuenta con el auspicio de factores internacionales.

La cancelación de la aspiración mayoritaria de los venezolanos sobre una salida electoral en 2016 y la posposición del proceso de elecciones regionales que por ley correspondían realizarlas este año, ponen en evidencia la ruta que han escogido ambas representaciones en la negociación que adelantan, y que inevitablemente los coloca como obstáculos al cambio al que aspiran los venezolanos.

El acuerdo suscrito por las partes refuerza el planteamiento de la dictadura madurista sobre la “guerra económica” y el supuesto saboteo a la gestión de Maduro, y por ende esconde la razón de fondo que no es otra que la destrucción progresiva y constante de nuestras capacidades productivas, pues se ha preferido aumentar nuestra dependencia con las potencias industrializadas. Asistimos así a una indigna sumisión ante un régimen de mafias que solo busca mantenerse en el poder a como dé lugar, y que ha colocado a nuestro país como área en disputa entre los intereses foráneos de chinos, rusos y estadounidenses, a quienes poco importa acordarse con tal de seguir tasajeando el botín de riquezas que representa Venezuela.

Pero algo más queda en evidencia con este acuerdo: ninguna de las dos cúpulas que participan en ese diálogo apaciguador representa los intereses del pueblo trabajador, de los desposeídos, ni de la mayoría de la población, que conforman hoy más de 80 % que exigen la salida de Nicolás Maduro y de su dictadura de mafias y corruptelas del poder.

Hoy se afianza el planteamiento que desde un principio ha guiado a Bandera Roja en la acción: el protagonismo ciudadano y la presión popular organizada, de calle, junto a la consolidación de un poder de base a través de las asambleas ciudadanas, son garantía de que se dé el cambio urgente. Las experiencias recientes en torno de las manifestaciones del 1° de septiembre y del 26 de octubre, ponen en manos de las mayorías la decisión final; la suerte de los que luchan desde abajo para cambiar lo que los de arriba no quieren que sea cambiado.

Para Bandera Roja ha llegado el momento en que la gente debe asumir como suyo un cambio político, que debe estar orientado hacia la reconstrucción nacional, dirigido a conquistar una nueva democracia, una economía productiva y diversificada, una agroindustia soberana y una política petrolera que sirva de palanca para la inversión productiva y la satisfacción plena de las necesidades de la población. 

La gente se preguntará con toda razón: ¿y ahora qué hacer? Desde Bandera Roja planteamos la necesidad urgente e inmediata de construir una fuerza popular que desde las bases de la sociedad, de los gremios, de partidos políticos y movimientos y corrientes sociales, asuma como suyo el planteamiento de constituir una nueva dirección política que realmente sea vocera de las mayorías, que se disponga a salir sin ambages de la dictadura madurista, y que se dote de una estrategia realmente unitaria y democrática que dirija al pueblo hacia la victoria.

La violación de la Constitución, de leyes fundamentales de la República y de los criterios mínimos de convivencia democrática ha sido sistemática y obliga a la búsqueda de una Unidad Superior que disponga todos sus esfuerzos en la dirección de un cambio que garantice un futuro de paz, progreso y prosperidad para todos los venezolanos, y que rescate el ascenso social de la mano del desarrollo soberano, como centro inmediato de cualquier propuesta programática.

Bandera Roja, desde siempre, se ha decantado por los intereses de los obreros, de los trabajadores y campesinos y de todas las clases sojuzgadas y empobrecidas a las que se les ha arrebatado la posibilidad de crecer y avanzar. Hoy ha llegado la hora de luchar juntos por un cambio político inmediato. 2016 sigue siendo nuestra meta y la lucha de calle y la presión popular y unitaria, sigue siendo el instrumento fundamental de ese cambio. Venezuela quiere salvarse y ha llegado la hora de escoger, entre los pactos de los arriba, o las luchas junto a los de abajo. Venezolanos, vamos juntos a luchar, sin descanso, para salvar a Venezuela.


