lunes, 1 de noviembre de 2010

Qué es el régimen chavista para Bandera Roja

Lo que anunciamos como el inicio de una situación revolucionaria que podía conducir a una salida radical, ha devenido en una farsa que, de no ser tan trágica, pudiésemos considerarla como una parodia. Una parodia de revolución cuyos dirigentes, lejos de presentarse como gente sencilla, sobria y sacrificada, ostentan riquezas mal habidas, ignorancia, espíritu de revancha mientras buscan preservar el poder a toda costa, propio de quienes protegen un tesoro de oscuro origen. Mientras, el país se hace más dependiente y las grandes mayorías más pobres. No podemos, por tanto, siquiera citar la celebre máxima de Marx, recordando a Hegel, sobre aquello de la repetición de los hechos históricos. Este es único, no es repetición de algún hecho trascendente que en términos relativamente recientes haya dejado huella. Aunque de raíces enlazadas con el pensamiento filosófico y político más aberrante y reaccionario, se trata de un evento específico, fruto de un conjunto de circunstancias difíciles de ser asumidas con base en patrón histórico alguno.


Por lo pronto, parecen estancarse las potencialidades revolucionarias en la sociedad venezolana, al menos nos encontramos en una disyuntiva en la que el régimen cuenta con una ya importante experiencia y se apresta a erigir una “obra de gobierno”, basada en una política social —en esencia continuista pero dándole un perfil particular, al utilizarla como mecanismo de control y cohesión social—, y en la declaratoria de que se ha comenzado la construcción del socialismo, articulando lo anterior, más bien presentando la política social como emblema del proceso de construcción del socialismo bolivariano. Mientras, la alternativa de esta coyuntura cada vez se hace más débil habida cuenta de que aún la oposición democrática, particularmente las fuerzas revolucionarias y de izquierda, no logran articular una estrategia política unificada y coherente, una política de desenmascaramiento del régimen y una propuesta programática alternativa, capaz de convertirse en esperanza de las grandes mayorías.


Así, los últimos desarrollos del régimen profundizan la preocupación de mucha gente sobre el qué hacer para enfrentarlo y cómo desenmascararlo. Más que eso, los eventos electorales de finales de 2004 y la ofensiva política de los primeros meses de 2005 por parte de Chávez, y las elecciones de agosto de 2005 para elegir concejales, crean una circunstancia que hace difícil, desde diversas perspectivas, el enfrentamiento a las políticas que viene adelantando así como el discurso que enarbola. Esto ha tenido tal efecto en la oposición que prácticamente ha enmudecido a buena parte de los factores políticos que la integran.


Podemos afirmar que este es el resultado, en muy buena medida, de que aún no se asume de manera definitoria la caracterización rigurosa de lo que vivimos, del régimen y de su liderazgo, cuestión presente en el desarrollo de todo este período, donde la oposición sufrió derrotas que han dejado una secuela en amplios sectores políticos y sociales, en los cuales impera el desconcierto, el escepticismo y la desmoralización.


Algunos han considerado, en distintos momentos, que el tiempo transcurrido no era el suficiente como para delinear de manera precisa y desde una perspectiva científica los perfiles de este momento histórico y del régimen implantado.


En otros revolotean, como bandadas de aves sin rumbo, ideas que resumen conceptos peregrinos que, lejos de resquebrajar el “proceso”, lo consolidan o, en todo caso, conducen a políticas definitivamente ineficaces para enfrentarlo. Desconocen muchos la naturaleza del régimen, su carácter de clase, toda vez que se ubican, en esencia, en la misma perspectiva real de la “obra” “del gran líder del proceso”, pero que, frente al discurso de Chávez, se aterran, toda vez que son defensores de una tradición que les hace incapaces de ubicar la esencia de la política económica y social implantada durante estos 6 años.


Otros, pretendidamente críticos del proceso, en verdad cuestionadores de lo que vivimos sin alcanzar mayores niveles de rigurosidad, no atinan a establecer su naturaleza, toda vez que impera cierto desconocimiento sobre algunas categorías a estas alturas vitales para desenmascarar al chavismo.


La implantación de un nuevo régimen de dominación en Venezuela, a raíz del triunfo de Chávez en las elecciones de 1998, ha conducido, entre muchas cosas, al desarrollo de un gran debate en torno de lo que éste significa, cuál es su naturaleza, a qué intereses obedece, entre otros aspectos. Cuestión que se desprende, como es de suponer, del hecho de que se trata de una experiencia única en nuestro país y en América Latina, llena de una tremenda demagogia y grandilocuencia verbal, que ha logrado resquebrajar la ofensiva política de sus adversarios o, más bien, que ha colocado a sus adversarios en permanente defensiva, mientras practica la estrategia de la ofensiva permanente para enfrentar a sus enemigos reales, creados e inventados.


En los primeros tiempos señalamos que se trataba de un nuevo régimen. Cuestión inscrita en la nutrida polémica que despertó el novel gobierno entre los distintos sectores políticos y en el seno de las fuerzas revolucionarias, particularmente dentro del partido. Muchos fueron quienes señalaron que se trataba de la continuación del régimen bipartidista, sin lograr ubicar los rasgos que anunciaban una nueva forma de ejercer la dominación burguesa, oligárquica y proimperialista.


Más adelante, en la medida en que el chavismo alcanzaba relativos niveles de consolidación, y, buscando ampliar su base social levanta un discurso cada vez más “radical” y de izquierda, hemos insistido en que se trata de una nueva expresión del revisionismo. Del revisionismo de estos tiempos. En términos más generales, que se trata de un régimen despótico que se expresa políticamente como revisionista de izquierda. Categoría que de igual manera encuentra resistencia. 


Entendemos que popularizar la categoría revisionismo de izquierda resulta bastante difícil. Sin embargo, pensamos que el manejo científico de estos asuntos fuerza a ser lo más rigurosos posible, sin hacer concesiones de ningún tipo. Esto es, entendemos que se trata de una categoría que supone cierta cultura política, propia del mundo revolucionario y de la tradición doctrinaria marxista leninista. En todo caso, no pretendemos que tal manejo sea popularizado de buenas a primeras, o que deba ser condición sine qua non que, para ubicar el tema que nos ocupa, debamos recurrir permanentemente a su uso. Pero estamos obligados a ubicar los hilos que engarzan esta experiencia con la tradición revisionista e irracional, cuya base material la encontramos en la formación capitalista y más específicamente en las condiciones del imperialismo, de la derrota del socialismo y lo limitado de los avances de las fuerzas comunistas a escala planetaria, circunstancia que, junto a la ideología de la globalización y la influencia del posmodernismo, siembran el escepticismo por todos lados, afianzando una perspectiva filosófica y política que busca “salidas” distintas al socialismo y al capitalismo. Se repite una circunstancia histórica que hace de esta corriente filosófica una alternativa que sustenta diversas experiencias políticas.


Asimismo, hemos de reivindicar la tesis según la cual, en condiciones como las que ha vivido nuestro país, por la influencia que tienen eventos internacionales en la vida política nacional, tales como la invasión a Irak, entre otras, son muchas las cosas susceptibles de ser asimiladas por las amplias masas. Esto es, existen condiciones que permiten una elevación de la subjetividad de las masas Recordemos la resistencia que oponía alguna gente de izquierda y del campo revolucionario y marxista leninista, al manejo de la categoría imperialismo, relaciones imperialistas, etc., señalando que se trataba de un término no manejado por el común de la gente. Sin embargo, fue precisamente Chávez quien hubo de lograr la popularización de este término, que siendo fundamental para el análisis de la circunstancia del capitalismo de estos tiempos, desde la perspectiva del fraude chavista, de la impostura del presidente, le ha resultado eficiente para alcanzar dos objetivos de no poca significación: el amalgamiento en torno suyo de las fuerzas políticas que lo apoyan y de las fuerzas sociales populares que le sirven de sustento, y para identificar como enemigo todo aquél que esté en su contra, toda vez que se coloca, desde esta lógica, al lado del “enemigo” principal. Cuestión que, a su vez, se convierte en subterfugio de primer orden para los oportunistas de toda ralea que se ubican bajo el mandato del líder del proceso. Bajo este “argumento” se configura un “principio ético” que les permite medrar dentro del régimen chavista. 


