Presentamos al pueblo venezolano, a las organizaciones populares, a los dirigentes sindicales, gremiales, estudiantiles y comunitarios, a los partidos democráticos y progresistas, nuestro análisis de la situación política nacional y nuestro rumbo para tiempos venideros
CONSTRUIR UNA FUERZA POPULAR
PARA EL CAMBIO PORGRESISTA
Superar la incertidumbre y allanar el camino de la unidad
La situación política que vive Venezuela tiene procesos de significación que demandan atención tanto en el análisis como en la asunción de líneas que permitan sacar el mejor provecho en la perspectiva de la derrota del régimen y la apertura de un proceso de cambios hacia el progreso de nuestro pueblo. Su complejidad se resume en buena medida en que existen desarrollos que apenas nos permiten ser concluyentes en cuanto a determinar si una tendencia es dominante o no. Y además dicha complejidad está cruzada por apreciaciones muy diversas en las fuerzas opositoras sobre cómo atender la política actual, cuestión que nos obliga a buscar alternativas para la lucha popular y la perspectiva revolucionaria, en medio de controversias con quienes buscamos aunar esfuerzos para configurar una opción con perspectivas de triunfo.
Como primer dato perceptible, vemos que los resultados del 26-S cambian la circunstancia venezolana. Ciertamente sus resultados eran en buena medida previsibles. En cualquier caso, iban a cambiar la composición de la Asamblea Nacional (AN). La presencia de la oposición era un hecho. Hubo la posibilidad de que la oposición ganase la mayoría de la AN, de haber desarrollado una política más acertada, de identificación y vinculación con las amplias mayorías, basada en un programa de claro contenido progresista y en el impulso de sus luchas por demandas inmediatas. Esto debemos tenerlo presente cuando abordemos el comportamiento del partido para la presente etapa, sobre todo porque el gobierno chavista al parecer tiene entre sus objetivos convertir al parlamento en escenario importante de la farsa, en arena de circo. En cualquier caso, la AN pudiese tener una importante actuación de cara a las elecciones de 2012, dependiendo en buena medida de cómo jueguen los factores políticos allí presentes. Los factores hegemónicos de la oposición parecen asignarle una relevancia principal. Aunque la AN no necesariamente sintetiza toda la situación nacional, sí pudiese tener importancia de primer orden, aunque ello estará sujeto a la política que se adelante en escenarios distintos y de mayor tenor político, a lo cual debería estar articulada la oposición parlamentaria, dado el hecho de que el chavismo ganó ese espacio, lo que le brinda amplia mayoría y empuja a que la oposición se desgaste en cuestiones subalternas que a fin de cuentas terminan siendo parte de la parodia ―al menos ésa parece ser la intención chavista.
A escala internacional, hay evidencias claras acerca de la situación revolucionaria en uno u otro punto de las cadenas imperialistas. Siendo las mejores muestras de esta afirmación los acontecimientos en Túnez, en Egipto, en Libia y en otros países árabes, aunque los sucesos en Europa ―particularmente en Grecia e Italia― indican que esta tendencia bien puede manifestarse en países y naciones de mayor desarrollo capitalista, cuestión que también debemos tener presente en la circunstancia venezolana.
Asimismo, las cosas no terminan de evidenciar un rumbo claro en materia de recuperación del sistema capitalista mundial. La recesión aún no es superada. El crecimiento de Estados Unidos, Alemania y Japón sigue siendo débil como para afirmar que ya se salió del vértice inferior de la curva que marca el despegue de la economía mundial. En virtud de lo cual, las potencias imperialistas juegan a la manipulación de sus monedas como mecanismo para aumentar su competitividad en vez de elevar sustancialmente la composición del capital. Esto es, alcanzar la competitividad mediante la implantación de innovaciones científico tecnológicas en el proceso de producción y menos trabajo humano, proceso que, por el contrario se ve frenado a pesar de que los grandes capitalistas cuentan con innovaciones hoy frenadas en virtud de la crisis. Así, las perspectivas del crecimiento del precio del crudo no son claras, con todo y que se ha venido incrementando. Los factores geopolíticos parecen estimular esta subida del precio más que la relación oferta/demanda como se demuestra actualmente con la subida del barril que ya se coloca en 100 dólares a raíz del conflicto en varios países petroleros y particularmente en Libia.
