viernes, 1 de mayo de 2015

Los trabajadores somos vanguardia para el cambio

A luchar por la 

Reconstrucción Nacional 
para la prosperidad, el desarrollo y la justicia social

Este Primero de Mayo encuentra a los trabajadores venezolanos ante una disyuntiva y un reto: o seguimos languideciendo en esta ruina indetenible o llevamos nuestras luchas por salarios dignos, trabajo decente, seguridad social, contratación colectiva y libertad sindical al torrente de nuestro pueblo que clama por un cambio urgente, pues quienes nos están gobernando han llevado el país hacia una catástrofe, hipotecando todos nuestros recursos, destruyendo nuestras capacidades productivas, aumentando nuestra dependencia y dilapidando la renta petrolera en corrupción y politiquería, mientras la población sufre una avalancha de criminalidad, escasez, desabastecimiento, alto costo de la vida y ruina de los servicios públicos.

Carta que le envió Carlos Marx a su esposa Jenny


Carta que le envió Carlos Marx a su esposa, Jenny von Westphalen, el 21 de junio de 1856:

¡Amada mía!: Te escribo de nuevo porque me encuentro solo y porque me es difícil estar siempre platicando contigo mentalmente, y al mismo tiempo, como tú no sabes nada de esto, no me oyes ni puedes responderme. 

Tu retrato no está mal, es maravilloso, me viene bien, y ahora comprendo por qué hasta las lúgubres madonnas, las más monstruosas obras de la virgen, podían encontrar fervorosos admiradores, e incluso, mayor cantidad de admiradores que las mejores pinturas. En todo caso, ninguna de estas lúgubres obras fue tan besada, nadie las miró con este estremecimiento piadoso, nadie las adoró tanto como yo a tu retrato que, aunque no es lúgubre, es sombrío, y no refleja en absoluto tu gracia, tu encanto “dolce”, creado especialmente para besarte el rostro. Yo afirmo que los rayos del sol se imprimieron mal, y encuentro que mis ojos no se han deteriorado con la luz de la lámpara nocturna ni con el humo del tabaco, y son capaces de dibujar no solo en sueños, sino en la realidad. Tú estás ante mí como viva, te tomo en mis brazos, te cubro de besos de la cabeza a los pies, caigo de rodillas ante ti y suspiro. Yo la amo, madame. Y efectivamente, te amo más fuerte de lo que alguna vez amó el moro de Venecia.