
Hablar sobre el Miss Venezuela me ha sido algo ajeno, ya que solo me ha interesado el tema para señalar lo lastimoso que significa que algunas niñas-mujeres compitan, desde su cuerpo y luego de someterlo a toda clase de torturas, a ver quien cumple la meta de “belleza” estereotipada y perversa. Lo que podría denominar, sin que me quede nada por dentro, uno de los iconos de la mercantilización del cuerpo de las mujeres, ya que las mujeres somos reconocidas como objeto sexual de los hombres, como madres, como putas o locas. Este año, sin embargo, es imposible no hablar de este evento ya que mis ojos, como muchos otros, estaban atentos ante un necesario pronunciamiento, dedicatoria, mención especial, recordatorio o como quiera que lo hicieran, sobre tres participantes que fueron connotadas noticias en este año, no precisamente por la belleza, sino por lo espantoso de sus muertes.