Por Bandera Roja
Gabriel Puerta, Secretario General
Carlos Hermoso, Secretario General Adjunto

El riesgo de estudiar y luchar, por Douglas Zabala

A los estudiantes en su día

A mí, que hasta una huelga de hambre por el pecho tengo, librada allá en San Cristóbal, con Enrique Ochoa Antich, Leví Alter, Alberto Urdaneta y un grupo de más de cincuenta estudiantes, en respuesta a una medida de expulsión colectiva, por parte del Ministro Héctor Hernández Carabaño, en los tiempos del primer gobierno de Rafael Caldera, donde el movimiento estudiantil batalló duro por sus derechos.

A mí, que siendo dirigente estudiantil de casi todas las Escuelas Técnicas del país, y que un buen día, saliendo de la ETI de Valencia, fui detenido, desaparecido y aparecido en el Campamento Anti Guerrillero TO5 de Yumare, donde fui enjuiciado por rebelión militar, siendo un imberbe estudiante. A mí no me pueden venir a hora con el cuento, que en este siglo XXI y con este “socialismo” en marcha, tenga que olvidar lo que nos sucedió a casi todos los dirigentes estudiantiles en el siglo XX.

Gustavo Machado, Pio Tamayo, Miguel Otero Silva, Joaquín Gabaldón Márquez, Prieto Figueroa, Antonio Arráiz, Guillermo Prince Lara, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Pedro Juliac, Ricardo Razetti, José Antonio Marturet, Inocente Palacios y Carlos Eduardo Frías, entre otros, también fueron jóvenes que sin formula de juicio y con fiscales complacientes, de un sablazo los mandaron a Palenque y al Castillo Libertador de Puerto Cabello, por haber "alterado el orden público" y participar en revueltas estudiantiles, aquellos carnavales de 1928, que resultaron la peor mueca del régimen despótico del General Juan Vicente Gómez.

Alí Primera, Kleber Ramírez, Julio Escalona, Jorge Rodríguez, Argelia Melet, Germán Lairet, Américo Martín, Héctor Pérez Marcano, Freddy Muñoz, Teodoro Petkoft, Juvencio Pulgar, Ali Rodríguez, Carlos Betancourt, María León y Fernando Soto Rojas, junto a otros chamos, dejaron sus pupitres y salieron a las calles a provocar disturbios estudiantiles, algunos contra la agonizante dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, y otros contra el gobierno del ex dirigente estudiantil y ex perseguido político, Rómulo Betancourt.

Jorge Rodríguez, Juan Barreto, Saúl Ortega, Elías Mata, Julio Montes, Jacqueline Farías, William Barrientos, Idelfonso Finol, Tony Boza, Lenin Cardozo, Elías Jaua, Mari Pili Hernández, Frank D Armas, Euro González y los de reciente data, Héctor Rodríguez y Tarek El Aissami, asumieron ser militantes de las causas estudiantiles, que, con o sin capucha en mano, largaron el pellejo para demostrar sus verdades, pero ningún Fiscal les instruyó expediente alguno para que pasaran el resto de su juventud en cárceles tenebrosas como la Tumba.

Bassil Da Costa, Kluiberth Roa, Alejandro Márquez, Geraldine Moreno Orozco, Gisella Rubilar, José Gregorio Amaris Cantillo, Acner Isaac López Lyón y Arturo Alexis Martínez, han podido al pasar de los años, echar sus cuentos de juventud y haber sido influyentes ciudadanos en la Venezuela del futuro. Bien como diputados, ministros, escritores y hasta Presidentes de la República, pero jamás lo serán, porque ellos corrieron el riesgo de estudiar y luchar bajo el gobierno de Nicolás Maduro. Todos cayeron asesinados en las calles del país, cuando protestaban por sus ideales, tal como lo han hecho nuestros estudiantes, desde los tiempos de José Félix Rivas y sus seminaristas en la Batalla de La Victoria. Y ese es el punto.

Douglas Zabala