En la década de 1960, Venezuela se conmociona ante la conformación de una guerrilla que iba a operar en zonas tanto rurales como urbanas. Partidarios y detractores ven como “el fantasma del comunismo”, como suele decir el que teme perder algún privilegio, se desplegaba a lo largo y ancho del país, donde las juventudes descontentas se manifestaban con su furor particular. El gobierno debía acabar con “semejante peligro” y la confrontación no se hizo esperar.
De esa lucha, que duró más de tres décadas donde muchos perecieron, otros se rindieron y algunos continuaron, uno de sus personajes representativos es Gabriel Puerta Aponte, Secretario General de Bandera Roja y uno de sus fundadores el 20 de enero de 1970.
Pero la historia de Puerta Aponte va más allá de su “vida en la montaña”, que es como comúnmente se reconoce, es un político revolucionario con un profundo sentir humano que lo sumerge en una lucha incesante por sus ideas de justicia social.
Un hombre que desde muy temprana edad inició en la política, se mantiene en ella y asegura morirá en procura del mismo sueño con que comenzó: “un mundo de iguales”.
Que luches por un bienestar colectivo es una fuerza superior, nada te quebranta cuando piensas en un mejor mundo en el que, partiendo de este, la gente viva en un reino de felicidad, de superación de necesidades, de eliminación de vicios y egoísmos
En su juventud
¿Cuándo empieza a interesarse por la política?
Desde mi muy temprana infancia. Mi casa fue allanada por la Guardia Nacional cuando yo apenas tenía 7 años. Mi papa había sido Director de Educación en Anzoátegui durante el gobierno de Gallegos (Rómulo), pero dos meses antes de que cayera él había renunciado y desde luego lo siguieron. Entonces me intereso por mi familia, por la persecución que sufrían.
¿Pertenecían en su casa a un partido?
Mis padres eran adecos, y yo, recién caído Pérez Jiménez, inicio las acciones en el Movimiento Estudiantil y me incorporo a la juventud de Acción Democrática (AD).
¿Cuál era su concepción ideológica para ese momento?
La primera idea que uno tiene es una noción democrática general. Es decir, todo lo que es contrario a la dictadura. Aquello que permite participación popular, sindicatos, partidos políticos…
¿Cuándo lo “atrapa” la izquierda radical?
Allí mismo en AD, tenía como 14 años, que es cuando empiezo a militar seriamente y llego a ser dirigente juvenil en El Tigre, se inicia un debate desde la izquierda sobre la política y el rumbo del país. Se debate el tipo de democracia que se quería, donde por supuesto se habla de marxismo. Así comienzo a leer libros, que en un principio eran incluso anticomunistas.
¿Por qué decide desprenderse de AD?
Había una crisis interna y muchos militantes habían sido expulsados por sus ideas de izquierda, entonces empezamos a imbuirnos en esa discusión. Al final esos sectores de izquierda nos deslindamos y surge el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), donde un conjunto de cuadros nos vamos. Allí estaba Domingo Alberto Rangel, Simón Sáez Mérida, Américo Martin… muchos de los cuales más adelante nos iríamos a la guerrilla.
¿Ya definía su ideología?
Si, marxista- leninista.
¿Ese pensamiento influye para su posterior participación en la guerrilla?
Naturalmente. Fíjate que discutíamos mucho lo que era la política, los postulados y otros debates profundos en el MIR con relación a lo que internacionalmente se daba con todo el auge socialista. Los jóvenes acudíamos en masas a inscribirnos en el partido y Rómulo Betancourt nos decía “grupito de cabezas caliente”. Empiezan a haber choques violentos.
¿Usted estaba en la vanguardia de esas confrontaciones?
Claro, el pueblo empezaba a salir a las calles luego de derrocar a Pérez Jiménez y ya no había forma de hacerlo retroceder. Así comienza un proceso de violencia y persecución.
¿Cómo hacía para protegerse siendo un adolescente?
Estábamos legales, pero ya la confrontación se hacía fuerte. Por ahí en 1960, me voy de Caracas al Oriente del país y es cuando tomo mi decisión personal de militar a tiempo completo. Ya había unidades guerrilleras, sobre todo urbanas.
Yo nunca he ido a las cosas engañado, voy claro en lo que debo hacer con criterio, honrando responsabilidades y actuando a conciencia
En la guerrilla
¿Qué edad tenía cuando se va a la guerrilla?
Tenía yo como 19 años.
¿Cómo se desprende de la familia para irse a la montaña?
Las circunstancias me fueron empujando a una forma de actuación, ves que tienes un papel que cumplir.
¿Cuándo descubrió cuál era su papel?
En el Movimiento Estudiantil, al ver que el gobierno quiere arrinconarnos y se hace necesaria una respuesta de violencia organizada. La violencia no surge de este lado, es una respuesta.
¿Pensó abandonar en algún momento?
Jamás. Uno responde a convicciones y convencimientos. Yo nunca he ido a las cosas engañado, voy claro en lo que debo hacer con criterio, honrando responsabilidades y actuando a conciencia, eso viene de mi formación familiar, uno sabe los riesgos y los afronta.
¿Qué arriesgaba?
La vida, todos los días.
Pero no lo mataron…
No, pero todos los días era una posibilidad. La vez que estuvieron más cerca efectivamente no me dan porque el funcionario de la DISIP me falla el tiro a metro y medio porque estaba asustado.
¿Quién estaba más asustado usted o él?
Sin duda, él.
¿Por qué cree que él era el más asustado?
Porque yo no lo estaba. Igual me llevaron a la DISIP y me dieron una paliza brutal. Trataban de doblegarme.
¿Y se doblegó?
Ellos sabían que yo no iba delatar a nadie. Solo les dije que vieran que método usar para desaparecerme como a tantos otros. Mi personalidad no admite dobleces, ellos estaban convencidos de eso.
¿Siempre fue así?
Claro, esa es una conducta adquirida. Es decir, el problema de la delación, preservar a los demás es una cuestión de principios inquebrantable desde niño.
Entonces, ¿nunca traicionó a nadie?
Nada de eso, ni es algo que está en la punta de mi vida, en ninguna parte.
¿Y usted cree que lo buscado en la guerrilla lo consiguió?
Hice lo que tenía que hacer, no había otra alternativa.
¿Bajó fortalecido o debilitado?
Baje con el mismo sueño, con las mismas ideas, con mi mismo criterio socialista de toda la vida.
¿Es el mismo sueño que tiene ahorita?
Como sueño no hay variantes, como objetivos generales, como idea de transformar a Venezuela, de hacer una sociedad de iguales, de progreso, de desarrollo, de bienestar que incluya a todos y, por supuesto, eleve a los más humildes, a los trabajadores, a la gente que quiere progresar, que quiere avanzar, que quiere salir de abajo, echar para adelante.
Es abrir caminos, posibilidades y condiciones para que todo mundo pueda llegar a su nivel y así poder tener una sociedad con justicia social.
En su hogar
¿Cómo afectó a su entorno ser perseguido político?
La familia forma parte esencial de las motivaciones para la lucha. Un mundo mejor es luchar por mis hijos, nietos y todos los hijos y nietos del mundo.
Indiscutiblemente que estas luchas extremas quebrantan la normalidad, pero la relación en ese momento es la comprensión. El afecto no es una formalidad.
¿Alguno de sus dos hijos es marxista?
Ambos hicieron sus pasantías por la UJR (Unión de Jóvenes Revolucionarios) y nos acompañaron en muchas actividades. Conocen bien la teoría, pero eligieron el campo de la investigación. Uno es químico y otro matemático.
¿Estaría su padre satisfecho de ver lo que usted es y ha hecho?
Sin duda, él siempre fue muy comprensivo. Un tipo preocupado por la gente, en un criterio de ayudar, de educar.
¿Heredó eso?
(Risas) efectivamente.
¿Hasta cuándo Gabriel Puerta Aponte procura la revolución?
Hasta que viva. Hasta la muerte.
Corto y preciso
Un escritor:
Rómulo Gallegos.
Un libro:
La noche quedó atrás.
Un poeta:
Andrés Eloy Blanco.
Un poema:
El canto a los hijos en marcha.
Una película:
Las uvas de la ira.
Una comida:
Las criollas, todas, soy de buen diente (risas).
Un color:
Rojo.
Un valor:
La amistad.
Una adicción:
Leer.
Una pasión:
La lucha revolucionaria.
Un sueño:
Un mundo de iguales.
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