Seguramente los comunistas siempre han contado con esta circunstancia, esto es, siempre han debido de asumir la política acuñando categorías que terminan siendo códigos de gran significación política. En última instancia, a la hora de realizar un análisis científico de una situación concreta, hemos de despojarnos de cualquier chantaje y atender las cosas por su nombre, así debamos de crear algún concepto o término político.


Dentro del campo revolucionario, a pesar de que ha sido un problema planteado, por ser una determinante de primer orden para establecer las definiciones políticas en correspondencia, este asunto no ha sido abordado con la profundidad del caso. En todo caso no hemos sido lo suficientemente precisos en su atención. De allí la presencia de algunas ambigüedades a la hora de definir el régimen, o, en otros casos, de cierta angustia ante el vacío que se produce.


Impera aquello de que muchas veces existe cierto temor a la hora de abordar algunas cuestiones desde una perspectiva que para algunos resulta un tanto sofisticada. Aunque consideramos que el factor principal ha sido la perplejidad que se ha creado, de la cual no estamos exentos, ante la contundencia del avance chavista, sobre todo luego de las derrotas sufridas por el movimiento opositor. Pero de igual manera, en algunos sectores la subestimación del chavismo y del régimen imperante, aun a estas alturas, ha sido una constante, descartándose del análisis, cuando se realiza, aspectos fundamentales de la conformación de algunos rasgos estructurales que le dan sostén y solidez relativa al régimen, incluso se ha llegado a subestimar, por parte de estos sectores, el significado político de los ingresos extraordinarios que por el incremento del precio del crudo en el mercado internacional ha tenido el gobierno durante los últimos años. Desde esta última perspectiva se ha llegado a afirmar que el régimen chavista es prácticamente nada, que no cuenta con sustento filosófico alguno. Sin embargo, los perfiles que viene adquiriendo el régimen son de tal tenor que ya resulta un simplismo afirmar que el chavismo es nada, que es un pastiche, o que se trata de una circunstancia histórica en la cual quienes se han entronizado en el poder, apenas logran hilvanar algunas respuestas, fundamentalmente desde el discurso de Chávez, para mantener el engaño de la gente. 


Desde nuestra perspectiva, es una necesidad de primer orden realizar un análisis lo más riguroso posible, que permita establecer la categoría que sintetice de manera clara la naturaleza de este régimen. Cuestión que nos permitiría, junto a otras definiciones y análisis, ubicar algunas tendencias y establecer algunas variantes tácticas, cuando sea necesario, que permitan mayor eficacia política desde la perspectiva revolucionaria. Además, es de suponer, que una mejor caracterización del régimen, nos permitirá el desarrollo de un discurso más contundente en función de su desenmascaramiento.


Desde la ideología burguesa difícilmente podamos encontrar una categorización del régimen que resuma rigurosidad científica. Podemos sí, en alguna circunstancia, copiar alguna categoría que nos sirva para ubicar alguna determinación del acontecer político, económico, social, etc, e incluso, en relación con cuestiones más densas, para poner el caso, donde la teoría económica o las disciplinas jurídicas y políticas, desde la perspectiva burguesa, a momentos atinan a la hora de describir algún fenómeno. Desde la perspectiva del comunismo científico, principalmente en la primera etapa de su desarrollo, en pleno proceso de descubrimiento de una ley o fenómeno, este pensamiento se ha valido de algunas categorías acuñadas por la jerga que en algún momento estuvo imperante. Más allá de eso, es difícil pedirle a la perspectiva burguesa que brinde rigurosidad al análisis del régimen chavista. Por el contrario, desde la consolidación del imperialismo, todas las teorías burguesas, dada esta etapa de desarrollo del capital, buscan no otra cosa que hacer apología del sistema imperante, sembrar escepticismo entre las masas, buscan convertir la metafísica en una especie de cartabón absoluto. Por lo que difícilmente puedan producir más que eso, acuñar algún que otro término que, al hacerse vulgar, de manejo generalizado, termina por imponerse, tal es el caso de la ideología de la globalización.


De tal suerte que somos de la idea de que esta tarea nos compete a los comunistas por distintas razones, desde aquella que obedece al análisis científico de un proceso inédito, hasta el hecho de que sólo desde la perspectiva del comunismo científico es que podemos configurar un programa político capaz de convertirse en la base para la unidad de las fuerzas sociales y políticas interesadas en salir del régimen chavista. De igual manera, es desde la perspectiva del comunismo científico que podremos diseñar una estrategia y táctica capaz de derrotar el régimen farisaico de Chávez, y que a su vez sirva para la continuidad del desarrollo del proceso revolucionario venezolano.


Una breve historia, algunas aproximaciones y una revaloración

En lo fundamental, en primera instancia, debemos ubicar de manera precisa las circunstancias que permitieron el ascenso de Chávez al poder. A partir de allí, también un asunto esencial, debemos establecer las determinaciones que condujeron a que el régimen personal de Chávez deviniese en lo que hoy es, esto es, que se haya configurado un régimen de una naturaleza bastante peculiar, por decir menos, pero que al dar cuenta de múltiples asuntos, tanto en el escenario nacional como internacional, busca ir creando una base para convertirse en paradigma de otras experiencias, aun cuando se trate de una farsa de dimensiones de difícil parangón.


Esta tarea es relativamente compleja toda vez que los acontecimientos se han sucedido de una manera tal que encubre aspectos esenciales de la vida social y política, al punto “que vela la lucha de clases y la peculiar fisonomía de este período”[1][1] Destaca el hecho de que, como es dable en la historiografía burguesa y en general en la cultura dominante en las sociedades clasistas, pero sobre todo cuando dominan las tendencias fascistas de todo tipo, se presente a Chávez y de allí el chavismo, su ascenso al poder, como fruto del carisma y la voluntad de su personalidad. Se trata de hacer ver que ha sido el liderazgo del presidente el factor fundamental de su entronización en la primera magistratura. En cualquier caso, la “magia” que despierta el espíritu de las masas, principalmente de los sectores más preteridos y atrasados de la sociedad, el influjo sobre importantes sectores medios, principalmente durante la campaña electoral de 1998 y en la primera etapa de gobierno, así como el apoyo recibido por importantes sectores de la intelectualidad progresista, entre otros aspectos, terminan por crear una tremenda confusión, lo que abona el terreno para que florezcan criterios e ideas erróneas a la hora de ubicar el problema de manera objetiva. De allí que debamos asumir ese reto de la manera más densa, precisa y científica posible. 


En principio, resulta básico para comprender las determinaciones que condujeron al actual período histórico, establecer algunos rasgos de la situación política imperante en el país luego del llamado “sacudón” de febrero de 1989 y de los pronunciamientos de 1992 y la caída de Carlos Andrés Pérez en 1993. Podemos señalar que estos eventos resumen una situación revolucionaria que trató de ser sorteada por parte del bloque de la dominación con la alternativa que brindó Caldera pero que en esencia no fue superada. La raíz de la crisis estaba presente y de una manera clara y profunda. Las circunstancias económicas, tanto internacionales como nacionales, los problemas sociales y con ello la circunstancia política, seguían estando presentes.


La recomposición de un bloque dominante resultaba, y aún resulta, bastante difícil, toda vez que las contradicciones que genera entre las clases y sectores de las clase dominantes la política neoliberal, son de tal magnitud, que fracturan a la burguesía de manera noble, quedando los sectores menos competitivos en condiciones casi moribundas, al menos en condiciones de ser absorbidos por los capitales financieros, cuya competitividad se desprende de su naturaleza internacional, articulada a la oligarquía financiera internacional. A su vez, esta circunstancia merma las posibilidades para configurar una aristocracia obrera como en los tiempos en los cuales la renta petrolera, así como la estrategia capitalista, lo permitieron. En general, la burguesía venezolana ha estado muy sujeta al traspaso que le hacían los gobiernos de la democracia bipartidista de buena parte de la renta, cuestión que sigue presente sólo que ahora se privilegia de manera clara a la oligarquía financiera y a los sectores vinculados al régimen. De allí el carácter poco emprendedor que caracteriza a la burguesía nativa, muy sujeta a una protección que no supuso mejor calidad, ni reconversión correspondiente con las posibilidades del momento dadas las ventajas de esta tendencia, circunstancia que sigue estando presente, sólo que circunscrita a los sectores oligárquicos.


