sábado, 11 de abril de 2015

Traición a la patria, por @KarinaMolinaP

Los venezolanos nos preguntamos ¿por qué Nicolás Maduro, desde que fue canciller de la República, no ha defendido nuestra soberanía nacional, evidenciando una actitud sumisa en el caso del Esequibo, conocido como Zona en Reclamación?

Para responder esta pregunta es importante señalar que en el año 2009, cuando Guyana solicita ante la ONU la ampliación de su plataforma continental, violando flagrantemente el Acuerdo de Ginebra (http://esequibo.mppre.gob.ve/index.php/capitulo-i) y por ende nuestra soberanía nacional, estipulada en el artículo 10 de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el canciller de entonces, Nicolás Maduro (quien presidió el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela desde el 2006 hasta 2013), no levantó su voz para rechazar las pretensiones de Guayana de dejar a Venezuela sin salida al Océano Atlántico.  De esta forma se evidencia la actitud pasiva del régimen chavista para defender territorio venezolano y nuestra soberanía nacional. Dicha pasividad se conoce en el mundo diplomático como “silencio lesivo”, ya que al no haber una réplica por parte del país perjudicado, el otro lo toma como una aceptación de lo solicitado.  Ante la gravedad del caso, el entonces embajador de Venezuela en Guyana, Darío Morandy, emite un comunicado de fecha 15 de mayo de 2009 (http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/110929/embajada-venezolana-advirtio-en-2009-de-peticion-de-guyana), en el que expresa su preocupación sobre la petición que hace Guyana ante la ONU, exhortando así a la cancillería, es decir, a Maduro,  a que se pronuncie sobre este aspecto, lo cual no ocurrió para ese momento.

miércoles, 8 de abril de 2015

Venezuela regala el Esequibo a EEUU a cambio de perdón

Chavistas reparten Venezuela a pedazos para salvar su pellejo

“Los Estados Unidos le bajaron dos”, señalan algunos, luego de que Ben Rhodes, asesor presidencial sobre Seguridad Nacional, dijera ayer (07-04-2015) que fue “una confusión” declarar “amenaza externa e inusual” a Venezuela ya que es parte de un “formato”. Esta declaración ocurre mientras Caricom declara su respaldo total a Guyana en el diferendo sobre el territorio venezolano en el cual se asientan inmensas riquezas petroleras, actualmente explotadas ilegalmente (aunque autorizada por Guyana) por la estadounidense Exxon Mobil, y el mismo día en que diputados chavistas niegan debatir en la Asamblea Nacional la política del Ejecutivo venezolano respecto del diferendo.

LA UNIDAD NECESARIA, por @EddyTimaure


      Pareciera un lugar común seguir abordando este tema. Pero la gravedad de la situación venezolana obliga a mantener e izar con mayor ímpetu las banderas de la unidad.  Obliga, a pesar de la existencia de intereses distintos a los del bien nacional, que algunos pudiéramos considerar subalternos pero para otros son vitales (como eso de sostener o alcanzar cuotas de poder),  a seguir trabajando por su materialización 
    ¿Por dónde partir para construir esa unidad necesaria? Pues, por la comprensión de la naturaleza del régimen al que se enfrenta, por su caracterización. Vale la pena recordar que uno de los mayores esfuerzos que ha hecho la unidad opositora reunida en la MUD, en la dirección de caracterizar al régimen,  ha sido la que produjo la Comisión para la Estrategia a principios del año 2013. En ella se señalaba; “que no es una democracia entendida como un estado de justicia social y de derecho. Se trata de un régimen autoritario y despótico (subrayado mío) en el que las prácticas propias de las democracias modernas (incluyendo las elecciones) sólo se llevan a cabo para concentrar el poder y no para distribuirlo, traicionando la esencia de la democracia”. Agregando que;  “se trata de un proyecto hegemónico que no admite pluralismo político” y señalando, adicionalmente: “que el chavismo goza de simpatías mundiales al presentarse como presunto heredero de la izquierda y los movimientos progresistas y para ello ha consolidado una doctrina que recupera figuras retóricas asociadas a la profundización de la democracia, tales como la democracia directa y participativa, en contraste con la democracia representativa y de derecho, trayendo confusión acerca de su vocación despótica”.

    Que una diversidad de expresiones políticas e ideológicas hubiese llegado a tal grado de coincidencia, en términos conceptuales, acerca de la naturaleza y características del régimen chavista, constituyó un avance que permitía, de entrada, varias acciones: a) Definir con claridad el campo de la unidad, el campo de los aliados y contribuir a su afianzamiento y consolidación; b) definir una estrategia política adecuada que, combinando las diversas formas de lucha, hiciera frente a las pretensiones del régimen; c) levantar un programa de unidad nacional que uniera a los venezolanos, y; d) convertir a la MUD en una coalición política más allá de lo meramente electoral.

     Lo medular parecía estar resuelto con este acuerdo producido por una comisión de la que formaron parte Carlos Guillermo Arocha, Pedro Benítez, Colette Capriles, Eduardo Gómez Sigala, Arístides Hospedales, Gabriel Puerta Aponte, Andrés Stambouli, Ricardo Sucre Heredia e Ysrrael Camero. Sin embargo, hoy la realidad es que el campo de la unidad no se ha consolidado, no hay una estrategia política única, no se ha levantado un programa de unidad nacional que una a los venezolanos y la MUD no ha pasado de ser un frente electoral.

