“Para Rosneft es un atractivo negocio comprar o acceder a reservas a muy bajo precio. Con ese 40 por ciento ‘adquiere’ 16.000 millones de barriles a un costo unitario de 10 centavos de dólar por barril”
Por: Humberto Márquez / Inter Press Service
Las empresas estatales Rosneft, de Rusia, y PDVSA, de Venezuela, se asociaron para explotar un campo petrolero con reservas estimadas en 40.000 millones de barriles, en un afianzamiento de la alianza entre los dos países. La parte rusa se hará con 40 por ciento del proyecto, por 1.500 millones de dólares, de un yacimiento venezolano que en cinco años produciría 400.000 barriles diarios, detallaron responsables de las dos compañías.
“Para Rosneft es un atractivo negocio comprar o acceder a reservas a muy bajo precio. Con ese 40 por ciento ‘adquiere’ 16.000 millones de barriles a un costo unitario de 10 centavos de dólar por barril”, dijo a IPS Víctor Poleo, docente de posgrado en economía petrolera de la pública Universidad Central de Venezuela. El barril (de 159 litros) se cotiza entre 90 y 110 dólares en el mercado mundial.
El crudo objeto del acuerdo está en la Faja Petrolífera del Orinoco, un área de 55.000 kilómetros cuadrados en el suroriente de Venezuela que contendría 1,2 billones (millones de millones) de barriles, de los cuales unos 240.000 son reservas recuperables, según el Ministerio de Petróleo y Minería. El gobierno de Hugo Chávez (1999-2013), fallecido el 5 de este mes, bautizó los lotes de la Faja con nombres de batallas de la Guerra de Independencia (1810-1824) y concedió áreas a empresas mixtas, con una participación accionaria mínima de PDVSA (Petróleos de Venezuela) de 60 por ciento.
Con ese esquema, la Ley de Hidrocarburos de 2006 reemplazó los contratos de servicio que antes se extendían a operadoras extranjeras, a las que emplazó a transformarse en socias. Legalmente el petróleo de los yacimientos pertenece a la nación. Rosneft pagará a PDVSA un bono de 1.100 millones de dólares por su derecho a la nueva asociación en el lote Carabobo, ya avalada por el parlamento venezolano. En abril, las dos empresas afinarán detalles de la constitución de la nueva empresa mixta, PetroVictoria.
Además, la firma rusa pasó a poseer 40 por ciento de la empresa mixta que opera el vecino campo de Junín, cuando adquirió en octubre el consorcio ruso-británico TNK-BP. Las reservas de Junín se estiman en 53.000 millones de barriles y su 40 por ciento allí supera los 18.000 millones de barriles que Rosneft posee en Rusia. Con la operación en Carabobo, “revalúa sus acciones en libro a muy bajo costo”, apuntó Poleo, crítico de las empresas mixtas, por considerarlas “una cesión de nuestros derechos sobre el yacimiento”.
“Al final del día, significa que de cada 100 barriles que produzcan sus lotes en Junín o Carabobo, 40 serán de Rosneft, y 60 por ciento de la renta petrolera”, dijo Poleo, quien fue viceministro de Energía en los tres primeros años del gobierno de Chávez. José Suárez Núñez, de la publicación especializada Petrofinanzas, destacó a IPS el avance ruso en la Faja, aunque “en volúmenes por ahora irrisorios y de un crudo muy pesado y de refinación costosa”. Ello contrasta “con los depósitos de petróleos livianos y una producción líder, de 10 millones de barriles por día, en el país europeo”, recordó.
La mayoría del crudo de la Faja es extrapesado, de menos de 10 grados API (clasificación del American Petroleum Institute), frente a los de más de 30 grados del Medio Oriente, Rusia o el Mar del Norte. Por ello, antes de su destilado, ese petróleo debe mejorarse, en un proceso equivalente a una refinación parcial.
“Los acuerdos de Rosneft con PDVSA se enmarcan en la proyección de Rusia hacia América Latina, una zona que ha sido tradicional esfera de influencia de Estados Unidos”, advirtió Kenneth Ramírez, experto en geopolítica petrolera y presidente del privado Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales. Esa proyección integra “la gran estrategia de Rusia para re-emerger como potencia global y replicar al avance de Washington sobre lo que a su vez fue su zona de influencia, en Asia central y del sur, el Cáucaso, los Balcanes y el mar Negro”, dijo a IPS.
“Entre sus líneas está fortalecer vínculos con Brasil, del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y avanzar hacia el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, de ocho países) que lidera Venezuela”, agregó el experto. A los funerales de Estado por Chávez, el día 8, el mandatario ruso Vladimir Putin envió como su representante al presidente de Rosneft, Igor Sechin. El ejecutivo aprovechó para sostener una reunión con Nicolás Maduro, presidente encargado y candidato a suceder a Chávez en la elección del 14 de abril, para tratar obstáculos que habrían surgido en la relación petrolera binacional.
Los medios locales señalan rémoras en la capacidad de PDVSA para atender sus compromisos financieros, como evidencian atrasos en sus obligaciones con la brasileña Petrobras en la construcción de la refinería Abreu de Lima. Pero el ministro de Petróleo y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, ratificó “el compromiso de continuar con la política energética emprendida desde 1999″ por el líder fallecido. ”La relación estratégica con China y Rusia seguirá profundizándose, en concordancia con el esquema de multipolaridad que ha sido fundamental en la política internacional de la revolución”, dijo el ministro.
Cuando los proyectos se desarrollen, la alianza ruso-venezolana implicará invertir 46.000 millones de dólares en la Faja, de los cuales Moscú aportará 17.000 millones, aseguró. Kenneth Ramírez destacó que Rosneft también labora en campos maduros (viejos) en áreas distintas a la Faja y firmó acuerdos para participar en futuras explotaciones de gas y suministro de taladros para la extracción de crudo. ”Moscú no viene a buscar suministros, pues tiene reservas de 88.000 millones de barriles, sino que hace negocios que apalancan una alianza estratégica”, remarcó.
Poleo opinó que “también para la nueva nomenclatura venezolana es un buen negocio comprar alianzas con Putin y sus ‘silovikis’, jerarcas de inteligencia que integraron la KGB (policía política de la extinta Unión Soviética) y se hicieron de la conducción de grandes empresas tras la caída del antiguo régimen”. En el marco de esa nueva alianza se ubicarían las compras militares de Venezuela a Rusia. Desde 2006, Caracas compró a Moscú al menos 9.000 millones de dólares en aviones, helicópteros, lanzacohetes, tanques, vehículos blindados y fusiles de asalto, según la organización no gubernamental Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada.
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