Mientras, el desempleo y la masa de hambrientos y desamparados seguían creciendo de manera dramática. La clase obrera, por su parte, no daba muestras de una posición de vanguardia, ante la orientación que brindaban, y aun brindan, las fuerzas económicas y políticas hegemónicas. 


La incertidumbre de buena parte de los sectores burgueses, las contradicciones entre la oligarquía y los sectores vinculados a la producción, minan el orden político imperante. Todo devino en una tendencia al caos que fue amainada por el segundo período de Caldera en la primera magistratura, pero todo anunciaba la creación de un nuevo cuadro que podía conducir a nuevos estallidos sociales y políticos. Es esta la circunstancia que fue abriendo paso a la figura de Chávez. Es así como encuentra terreno abonado para irse entronizando como alternativa burguesa para paliar la crisis política.


Sin embargo, “no basta con decir, como hacen los franceses, que su nación fue sorprendida. Ni a la nación ni a la mujer se les perdona la hora de descuido en que cualquier aventurero ha podido abusar de ellas por la fuerza”[2][2] Fueron muchos los factores políticos de todo orden quienes creyeron en la alternativa Chávez, muchos, desde la perspectiva de izquierda y “revolucionaria”, ubicaron en esta opción, y muchos aún la ubican, una salida progresista a la crisis. El fiasco, en general, ha afectado a sectores diversos, unos por el engaño temprano, algunos esperanzados por la oferta, otros no; mientras, otros sectores, que nunca confiaron en el “proyecto político” enarbolado, no lograron ubicar la naturaleza de los “cambios”; los factores tradicionales, por su parte, ya desplazados del poder, subestimaron las posibilidades y capacidades del nuevo régimen. Pero fueron muchísimos y diversos los sorprendidos. 


Ya instalado en el poder, desde las primeras de cambio, vamos a vivir un período lleno de una política que perturba a mucha gente, menos al sector hegemónico de la burguesía, esto es, al capital financiero, particularmente a la gran banca y a las petroleras. En eso ha sido absolutamente consecuente el “proceso”, al punto que es dable afirmar que durante el gobierno chavista, la gran banca ha obtenido beneficios ni siquiera alcanzados durante la llamada IV República.


Por ello el factor hegemónico, al margen de lo que viven sus socios menores, ha visto con mucha simpatía la política económica de Chávez, independientemente de que en algún momento hayan “roto” con algunas de sus posiciones políticas, pero siempre ubicados en la posibilidad de una situación llena de verdaderos peligros por lo que optó por seguir aquélla enseñanza según la cual: “¡Sólo el jefe de la Sociedad del 10 de diciembre puede ya salvar a la sociedad burguesa! ¡Sólo el robo puede salvar a la propiedad, el perjurio a la religión, el bastardismo a la familia y el desorden al orden!”[3][3]. En cualquier caso debemos ubicar que el chavismo se ha afianzado dentro de la perspectiva histórica de convertirse en el capitalista total ideal, al menos para el segmento hegemónico del capital, por lo que, rompiendo con la clase en conjunto, pero asumiendo su proyecto, sustentado en el lumpemproletariado, Chávez se inscribe en la perspectiva histórica de cancelar la salida revolucionaria.


La periodificación desde este momento resulta relativamente sencilla, dada la cantidad de eventos políticos que coparon la escena. La lucha cruenta e incruenta, donde la subestimación de Chávez y su proyecto, por parte de la mayoría de las fuerzas opositoras fue de tal magnitud que le fue permitiendo, y en algunos casos entregando, hacer uso de las fuerzas políticas y económicas del Estado, concentrando cada vez más poder.


Podemos sintetizar en los siguientes aspectos algunos de los errores cometidos por la oposición:


1.- El error fundamental que comete el conjunto de la oposición es no poder ubicar la naturaleza del régimen. Mientras que se le acusa de comunista, de revolucionario, se afianza ante las grandes mayorías como una alternativa real frente a sus condiciones, sin temor, las grandes mayorías, al socialismo o al comunismo que propaga tanto el régimen como muchos de sus opositores.


2.- La inexperiencia en un combate político en el cual el contrincante sustenta su política en la ofensiva permanente, por lo que levantar cualquier cotraofensiva requiere de su articulación tanto al desenmascaramiento del régimen como de una propuesta alternativa que despierte simpatías entre las grandes mayorías.


3.- La oposición burguesa y pequeñoburguesa, preñadas de las ideas neoliberales y posmodernas, no logran percatarse que buena parte de las demandas del capital financiero eran cumplidas por Chávez. En esto la pléyade de sus economistas, sembraron tal grado de confusión, que terminaron por favorecer a Chávez. Al acusarlo de no querer cumplir con la lógica de la política económica de estos tiempos, Chávez adelantaba una ofensiva que favorecía de manera clara a la oligarquía financiera. Fiel cumplidor de las demandas del FMI, del BM, de la OMC, promulgando el cuerpo jurídico que ni siquiera los gobiernos anteriores fueron capaces de producir, era acusado de aplicar políticas económicas y sociales, de corte centralista, socialista, entre otras.


4.- Un sector importante de la oposición de derecha, subestimó la política de Chávez en el seno de la FAN, de allí el estímulo de salidas golpistas muy bien aprovechadas por el régimen, sobre todo luego de la experiencia de abril de 2002. El montaje de la plaza Altamira, los discursos inmediatistas, que buscaban estimular una respuesta desde la FAN, terminó siendo un circo de baja estofa. Amén de la desconfianza que se afianzaba entre los pobres sobre estas opciones.


5.- No tener capacidad, el conjunto de la oposición, de que Chávez se había convirtió en la alternativa real para el sector hegemónico de la burguesía, de la oligarquía financiera, así como del imperialismo estadounidense, y en general del sistema capitalista semicolonial venezolano, frente a la eventualidad de una salida de otro signo que presentaba el peligro, o bien de una radicalización del proceso político hacia la izquierda, o de una creciente anarquización social y política que iba a demandar una salida de fuerza al estilo tradicional, esto es, al estilo de las dictaduras gorilas con la secuela de muertos y la descomposición económica, política y social a la que conducen. A tal punto logra Chávez ser aceptado como opción que recibió el plácet de parte del Departamento de Estado y de la oligarquía para cometer el fraude para el Referendo de agosto de 2004, cuestión que hoy día es acallada por los grandes medios, hoy adocenados frente al régimen.


Luego de los eventos electorales, las cosas se tornan más difíciles para las fuerzas opositoras. La dispersión, la desmoralización, el escepticismo, han minado las bases de las fuerzas de la oposición. Otros, han preferido la negociación y mediante “reflexiones” han vuelto nuevamente por las vías del “proceso”. Sin embargo, las masas opositoras aún conservan potencialidades que seguramente volcarán sus fuerzas contra el régimen y pugnarán por una alternativa, como quedó demostrado en el proceso electoral de diciembre de 2005.


Algunas consideraciones sobre el chavismo como despotismo revisionista de izquierda

En primer lugar, el despotismo parece ser la categoría que de manera más sustancial caracteriza al régimen chavista. Pesa en esta caracterización el hecho de que existe una relación entre la base material que sustenta la economía del país y esta tendencia política que ha encontrado en el chavismo una realización bastante clara, al conjugarse varias determinaciones, siendo la personalidad carismática de Chávez una de las más importantes. La concentración y centralización del poder en torno de una figura carismática no es el resultado de la mera voluntad de quien lo ejerce. Por el contrario, para que ello sea posible se requiere de condiciones objetivas y subjetivas; de las circunstancias políticas del momento, una de cuyas características es la inexistencias de una vanguardia política progresiva en medio de momentos de cambio; y de una base material objetiva que le de sustento. 


De allí la pertinencia de analizar en primera instancia el principal factor objetivo de la realidad venezolana: el recurso petrolero, tanto en las circunstancias específicas como generales; esto es, tanto en las circunstancias que condujeron a la entronización de Chávez en el poder, como en el desarrollo del proceso político del país en las últimas décadas. A fin de cuentas, es esta base material la que ha sustentado la tendencia al despotismo en la sociedad venezolana, independientemente de que analicemos el período bipartidista o el régimen actual.