     Tampoco se entiende que este régimen, autoritario y despótico, hoy se ha convertido en una dictadura fascista que, investida de poderes especiales, sólo buscará burlar cualquier formalismo de democracia para afianzar su poder hegemónico, especialmente en este año en el que las elecciones a la Asamblea Nacional han sido vendidas, por sectores de la oposición, como la panacea a la crisis. Menos aun se entiende que el chavismo goce de simpatías mundiales, y en densos sectores del pueblo venezolano, al engañarlos con una retórica progresista, de izquierda y/o socialista, tras la que desarrollan una política antinacional y neoliberal que empobrece y sojuzga al pueblo, por lo que el anticomunismo y las posiciones reaccionarias solo ayudan a radicalizar mas a ciertos sectores de la oposición que no crecen y, por el contrario, se descomponen tras la frustración que produce la ilusión de salidas prontas a la crisis.

     Pareciera difícil creer que, 17 años después, aun no se entienda la urgencia de construir la unidad que se requiere, pareciera difícil creer que aun los intereses por preservar cuotas de poder (o por alcanzarlas), aunque cada vez sea más difícil sostenerlas, sea lo que prive y que ello de lugar a la búsqueda de cualquier estrategia (ética o no) para asegurar la hegemonía de alguna factor sobre otro y no la construcción de espacios de concertación, de debate y de verdadera unidad política. Pareciera difícil creer pero es cierto.

    Hoy la unidad necesaria no solo requiere acordar, nuevamente, una caracterización del régimen y una estrategia frente a él, requiere también, se insiste, un programa de unidad, un programa de reconstrucción nacional, y, particularmente, una dirigencia que haga un ejercicio ético de la política, que deje los intereses parciales o subalternos de lado y se centre en el interés y la urgencia nacional por salir de este régimen, que rescate la confianza del pueblo en la acción política y en los políticos y que, por encima de las dificultades, se disponga, de verdad verdad, a unir a toda la oposición venezolana; a quienes están en la MUD y a quienes no están en ella, que sea capaz de confrontar cualquier batalla (de calle, electoral en cualquier nivel) con verdadero sentido de desprendimiento y unidad.

     Hoy, por encima de intereses parciales, más allá de las dificultades, el deber de prepararnos para la reconstrucción nacional nos obliga a juntarnos, sobre la base de las coincidencias, del levantamiento de un programa estratégico que entusiasme, que unifique el discurso y las acciones, que unifique a quienes van a las primarias y a quienes no, a quienes resisten en las calles, a quienes se quejan en las colas y a los frustrados que creyeron en esta estafa de revolución, a todos sin distingos políticos e ideológicos. La unidad necesaria requiere que el pueblo sea, de verdad, protagonista de los cambios. Construyamos la Junta de Reconstrucción Nacional. 

Eddy Timaure
Secretario General de BR Falcón
@EddyTimaure

Venezuela: un nuevo reparto del mundo

Por Jesús Noel Hermoso F.
@Jesus_Hermoso

Es necesario comenzar diseccionando con precisión la declaración que Estados Unidos ha realizado contra Venezuela el 9 de marzo. Un “error” de interpretación pareciera recorrer las voces de muchos dirigentes políticos y “analistas” que, en tropel, se abalanzan en calificar, en un sentido u otro, el pronunciamiento estadounidense. Sin embargo, esta declaración contiene dos afirmaciones independientes y que en medio de la especulación se pudiera entender como el resultado de una coincidencia que los “obligó” a realizarla de conjunto. El apuro de la circunstancia.

Por un lado, las sanciones realizadas contra 7 funcionarios del poder oficialista sobre sus cuentas y propiedades (que efectivamente las tienen) en Estados Unidos, y por otro, la calificación de Venezuela como “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de EEUU”. Como vemos, son dos declaraciones que pueden prescindir una de la otra. Pueden haberse realizado por separado. Esta “veleidad” no es un sinsentido yanqui. Trasluce una velada intención en la declaración, que generó inmediatamente “desconcierto” en la respuesta opositora en nuestro país. Por su parte, el oficialismo sí logra una respuesta inmediata y nada inusual, que busca amalgamar sus desparramadas y mermadas fuerzas. Era una declaración esperada, ansiada, buscada.

Algunos analistas y dirigentes afirman que es un error de Washington la calificación de “amenaza extrema e inusual” para Venezuela, sin profundizar en algunos aspectos medulares de esa declaración. Sin duda, esta “proclama bélica” del imperialismo estadounidense genera cohesión en las filas oficialistas. Para el historiador y escritor Rafael Rojas, esta declaración generó “frenesí en Caracas”, ya que Miraflores ansiaba desde los tiempos de Chávez ese “trato hostil que faltaba al proyecto bolivariano para ser considerado finalmente como una Revolución”. Algo que, aunque incompleto, no deja de ser cierto.

Pero también, apurados, analistas del oficialismo se lanzan a calificar de “amenaza de invasión” la sentencia lanzada por Obama contra Venezuela. Otros,quizás más avisados, aseguran que el error de Washington está en haber mezclado estos dos aspectos en una declaración. El analista y periodista internacional Francisco Herranz asegura que “de hecho, y ahí radica la raíz del error, no se trata de una sanción nacional, sino personal. Y mezclar una cosa con la otra por cuestiones de procedimiento -como se hizo antes con Irán, Siria o Birmania- ha confundido por completo a la opinión pública venezolana, independientemente de su ideología”.