Hace más de siglo y medio un barbudo alemán anunciaba que un fantasma recorría Europa. En ese entonces y en muchas ciudades de ese continente se levantaban gigantescas luchas de los obreros, reclamando mejoras para sus vidas frente a la arrolladora revolución industrial de la cual ellos eran el principal combustible. “Comunismo” fue el nombre que Marx le dio a ese fantasma que se corporizaba como alternativa frente a la sobreexplotación que significaban jornadas de 12 horas, cero atención para salud, nada de seguridad industrial o prestación social y, por supuesto, ninguna estabilidad, pues las masas de desempleados que constituían el “ejército de reserva” presionaban en favor del empresario-inversionista-capitalista.