El despotismo antiguo tiene una base concreta, más allá del débil desarrollo de las fuerzas productivas. Así, en la antigüedad, la propiedad del subsuelo se realiza mediante un: “… propietario superior o como el único propietario… Dado que la unidad es el propietario y el supuesto efectivo de la propiedad colectiva, ésta misma puede aparecer como algo particular por encima de las muchas entidades comunitarias particulares y efectivas y, en consecuencia, el individuo resulta en ellas desprovisto in fact de propiedad… aparece mediada para él por una franquicia que la unidad global —unidad que se realiza en el déspota como padre de las muchas entidades comunitarias— [otorga] al individuo por intermedio de la comunidad particular. El plusproducto —que además se ve determinado legalmente como consecuencia de la apropiación efectiva a través del trabajo— pertenece entonces de por sí a esta entidad superior”[4][4]. En nuestro caso, si bien es cierto no se trata de una propiedad del suelo del cual se arranca un producto por medio del trabajo participativo de la comunidad, existe la propiedad colectiva sobre la riqueza del subsuelo, que absorbe una proporción de trabajadores muy reducida, pero que brinda una renta muy importante, mediante el comercio internacional del recurso petrolero, que es redistribuida por el estado venezolano, quien aparece como esa unidad global, o propietario superior. La naturaleza del Estado, en nuestro caso, determina entonces la función de ese plusproducto, su destino. Podemos afirmar, con base en esta consideración que la base material, objetiva, por tanto, de esta tendencia despótica del estado venezolano, tiene que ver con la existencia de una riqueza concreta y con la manera como es apropiada y usufructuada. Ello explica las formas ideológicas que buscan legitimar al Estado, en nuestro caso, mediante su presentación como órgano supremo, un tanto similar a aquella circunstancia en la cual: “… las condiciones colectivas de la apropiación real a través del trabajo, [[p. ej,]] sistemas de regadío, muy importantes entre los pueblos asiáticos, medios de comunicación, etc., aparecen como obra de la unidad superior, del gobierno despótico que flota por encima de las pequeñas comunidades”[5][5].


Una de las características del régimen de producción capitalista es su capacidad para articular distintas formas de producción en torno del modo de producción hegemónico; de igual manera, el régimen burgués logra articular formas de propiedad diversas en torno de la propiedad capitalista y del proceso de acumulación de capitales. Ello explica, por ejemplo, la llamada economía mixta. Formas de propiedad estatales se articulan en torno de la acumulación, sobre todo cuando aquellas asumen las tareas de creación de las condiciones generales para la reproducción del régimen. Asimismo, algo demostrado en las distintas experiencias revisionistas, en el régimen burgués se puede establecer una clara diferenciación entre propiedad posesión y usufructo. De esta manera, en las experiencias revisionistas, mientras impera la forma de propiedad colectiva, la posesión de igual manera colectiva, y el usufructo del producto social termina siendo privado. 


En nuestro caso, en que la propiedad sobre las riquezas del subsuelo es del Estado, son usufructuadas de manera desigual. Una parte se va por la vía de elevados sueldos para la casta que asume parte del proceso de producción, de administración del recurso, etc., corrupción, entre otros mecanismos. Pero, en general, buena parte de la renta va a parar a manos de la clase burguesa, principalmente la oligarquía financiera, mediante diversos mecanismos de redistribución, siendo uno de ellos, durante el régimen chavista ha adquirido dimensiones extraordinarias, la deuda pública interna. Otra parte de los recursos obtenidos del negocio petrolero sirve para la creación de las condiciones del régimen capitalista, una de las cuales se resumen en las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, expresadas en las políticas sociales.


En nuestra historia ha pasado en forma un tanto inadvertida la circunstancia que para la política y las formas de ejercicio del poder burgués resume la propiedad de la nación sobre el subsuelo, al menos los análisis no aciertan a ubicar el problema de la concentración del poder, una de cuyas bases materiales objetivas, en nuestro caso, es precisamente la forma de propiedad de las riquezas del subsuelo. En concreto, siendo que la explotación del recurso petrolero llegaba como bondad a la nación en forma de renta, su redistribución ha conducido a un usufructo desigual, a partir de mecanismos de redistribución que han favorecido de manera clara al capital financiero, pero de igual manera han alimentado la condición del estado venezolano como unidad superior, usufructuario directo de la renta, alcanzando un nivel superlativo durante el gobierno chavista. De manera general, desde la óptica del capital, la redistribución de esa renta ha beneficiado al capital, esto es, ha permitido márgenes de acumulación concretos para la burguesía y ha garantizado las condiciones de reproducción del orden capitalista. Pero, de igual manera han colocado al Estado en condiciones concretas que le permiten afianzar su condición de unidad global. De allí la idea paternalista y las condiciones materiales efectivas para la realización del populismo.


La experiencia política de las últimas décadas, desde la nacionalización que, siendo chucuta, ha permitido la centralización de grandes masas de capital y la formación de una casta llena de privilegios que, en conjunto, se fue convirtiendo en un “trofeo” nada desdeñable. La profundización de esta circunstancia, en medio de la crisis de la forma de dominación bipartidista, facilitó la entrada en escena de la personalidad carismática. Ello condujo al nuevo régimen a ubicar a Pdvsa como una entidad a la cual debía echarle mano para ejercer un control directo de sus recursos para colocarlos al servicio de las “nuevas políticas”. 


De allí que uno de los objetivos del régimen chavista haya sido precisamente hacerse de tan preciado espacio. La historia reciente y la manera como se viene manejando Pdvsa son harto demostrativas de esta afirmación. Esa es precisamente la base material fundamental del nuevo régimen. Podemos decir que esta tendencia siempre estuvo presente en la modernidad venezolana, por lo que el manejo del negocio petrolero, desde que adquiere tanta relevancia económica, se haya convertido en aspecto fundamental para las clases dominantes y sus distintas expresiones políticas. Ello explica que, al lado de formas democrático burguesas, esta determinación haya sumado para que siempre estuvieran presentes rasgos de despotismo propios de la alta concentración de capitales que supone el negocio petrolero sustentado en esa manera particular de propiedad.


Los intereses que despierta el recurso petrolero ya de por sí son suficientes como para despertar una fuerza poderosa dentro del chavismo en función de controlar de manera absoluta el negocio. Hacerse de Pdvsa se convierte en un objetivo clave del régimen. La ofensiva inicialmente resultó tímida, pero fue dando paso a iniciativas cada vez más claras hasta, hasta que se conjuga la severa crisis política que hizo tambalear las bases del régimen, con la mayor de las torpezas políticas.


De allí que el paro petrolero, más que cualquier cosa, resulto ser una estupidez política. La ingenuidad expresada por la dirigencia de esta jornada deja como saldo real, el traspaso de la empresa al régimen de manera sui generis. Se trataba de un problema en el cual estaban en juego intereses de una gran significación. Por un lado una burocracia, más bien tecnocracia, que se resistía a ser desplazada de los codiciados espacios que brinda la petrolera estatal. Por otro, quienes ven en ella, además de un espacio lleno de privilegios, la posibilidad de obtener los recursos capaces de satisfacer la voracidad rampante de los nuevos tiempos. Resume este episodio esa tendencia propia de la sociedad burguesa en la cual “los partidos que luchaban alternativamente por la dominación, consideraban la toma de posesión de este inmenso edificio del Estado como el botín principal del vencedor”[6][6], y Pdvsa era la principal bolsa, muy codiciada por la naturaleza de clase de importantes capitostes de la nueva forma de dominación.


En adelante, la política petrolera ha resultado coherente con lo anterior. De tal manera que, mientras profundiza la entrega del recurso petrolero al capital petrolero internacional y se sigue su política en la materia, se nos presentan los lineamientos como expresión de una política nacional. El fariseísmo, la farsa y el engaño, también se ponen de manifiesto en la materia.


Ahora bien, la forma como se expresa el despotismo chavista está claramente inscrita en el revisionismo de izquierda.


