Pedro Arturo
Moreno
5 de octubre de
2014
En estos tiempos de
saltimbanquis, titiriteros y vendedores ambulantes debemos extremar los
esfuerzos para distinguir la paja del trigo. Quienes utilizamos transporte
público —tren, metro, busetas— ya no nos extraña la extendida proliferación de
personas vendiéndonos caramelos, tostones, chicles, conservas de plátano, y
también remedios y pócimas para picaduras, torceduras y contra el “maldiojo” (mal-de-ojo).
Recuerdo que unas décadas atrás nos topábamos en los buses con un vendedor de
una pomada milagrosa que servía para una infinidad de males, desde tos y asma
hasta ataque de lombrices; tenía un lema muy característico: “la Casa Apache
pierde y se ríe”, dando a entender que vendía esa pócima untuosa por debajo de
los costos. La afabilidad de ese vendedor nos llevaba a comprarle su mercancía
medicamentosa y sentir que casi lo estábamos timando.
En eso de mercadotecnia soy un
verdadero neófito, casi la víctima perfecta para un “paquete chileno”. Sin
embargo, y precisamente por ello, en otros campos de mi vida —política, lucha
social, sindicalismo, conocimiento científico— trato de ser más acucioso para
no caer tan fácil en las estafas, no tanto por un cuidado especial hacia mi
persona sino porque entiendo que estaría contribuyendo inconscientemente a que
ese engaño se expandiera en el círculo de la gente que me conoce, y eso para mí
sí sería imperdonable.
La profundidad, generalización y
magnitud de la crisis —no solo política, sino más agudamente social y
económica— que hoy agobia al pueblo venezolano nos obligan a desentrañar las
confusiones que la enmarcan, y poder ubicar si las varias posturas que existen
frente a ella están llevadas sinceramente por el afán de buscar salidas reales —medicamentos
que ataquen el fondo del problema— o son meras poses —pócimas engañosas y
milagreras— para seguir usufructuando lo que el statu quo da a cada uno de los contrincantes, con una enorme
ventaja para las mafias que controlan el gobierno y el Estado. Las variadas
lecturas de la crisis tienen expresiones tanto en el campo de quienes apoyan al
régimen como en el de quienes dicen oponérsele.
Una parte importante del
estamento político opositor actúa guiándose por una lógica que coloca sus
intereses partidistas por encima de los requerimientos populares por el cambio,
y ubica los tiempos del desarrollo de las luchas en un calendario donde sus
esfuerzos por colocar sus fichas en los espacios de elección popular son lo
principal. El sufrimiento del pueblo ante las calamidades insoportables a las
que nos ha llevado este desastroso gobierno solo es tomado en cuenta en las
cifras de las encuestas y en los negociados para repartirse los cargos. En esta
dirección, la actuación de la directiva de la MUD es muy clara al considerar
que la lucha social y la protesta popular por el cambio son un “atajo” que
distrae fuerzas que deben ser concentradas en eventos electorales, que hay que
maniatarlas para ponerlas en la institucionalísima función de presionar para
abrir espacios de “diálogo” que traigan estabilidad y paz al gobierno actual, ¡y
si en el camino se aparecen unos dos puesticos en el CNE y unos cuatro más en
el TSJ y uno que otro en el poder (in)moral no serán mal recibidos! Creer y
apostar junto con el gobierno, en una comandita tras bastidores, que con acercar
las elecciones parlamentarias de diciembre a junio de 2015 van eliminar o
descomprimir la molestia y el descontento de las mayorías nacionales, es
sencillamente una táctica política que evidencia que en verdad no se está
buscando un cambio sustantivo del actual régimen político y del rumbo al abismo
a que nos conduce.
Los partidos AD, PJ y UNT, como
ductores de la MUD, no han podido ser más claros en la escogencia del rumbo que
quieren darle al rechazo tan generalizado de la población contra este gobierno
inepto, corrupto, represivo y estafador: transformarlo en 2015 en votos para la
Asamblea Nacional, lograr una mayoría en esa institución e ir mejor preparados
para las elecciones de 2019. Un guión del cual Hollywood se sentiría envidioso,
al igual que Osmel Sousa. Y la escogencia del nuevo secretario ejecutivo
mudista solo sirve para que el escenario —puesta en escena lo llaman algunos— parezca
de vinculación con los sectores más pobres de la sociedad. La fallida
convocatoria a marchar cuatro calles el pasado sábado 4 de octubre hizo ver las
contradicciones en que se debate esa instancia unitaria, ya que las
controversiales y diferentes banderas por las cuales se debía protestar dejaron
un mar de dudas en la gente y aumentan la incredibilidad en esa coalición.
Si hubiese un Indepabis para la
política —el CNE está demasiado devaluado y descreído—ciertamente independiente
e imparcial, habría que denunciar allí esta oferta engañosa de la MUD. Y no se
trata de diferencias en cuanto a las formas de lucha, pues pensamos que es en
el marco de la Constitución vigente donde debemos encontrar los caminos menos
traumáticos para un cambio en el país. Se trata de que esas parcialidades
partidarias han perdido su catadura de hacer verdadera y sustancial oposición a
los desmanes de este régimen. Solo quieren administrar la realidad política y
temen ser desplazados por los nuevos liderazgos que ya comienzan a levantarse
en los distintos sectores sociales para enfrentar el reto actual de construir
una alternativa de progreso, justicia y democracia, nacionalista y unificadora
de todos los venezolanos que sentimos con dolor cómo conducen nuestro país a profundo abismo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario