Independientemente de la acertada condena contra la represión a connacionales por parte del gobierno de Muammar Gadafi, la ofensiva mediática –inscrita dentro de una estrategia intervencionista– no ha permitido la formación de una idea clara acerca de estos acontecimientos. Es más, el reconocimiento de la posible participación de miembros del terrorismo islamista, por parte de la secretaria de estado Hillary Clinton, hace pensar que ciertamente la rebelión con epicentro en la ciudad de Bengasi estuvo azuzada desde afuera por factores externos, seguramente financiados por las grandes potencias. De allí que es fácil llegar a la conclusión de que los medios al servicio de las grandes potencias han creado condiciones en la conciencia mundial de la necesidad de una intervención.
Para nada vale el argumento de proteger al pueblo libio cunado la historia es demasiado contundente en relación con las masacres perpetradas contra el pueblo de Irak y Afganistán por parte de las grandes naciones imperialistas, principalmente Estados Unidos. Lo que verdad les importa a los imperialistas en el caso que nos ocupa es el petróleo y el agua de Libia.
Esto queda demostrado en que después de la decisión unilateral de Gadafi de suspender operaciones militares una vez tomada la resolución en Consejo de Seguridad de la ONU, el gobierno libio decidió asumir la exclusión aerea y el alto al fuego. Esto deja al descubierto que la intervención militar no era para proteger sino para destruir. La zona es noroeste y es zona donde no había combates y aún así las fuerzas militares imperialistas han desatado un bombardeo masivo en una sola de las posiciones en conflicto, incluso en zonas civiles que nada tienen que ver con fuerzas militares -más bien económicas y de abastecimiento civil-, y que en nada afectan el poder de fuego del gobierno libio, si esto es lo que supuestamente se pretende. Esto queda demostrado en la cantidad de víctimas civiles que comienzan a apreciarse en hospitales de Trípoli y Misrata.
En definitiva, se trata de una guerra por el petróleo. Las condiciones de riquezas naturales de la nación árabe, expresadas en uno u otro país, se hacen propicias para este tipo de intervenciones. Las luchas de un sector del pueblo libio contra el despotismo de Gadafi es aprovechada por el imperialismo para justificar una intervención que busca hacerse de sus riquezas. De allí que no dudamos en condenar esta agresión contra la soberanía de Libia, sin dejar de condenar tampoco la represión del régimen contra nacionales libios. Pero lo principal en estos momentos es condenar esta violación al derecho de los pueblos a la autodeterminación.
A nadie se le ocurre intervenir militarmente contra Estados Unidos, Francia o Inglaterra, a pesar del genocidio que han cometido a lo largo de siglos. Ni las contradicciones entre los imperialismos pudieron frenar esta intervención. Los acuerdos entre ellos dan paso a la prepotencia del hegemón mundial, Estados Unidos, que sigue jugando el papel de gendarme internacional, a cambio de lo cual busca hacerse de yacimientos de petróleo liviano que posee la nación norafricana.
Llamamos a los pueblo del mundo a expresar su rechazo y condena a esta agresión que parece ser la respuesta del imperialismo mundial para atender sus propias contradicciones y necesidades de controlar el recurso energético.
Comité Político Nacional
Bandera Roja
Caracas, 20 de marzo de 2011