Cuando hemos señalado que se trata de un régimen despótico y, en su forma, revisionista de izquierda, se contraponen algunos criterios. Destaca aquél que alude a que con ello se le da una relevancia al chavismo y al “pensamiento” chavista más allá del que se merece. Que se trata de una sobrevaloración del chavismo. No se ubica, desde esta perspectiva, que el chavismo encuentra sus raíces filosóficas en el irracionalismo y esta corriente supone una lógica en el comportamiento político que va más allá de las voluntades y cultura de quienes lo asumen. 


Las actuales circunstancias, sobre todo a raíz del afianzamiento económico del régimen —mediante un control aún más directo sobre Pdvsa y del incremento de los precios del crudo en el mercado internacional, afianzados por la política implantada en la OPEP, nada contradictoria con el que imponen las grandes corporaciones del petróleo—, han facilitado el desarrollo de políticas que crean mayor confusión en sectores diversos y afianzan la superestructura política sustentada en el discurso revisionista, que se traducen en una concentración y centralización superlativa del poder. 


La expresión: socialismo de palabra, pro oligarquía de hecho, resume la naturaleza del régimen.

A eso ha llegado el engaño chavista. Las evidencias son muy claras, tanto del discurso, como de los resultados de la política. Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. La oligarquía bancaria en 2004, para ubicar un elemento por demás emblemático, percibió ingresos que representaron el 11% del PIB nacional. Por su parte, una somera revisión de la política petrolera refleja la entrega de la riqueza petrolera a las grandes corporaciones del petróleo, principalmente a Chevron. Mientras, los niveles de miseria, hambre y desempleo, en el mejor de los casos, se mantienen en los niveles heredados del régimen bipartidista, muy a pesar de las manipulaciones estadísticas por parte del régimen.


Así, el engaño encuentra perspectivas en la manera como esta corriente revisionista primitiva, ubicada en la perspectiva agnóstica y metafísica, se sustenta en los sentimientos y emociones como base para el quehacer político, contando con una relativamente sólida base material. Cuestión que fue madurando desde el momento mismo en que Chávez aparece en la palestra política como alternativa, de cambio para las grandes mayorías y como factor de contención social desde la perspectiva de los sectores dominantes.


El afianzamiento de esta práctica da como resultado la realización de la tesis o principio de la autoridad carismática. Concepto bien recreado por el chavismo en torno del personaje en cuestión. Ello es lo que a fin de cuentas permite, junto con la explotación del resentimiento social, la manipulación de la conciencia de las mayorías explotadas y oprimidas, y la relativa unidad entre los sectores chavistas. Aunque llena de fragilidad, esta unidad se ve alimentada de manera muy diversa, convirtiéndose la corrupción generalizada en uno de sus pilares.


Se une a esto la utilización del mito como palanca fundamental en la entronización del líder del proceso. Ello explica la apropiación por parte del líder del proceso de la mitología venezolana, tanto de Bolívar y los patriotas más importantes de la guerra nacional de independencia, como de la lucha revolucionaria latinoamericana, sin dejar a un lado a figuras fundamentales del movimiento comunista internacional. Asimismo, al hacerse expresión genuina de la idiosincrasia criolla, convierte en mito la propia venezolanidad. Pero de igual manera asume a cualquier connotado liberal burgués como mentor de cualquier idea o política. De allí el engarce del régimen y su líder con el planteamiento soreliano. No señalamos con esto que Chávez tenga cultura al respecto, simplemente que existe una coincidencia con alguien que le dio piso teórico y político a la tendencia política irracionalista, convirtiéndose en un precursor importante del pensamiento fascista. Quien no era “Ni metafísico, ni sociólogo, ni historiador, pero sí «filósofo» en la acepción que el término adquiere en el siglo XVIII, tal es el Sorel que se sentirá fascinado, desde su primera obra, por el papel de los mitos en la historia de las civilizaciones y que elaborará, al final de un largo proceso de fermentación intelectual y de compromiso político, una idea auténticamente genial: la teoría de los mitos heroicos y de la violencia creadora de moral y de virtud”[7][7]. De allí “… una de las claves del enfoque soreliano: la lucha de clases y la catástrofe final —esos dos pilares de la interpretación del marxismo elaborada por el autor…— se explican en términos de sentimientos, de mitos y de imágenes, se invita a los socialistas a que tengan en cuenta la historia de la iglesia y a que de ella extraigan lecciones de esperanza y de consuelo”[8][8]. Chávez, igual que Sorel, “Progresivamente… toma conciencia de la fuerza del mito y del papel que éste puede llegar a desempeñar como motor de la acción social”[9][9]. Por ello pensamos que “Este revisionismo revolucionario, antirracionalista y mítico…”[10][10], sin que ello suponga conciencia al respecto, encuentra en el líder del proceso y en el proceso mismo, una expresión bastante acabada. Otra coincidencia importante es que así como “Los sorelianos y los libelistas coinciden perfectamente en los principios del liberalismo económico más salvaje”[11][11], el régimen ha resultado consecuente con la política del capital financiero de estos tiempos. 


La tesis según la cual “Todos esos elementos de darwinismo social y de nietzcheísmo primitivo, comunes a los liberales más extremistas y a los revisionistas revolucionarios, indudablemente excluyen cualquier compromiso, tanto con la democracia política, como con la democracia social”[12][12], resume otra importante coincidencia del chavismo con los precursores del fascismo europeo. Ello explica la imbricación entre el despotismo chavista, el revisionismo izquierda que rezuma el líder del proceso y los rasgos fascistas que se expresan tanto en el irracionalismo como en el sectarismo. De igual manera, todo ello sustenta la tendencia autoritaria del régimen, tanto en relación con la sociedad, como en las relaciones a lo interno de sus instituciones.


Venezuela no es una nación imperialista de alto desarrollo industrial. No se trata de un país imperialista que lucha por mayores espacios en el mercado internacional. En definitiva, cuando señalamos que el régimen presenta rasgos fascistas, no estamos afirmando que sea esa su naturaleza, dado que no se trata de una nación imperialista sometida a determinaciones como las señaladas líneas atrás. Apenas somos un país semicolonial, dependiente y sometido a los designios del imperialismo estadounidense. Por tanto, sólo se trata de rasgos, una de cuyas expresiones más claras la encontramos en el irracionalismo, el espíritu de revancha presente en sectores lumpen, presente incluso en la alta jerarquía del régimen, y la utilización del mito y los sentimientos como base de la política.


En otro orden de ideas, quienes consideran que caracterizar al régimen chavista como revisionista supone darle una connotación que no merece, olvidan que el revisionismo es un pensamiento vulgar, que se aparta de la teoría científica del desarrollo social y de la revolución socialista, para caer en la realización de un pensamiento que busca desviar el proceso revolucionario hacia la colaboración de clases, más claro en el caso del revisionismo de derecha, y a reivindicar la esencia de la formación capitalista, tanto en aquél como en el revisionismo de izquierda. Ello supone, en las condiciones como la venezolana, la vigencia de la tesis según la cual “la forma más adecuada de penetración de la ideología burguesa… es la forma del revisionismo, el cual no es más que la ideología burguesa enmascarada con fraseología marxista y socialista”[13][13], lo cual en el caso que nos ocupa se viene poniendo en total evidencia en los últimos tiempos cuando el chavismo viene asumiendo la política de llevar el engaño al extremo posible, propagando la especie de la construcción del socialismo del siglo XXI.


Alguna gente analiza el revisionismo en la etapa en la cual fue dominante su expresión reformista y de derecha desde el poder, esto es, se analiza el revisionismo desde la época de Jruschev en adelante, o desde la época de Tito en Yugoslavia. Sin embargo, hemos de periodificar el revisionismo desde sus orígenes, o sea, desde el momento en el cual aparece la revisión del marxismo en la época decimonónica, desde finales de ese siglo en adelante, desde una perspectiva desviacionista. Lejos estaba el revisionismo de hacerse del poder, en cualquiera de sus variantes de izquierda o de derecha reformista. La incidencia del revisionismo reformista en el seno del movimiento obrero y su profusa producción teórica motivaron respuestas desde el marxismo que coparon en buena medida el combate a esta corriente ideológica como expresión de la ideología burguesa en el seno del movimiento obrero y de buena parte de sus partidos. Pero el combate contra el revisionismo de izquierda no se desarrolló en la misma magnitud. Así lo reconoce Lenin en una oportunidad al referirse al “revisionismo de izquierda” estableciendo que: “no podemos detenernos a examinar aquí el contenido ideológico de este revisionismo, que dista mucho de estar tan desarrollado como el revisionismo oportunista y que no se ha transformado en internacional, ni afrontado una sola batalla táctica importante con el partido socialista de ningún país”[14][14] No fue sino en la década del veinte del siglo pasado, cuando esta expresión del revisionismo, se convierte en alternativa de significación, sobre todo en Italia cuando Mussolini pugna por alcanzar el poder, desarrollando una política inspirada en las tesis soreliana, de Labriola, entre otros pensadores irracionalistas.


Por otra parte, el análisis del revisionismo de izquierda desde la perspectiva revolucionaria marxista, se ve opacado ante la problemática que representaba el fascismo ascendente en Europa, a pesar de ser esta la desviación principal, de cara a la naciente ideología fascista y de haberse colocado de manera brutal en contra de los intereses del movimiento obrero. Todo lo cual desvió su análisis en el sentido de que más allá de sus orígenes, se asumió que sus manifestaciones formaban parte de las corrientes fascistas, tanto en Europa como en otras latitudes. Sin embargo, la experiencia latinoamericana, llena de una carga indigenista, en el caso de países como Perú, esta corriente va a expresarse de manera clara en distintas tendencias y partidos políticos, dentro de los cuales podemos ubicar el indigenismo en varios países andinos y en México.


Son muy pocas las experiencias en las cuales el llamado revisionismo de izquierda se ha convertido en vanguardia de un proceso político. De allí que Lenin advirtiera lo antes dicho. Por otra parte, como señalamos líneas atrás, el revisionismo de izquierda bien puede ser considerado precursor del pensamiento fascista, por lo que su análisis ha quedado pospuesto a un ulterior período histórico. Dicho de otra manera se tiende a analizar la realización plena de este tipo de revisionismo al convertirse en fascismo, por lo que termina siendo analizado es su realización como tal régimen en países imperialistas, no sus prolegómenos. En el caso que nos ocupa, las cosas tienden a ser distintas, toda vez que la consolidación del régimen político chavista se sustenta en el pensamiento irracional revestido de socialismo del siglo XXI, por lo que, al no contar con la base material y objetiva propia de las naciones imperialistas, apenas puede realizar algunos de los rasgos del fascismo.


Por su parte, se esgrimen argumentos para negar que Chávez tenga filosofía alguna, olvidándose quienes así concluyen que esta posición, más bien algunas de sus ideas filosóficas, supone su inscripción en alguna corriente o doctrina filosófica. No somos, por tanto, de los que consideran a Chávez un castrado filosófico, toda vez que ello es un absurdo. En toda sociedad de clases, las ideas capaces de generalizar, esto es, las ideas filosóficas, se inscriben dentro de una corriente determinada, general o doctrinaria.


Podemos afirmar que todo aquél que responda a cuestiones generales, esto es, a lo atinente al mundo filosófico, resume una postura en tal sentido. Más específicamente, más allá de su ubicación en el campo idealista o materialista, las ideas generales enarboladas por quien asume la política de manera clara, lo inscribe en alguna doctrina, aun cuando sea ignorante de la misma. De manera más acabada, todo aquél que encuentra cierto ordenamiento en las cuestiones generales, sobre el mundo y la sociedad, se aproxima a una doctrina filosófica específica. Pero ello no supone que el personaje en cuestión sea un filósofo, o que asuma una corriente determinada de manera consciente. Por el contrario sus ideas, vulgares en general, apenas le permiten sustentar alguna que otra aproximación teórica y filosófica, más cuando su política es en extremo farisaica, por lo que debe recurrir a ideas aisladas, muchas de ellas inscritas o aisladas de determinados contextos.


Sin embargo, son muchas las consideraciones que permiten ubicar una relación entre el proyecto chavista y el irracionalismo del revisionismo de izquierda soreliano. No afirmamos con esto que Chávez tenga cultura al respecto. Por el contrario, son evidentes sus carencias culturales en general y en particular del asunto que nos ocupamos. Sólo que hay que ubicar que existen condiciones objetivas y subjetivas que han permitido tal circunstancia, cuya primera aproximación la encontramos en la asunción que hace del irracionalismo. Más aún, al ubicar claramente la base social a la cual se debe, que unifica los extremos de la sociedad, termina por convertirse claramente en el jefe del lumpemproletariado, mientras ejecuta la política a favor de la oligarquía, esto es, termina siendo un agente del capital financiero.


Podemos encontrar estas raíces en el proceso político venezolano, que arropan, tanto a Chávez como a buena parte de quienes insurgieron en la década del sesenta y setenta. Chávez no es más que un conspirador que bebe en primera instancia de tesis alejadas del marxismo, y que, por el contrario, se basan en “búsquedas” en las raíces históricas autóctonas, por lo que fácilmente fueron cayendo, quienes asumieron tales ideas, en la más burda propuesta, desconociendo la naturaleza del capitalismo contemporáneo y de las condiciones del capitalismo dependiente y semicolonia de Venezuela.


Asimismo, podemos afirmar, sin lugar a dudas, que, siendo el pensamiento marxista en Venezuela una suerte de enclave doctrinario un tanto exquisito, al menos en sus orígenes y partiendo de la extracción de clase de quienes lo asumieron, es fácil de concluir en que su aplicación fuese dogmática, muy sujeta a “principios” aplicados sin la profundidad del caso. El marxismo, en general, fue asumido de manera escolástica, sobre todo a partir del período del revisionismo jrushoviano en adelante. Este elemento explica, tanto la suerte chavista, como la posición asumida por buena parte de los sectores de “izquierda”.


Por su parte, así como señalamos líneas atrás, que la base material con que cuenta este proyecto, no es otra que la renta petrolera, su base social es el lumpemproletariado. En estos asuntos puso el chavismo todo su empeño, desde un principio, pero sobre todo a raíz de la crisis política de 2002, cuando se conjugó de manera clara, tanto la política social basada en un populismo ramplón, como el inicio del control más directo de Pdvsa.


A diferencia del fascismo, la base social del régimen chavista no es la pequeña burguesía, sino el lumpenproletariado. No puede ser de otra manera, toda vez el mayor freno al desarrollo de nuestras fuerzas productivas, dada la naturaleza semicolonial y dependiente de la sociedad venezolana, que conduce a un crecimiento inusitado de los sectores lumpen, mientras empobrece a cada vez más amplios sectores sociales. Sin embargo, el irracionalismo y el revanchismo no sólo prenden en sectores medios. Aquél, el de los sectores medios de los países imperialistas, alude a la revancha de la nación frente a otros imperialismos, éste, el de un país como el nuestro, alude a una circunstancia más genérica o primitiva, la revancha social. Así, más allá de consideraciones psicológicas, Chávez parece imitar a “… Bonaparte, que se erige en jefe del lumpemproletariado, que sólo en este encuentra reproducidos en masa los intereses que él personalmente persigue, que reconoce en esta hez, desecho y escoria de todas las clases, la única clase en la que puede apoyarse sin reservas, es el auténtico Bonaparte, el Bonaparte sans phrase. Viejo roué ladino, concibe la vida histórica de los pueblos y los grandes actos de gobierno y de Estado como una comedia, en el sentido más vulgar de la palabra, como una mascarada, en que los grandes disfraces y las frases y gestos no son más que la careta para ocultar lo más mezquino y miserable”[15][15].


Pero de igual manera Chávez parece imitar a Luís Bonaparte, en el sentido de que “… quisiera aparecer como el bienhechor patriarcal de todas las clases. … Quisiera robar a Francia entera para regalársela a Francia, o mejor dicho, para comprar de nuevo a Francia con dinero francés, pues, como jefe… tiene necesariamente que comprar lo que quiere que le pertenezca. Y en institución del soborno se convierten todas las instituciones del estado:… En medio de soborno se convierten todos los puestos del ejército y de la máquina de gobierno”[16][16]. Lo cual resume el proceso de lumpenisación de la sociedad y del régimen chavista.



Un proyecto personal deviene en régimen despótico revisionista de izquierda

Es sumamente claro el hecho de que el régimen despótico, revisionista de izquierda, descansa en una sola figura, sin la cual su vida sería efímera, se haría polvo en un período bastante breve. Pero no creemos que se trate del simple caudillismo, o, en todo caso, se trata de una versión redomada, más rocambolesca, heredero de esta tradición venezolana y latinoamericana, pero con elementos nuevos, tales como el discurso y la base material en la que se sustenta, y los perfiles que se le van dando al régimen instaurado. De allí que uno de los problemas a afrontar sea que estamos tratando sobre un régimen que enarbola reivindicaciones y consideraciones sobre las grandes mayorías en general justas, de allí parte el engaño, toda vez que adelanta la política más perniciosa para esos intereses que dice defender, como ha quedado totalmente evidenciado. A diferencia de los proyectos caudillistas tradicionales, que por lo regular se han entronizado en el poder con un discurso reaccionario y de derecha. 


Esta circunstancia lleva a concluir a alguna gente en la tesis según la cual se trata de un mero proyecto personal que se vale del engaño para sostenerse en el poder. Somos de la idea distinta, que se trata de un proyecto personal que devino en régimen concreto. 


Creemos necesario puntualizar lo siguiente al respecto, el devenir no supone que no existieran tendencias que, de hecho así fue, pudieran apuntalar el proyecto personal de Chávez y con ello el de la oligarquía, pero que en el devenir hubo de perfilar un régimen que va más allá de la aspiración meramente personal. Sin embargo, esta coincidencia nos fuerza a determinar cuál de los dos aspectos que se entrelazan, el proyecto personal y las tendencias favorables a la oligarquía jugo el papel fundamental. Creemos en tal sentido que se trata de una relación dialéctica que alimentó ambas corrientes, pero a nuestro juicio, definitivamente el peso específico se encuentra del lado del proyecto personal de Chávez quien se ha sabido aprovechar del espíritu de cambio de los menesterosos para sustentar un régimen cuyos perfiles se han venido dibujando con el desarrollo de los acontecimientos, amarrando, por así decirlo a la oligarquía financiera. 


Así, el desarrollo del régimen ha tenido como punto de partida la aspiración personal de un personaje mediocre y grotesco como señalara Marx a propósito de Luís Bonaparte, quien logra entronizarse en el poder fruto de las circunstancias concretas antes señaladas. Sin embargo, esta aspiración va siendo realizada en medio de acontecimientos, circunstancias y determinaciones, que la llevan por un camino que hace que devenga en un régimen concreto. Ello no es fruto de la conciencia de quienes de alguna manera, incluyendo al personaje grotesco en cuestión, hayan tenido al respecto, lo cual supondría una prefiguración de un programa y un proyecto político concreto por su parte. Por el contrario, son esas circunstancias y determinaciones, entre las cuales hay que contar con el azar y el papel de la oposición, las que van conduciendo a darle forma a tal régimen concreto. Esto es, no necesariamente existe una idea preconcebida para que esto se vaya desarrollando y realizando.


Venezuela cuenta con algunas determinaciones absolutamente objetivas que hacen posible, o facilitan, un proyecto de esta naturaleza y un régimen, en consecuencia, que se va edificando producto de ellas. Por ejemplo, como hemos visto, la cuestión petrolera abona en esa dirección.


Otra de las determinaciones más importantes para que esto sea así, obedece a la inexistencia de una vanguardia capaz de colocarse al frente de las luchas populares y nacionales en función de dirigir un movimiento a todas luces maduro para acometer tareas de transformación revolucionaria de la sociedad. Ello le facilitó a Chávez el camino para hacerse de las simpatías de las amplias masas que aspiraban a cambios profundos en la sociedad.


Imperando una circunstancia que refleja la existencia de condiciones que resumen aquello de que las relaciones sociales, junto a las relaciones internacionales, se convierten en un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas, con lo que se abre un período de revolución social; que ello se expresaba en el hecho de que los de abajo no estaban dispuestos a ser gobernados a la vieja manera y que los de arriba ya no podían seguir gobernando a la vieja usanza; existiendo esas de terminaciones, era imprescindible la existencia de una vanguardia verdaderamente revolucionaria en términos reales, esto es, capaz de colocarse al frente del movimiento popular levantado en las calles. Mientras, los sectores dominantes, bajo la hegemonía de la oligarquía financiera, que no salían de la perplejidad, no lograban configurar un bloque de la dominación capaz de enrumbarse hacia la conformación de una nueva forma de ejercer el dominio sobre los oprimidos y explotados. Por lo que “En un momento en que la misma burguesía representaba la comedia más completa, pero con la mayor seriedad del mundo… y ella misma obraba a medias engañada y a medias convencida de la solemnidad de sus acciones y representaciones dramáticas, tenía que vencer por fuerza el aventurero que tomase lisa y llanamente la comedia como tal comedia. Sólo después de eliminar a su solemne adversario, cuando él mismo toma en serio su papel imperial y cree representar, con su careta napoleónica, el auténtico Napoleón, sólo entonces es víctima de su propia concepción del mundo, el payaso serio que ya no toma a la historia universal por una comedia, sino su comedia por la historia universal”[17][17]. Así, se repite aquello de que “…La idea fija del sobrino se realizó porque coincidía con la idea fija de la clase más numerosa de los franceses”[18][18]


Esta, en definitiva, es la principal circunstancia que permitió que el proyecto personal de Chávez se hiciera realidad, luego, las circunstancias van perfilando un proyecto que va más allá de la mera aspiración personal, aunque no la niega. 


Los perfiles que viene adquiriendo el régimen, que van más allá del proyecto personal, los podemos observar tanto en la asunción del revisionismo de manera cada vez más clara, como en el relativo afianzamiento de las instituciones, en el marco de un proceso en el cual se afianza la tesis según la cual “el poder ejecutivo, por oposición al legislativo, expresa la heteronomía de la nación por oposición a su autonomía”[19][19], esto es, la cada vez mayor concentración de la centralización del poder en manos del déspota, anula la llamada autonomía de los poderes.


Qué permite una categorización científica del régimen chavista?

Para alguna gente la profundización en torno de la naturaleza del régimen chavista resulta un asunto insustancial. Académico, en el mejor de los casos. Les resulta un ejercicio meramente teórico. De igual manera, les resulta también académico el abordaje de las distintas etapas que vivimos desde una óptica lo más rigurosamente científica


Por el contrario, consideramos que ha sido fundamental la caracterización del régimen de la manera más rigurosa posible, desde un principio. Aun cuando somos de la idea de que nos hemos quedado cortos en algunas consideraciones a nuestro juicio fundamentales. Por su parte, el análisis de cada período nos ha permitido ubicar algunas tendencias, a partir de lo cual hemos estado prevenidos ante las maniobras y desarrollos de la política chavista. Aparte, las distintas etapas que ha transitado este proyecto, que obedecen tanto a la ofensiva política del chavismo como a las de la oposición, resumen cambios importantes en lo económico, estructural, político y social, cuestiones que han sido fundamentales para definir una correcta política de alianzas.


Así, ubicar el comportamiento de las clases sociales en Venezuela durante este ya largo período, sigue siendo un elemento básico para darle rigurosidad científica al análisis político de esta experiencia. Sin ello veríamos el proceso como un devenir de acontecimientos políticos producto de la confrontación entre el régimen y la oposición. Uno de los aspectos que más ha incidido en la política, por ejemplo, ha sido el comportamiento de sectores burgueses en la confrontación con el régimen. Por una parte, en general, la burguesía menos articulada a la oligarquía se ha visto afectada por las políticas neoliberales, muy a pesar de lo cual, estos sectores, siguen asumiendo la “doctrina” económica del capital financiero, por lo que afianzan ideas erróneas de cara a la definición de una alternativa frente al régimen. En general, por su parte, la pequeña burguesía se ha visto afectada desde hace lustros por la política económica neoliberal. Durante el gobierno de Chávez esto no ha sido distinto. Por lo que la asunción de parte de este sector de actitudes políticas extremos ha estado a la orden del día, en general, este sector ha asumido una posición de vanguardia de los sectores opositores. La clase obrera, mientras tanto, ha sido un ausente de la confrontación política, cuyas luchas se han circunscrito a reivindicaciones parciales, sin poder ser articuladas en torno a las luchas de la oposición y la generalización siquiera a un sector de la economía, salvo las luchas de los petroleros previo a la gran ofensiva opositora durante el año 2002.


De este cuadro podemos apreciar la composición de las clases en pugna. mientras que del lado de la oposición se han colocado sectores burgueses y de la pequeña burguesía, junto a sectores populares no articulados orgánicamente, del lado del régimen se han colocado los sectores más empobrecidos de la sociedad, sobre todo aquellos que han recibido prebendas del gobierno a partir de la política social. La oligarquía financiera, en el desarrollo del conflicto, ha asumido una posición bastante acomodaticia, sobre todo porque recibe los principales beneficios de la política económica del régimen.


Indiscutiblemente que durante los últimos meses este cuadro ha cambiado, sobre todo por la neutralización de importantes sectores burgueses que, a raíz de la política económica del régimen, se han visto proclives a buscar espacios en los negocios gubernamentales, lo cual se traduce en un chantaje con repercusiones políticas de significación.


En tanto, el barniz conque se pinta la figura de Chávez, es de tal fuerza, que muchos sectores de las masas terminan asignándole propiedades que nada tienen que ver con la realidad, cuestión que de alguna manera es alimentada desde la oposición, que terminan concediéndole al déspota posiciones que más bien forman parte de la farsa. Este ha sido uno de los elementos que nos hacen concluir en que debemos profundizar el análisis del régimen en función de contar con más elementos para su desenmascaramiento. Ello, de igual manera nos permitiría poder incidir de mejor manera en el resto de la oposición en función de orientar mejor el desenmascaramiento y el diseño de ofensivas políticas más acertadas hasta alcanzar el objetivo de derrotarlo.


Las actuales circunstancias vienen abonando el camino para la consolidación relativa del régimen. Aunque su unidad se ve seriamente afectada, tanto desde el punto de vista político como social. Las demandas populares apenas son paliadas por la vía del uso dispendioso de los recursos extraordinarios provenientes del negocio petrolero. De allí las posibilidades del resquebrajamiento del apoyo que reciben de los sectores populares. A su vez, la unidad política encuentra se seriamente lesionada, tanto producto de las contradicciones sociales, como resultado de las contradicciones a lo interno del chavismo, donde algunos sectores aún pugnan por cambios, mientras que la unidad apenas se ve soldada a partir de la apertura de espacios a los distintos sectores políticos que apoyan al gobierno y a la estructura del régimen, como de la rampante corrupción.


La inmensa mayoría de los venezolanos, mientras tanto, aspira a cambios profundos. Tanto sectores que apoyan a Chávez, más que al chavismo, como amplios sectores de la oposición pugnan por cambios, buscan salir de Chávez sin volver al pasado. 


Las perspectivas en muy buena medida dependen de las capacidades que desarrolle la oposición. Existen algunas debilidades del régimen que bien pudiesen ser utilizadas por la oposición. La cuestión de la corrupción, de la ineficacia, entre otras, son elementos que facilitan el desenmascaramiento, pero se requiere de una fuerza orgánica capaz de orientar a las masas, brindando una alternativa política cuyo sustento no sea otro que un programa progresista que despierte simpatías y apoyo en amplios sectores populares. Ese es el reto para la oposición, principalmente de los sectores progresistas y revolucionarios.


Hemos vivido un período en el cual los actos heroicos no son precisamente el sustento principal de los liderazgos, ni del que resume Chávez ni del de los líderes de la oposición. De allí que las posiciones de avanzada, las posiciones de vanguardia, deben asumir tareas, precisamente que suponen actos heroicos, no en el sentido de acciones que impliquen sacrificios que separen a estos sectores políticos del nivel alcanzado por el movimiento, pero sí en el sentido de que marquen el rumbo que deben seguir las luchas.


El desarrollo acelerado de las condiciones objetivas y subjetivas puede facilitar el desarrollo de esta política. De allí que los sectores avanzados deben aprovechar los resquicios y circunstancias del momento, una de cuyas características lo resume el vacío político dejado desde el 5 de diciembre.


Estamos en presencia de un régimen que ha logrado frenar la esencia revolucionaria del pueblo venezolano, de una especie de engendro capaz de producir la confrontación entre hermanos para sostenerse en el poder. Por tanto, se trata de poner lo mejor de la vanguardia revolucionaria al servicio de la causa popular, lo cual pasa por el desenmascaramiento del régimen. Debemos poner todo nuestro empeño en derrotar la avanzada chavista, mostrando al mundo y al pueblo la capacidad y el talento para desenmascarar al régimen, en primera instancia, hasta alcanzar el objetivo de quitar del medio ese muro de contención en que se ha convertido el régimen chavista. Talento y capacidad que deben expresarse en la mayor profundización teórica para desnudar la naturaleza del régimen y de definir las políticas que garanticen la mayor eficacia política, una de cuyas líneas centrales debe ser ponernos al lado del pueblo, de los trabajadores, del proletariado y de todos los explotados y sectores dispuestos a salir de Chávez.


Debemos enfrentar la tendencia natural que conduce a que sectores del movimiento opositor caigan en posiciones anticomunistas, confundidos por el régimen que, al presentarse como revolucionario y socialista, al adelantar una política en esencia continuista en lo económico y sectaria y excluyente en lo político, en general autoritaria y fundamentalmente despótica. Esos son parte de los retos del momento político actual.





[20][1] Marx. P. 48
[21][2] Marx, Carlos, Dieciocho Brumario de Luís Bonaparte, …, p. 22.
[22][3] Marx, p.142
[23][4] Marx, Carlos, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (grundrisse) 1857~1858, Siglo veintiuno editores, s. a. de c.v., 2001 editorial siglo XXI, p. 435
[24][5] Ibidem. P. 436.
[25][6] P.132
[26][7] Sternhell, Zeev, Mario Sznajder y Maia Asheri, El nacimiento de la ideología fascista, Siglo veintiuno de España editores S.A., Madrid, 1994, p. 50.
[27][8] Ibidem, p. 68.
[28][9] Ibidem. P. 82
[29][10] P. 66.
[30][11] P. 64.
[31][12] P. 64.
[32][13] Hoxha, Enver, Obras escogidas, T. 4, Casa editora “8 Nentori”, Tirana, 1983, p. 197
[33][14] Lenin, Obras completas, t. 15, Ediciones Salvador Allende, p. 33.
[34][15] Marx., Carlos, op- cit, p. 80.
[35][16] Ibidem, p. 144.
[36][17] Marx. Op.cit. p.80.
[37][18] Marx, op. Cit. P. 134
[38][19] Marx, op. Cit. P. 130.



Carlos Hermoso
Secretario General (adj)
Bandera Roja














1 comentario:

Benito García Pedraza dijo...

Si les he entendido bien, ustedes caracterizan al régimen chavista como un "despotismo oriental" o "asiático". ¿Y no sería mejor caracterizarlo como un bonapartismo vulgar y corriente, aunque no por ello menos criminal y nefasto, precursor de los fascismos? Al fin y al cabo, fue el mismo Marx quien caracterizó al mismo Bolivar como un caudillo bonapartista, ¿y qué habría sido, si no, Chávez y el régimen que puso en marcha? --Y, por cierto, espero que no digan que lo que allí en Venezuela tienen no es Capitalismo (pero un Capitalismo enfáticamente monopolista de Estado, ahí tendrían la clave de su peculiar bonapartismo). En cuanto a sus referencias al socialismo, marxismo, comunismo, anti-imperialismo, etc., para legitimarse/justificarse, tampoco creo que sea una cuestión secundaria o accesoria, en absoluto. Lo cual, creo, que nos refiere, efectivamente, a un caso particular de capitalismo-nacionalista, en su forma de dominación política "bonapartista", con inequívocas características social-imperialistas, especialmente en lo que se refiere a América Latina, enfrentándose frontalmente contra el imperialismo de Estados Unidos, y buscando la coordinación con otros países capitalistas emergentes que rivalizan con el imperialismo neo-liberal o multinacional del bloque hegemónico occidental en el mundo (Estados Unidos, Unión Europea y Japón).

Saludos cordiales, compañeros.

P.D. Lástima que el mundo marxista esté hoy tan, tan enredado.