Existen tendencias en pleno desarrollo que deben ser permanentemente analizadas hasta tener elementos suficientes como para ubicar su realización de manera más clara. Eso no significa que nos quedemos a contemplar su desarrollo. Al contrario, debemos tener la capacidad para apreciar su desenvolvimiento y prever ulteriores avances, al menos de aquellas tendencias de importancia para la situación política, por lo cual nuestras iniciativas deben ajustarse a esos desenvolvimientos y sobre esta base realizar las maniobras, pues, si no, viviremos marchas y contramarchas seguramente controversiales, o se generarán polémicas producto de esa situación. Esto, por ejemplo, se manifestará en la materia unitaria, en el sentido de que uno u otro escenario de lucha pudiese alcanzar un desarrollo de significación para luego brindar la primacía a otro, aunque éste no necesariamente sea el único aspecto que se derive de la controversia.
Lo antes dicho nos fuerza a definir políticas que atiendan las cuestiones principales, pero que también contemplen las tendencias aún no formadas de manera clara. Además, debe atender la acumulación de fuerzas que demanda la correlación política y sobre todo contribuir a acelerar el desenmascaramiento y la descomposición del régimen y del orden dependiente y semicolonial del Estado venezolano. Tarea compleja en su formulación y mucho más en su realización, lo que obliga a que el partido tenga bien definido su papel, en cuanto a su atención y ulterior desarrollo. Aparte del papel del partido en la presente etapa, queda claro que debemos definir una certera línea de vinculación con la lucha de masas, de elevación de su conciencia, de marcar un rumbo ―en teoría y práctica― que permita salir al paso a cualquier eventualidad que demande la presencia de un fuerte movimiento de masas con una correcta conducción.
La situación política que vive Venezuela tiene procesos de significación que demandan atención tanto en el análisis como en la asunción de líneas que permitan sacar el mejor provecho en la perspectiva de la derrota del régimen y la apertura de un proceso de cambios hacia el progreso de nuestro pueblo. Su complejidad se resume en buena medida en que existen desarrollos que apenas nos permiten ser concluyentes en cuanto a determinar si una tendencia es dominante o no. Y además dicha complejidad está cruzada por apreciaciones muy diversas en las fuerzas opositoras sobre cómo atender la política actual, cuestión que nos obliga a buscar alternativas para la lucha popular y la perspectiva revolucionaria, en medio de controversias con quienes buscamos aunar esfuerzos para configurar una opción con perspectivas de triunfo.
Como primer dato perceptible, vemos que los resultados del 26-S cambian la circunstancia venezolana. Ciertamente sus resultados eran en buena medida previsibles. En cualquier caso, iban a cambiar la composición de la Asamblea Nacional (AN). La presencia de la oposición era un hecho. Hubo la posibilidad de que la oposición ganase la mayoría de la AN, de haber desarrollado una política más acertada, de identificación y vinculación con las amplias mayorías, basada en un programa de claro contenido progresista y en el impulso de sus luchas por demandas inmediatas. Esto debemos tenerlo presente cuando abordemos el comportamiento del partido para la presente etapa, sobre todo porque el gobierno chavista al parecer tiene entre sus objetivos convertir al parlamento en escenario importante de la farsa, en arena de circo. En cualquier caso, la AN pudiese tener una importante actuación de cara a las elecciones de 2012, dependiendo en buena medida de cómo jueguen los factores políticos allí presentes. Los factores hegemónicos de la oposición parecen asignarle una relevancia principal. Aunque la AN no necesariamente sintetiza toda la situación nacional, sí pudiese tener importancia de primer orden, aunque ello estará sujeto a la política que se adelante en escenarios distintos y de mayor tenor político, a lo cual debería estar articulada la oposición parlamentaria, dado el hecho de que el chavismo ganó ese espacio, lo que le brinda amplia mayoría y empuja a que la oposición se desgaste en cuestiones subalternas que a fin de cuentas terminan siendo parte de la parodia ―al menos ésa parece ser la intención chavista.
A escala internacional, hay evidencias claras acerca de la situación revolucionaria en uno u otro punto de las cadenas imperialistas. Siendo las mejores muestras de esta afirmación los acontecimientos en Túnez, en Egipto, en Libia y en otros países árabes, aunque los sucesos en Europa ―particularmente en Grecia e Italia― indican que esta tendencia bien puede manifestarse en países y naciones de mayor desarrollo capitalista, cuestión que también debemos tener presente en la circunstancia venezolana.
Asimismo, las cosas no terminan de evidenciar un rumbo claro en materia de recuperación del sistema capitalista mundial. La recesión aún no es superada. El crecimiento de Estados Unidos, Alemania y Japón sigue siendo débil como para afirmar que ya se salió del vértice inferior de la curva que marca el despegue de la economía mundial. En virtud de lo cual, las potencias imperialistas juegan a la manipulación de sus monedas como mecanismo para aumentar su competitividad en vez de elevar sustancialmente la composición del capital. Esto es, alcanzar la competitividad mediante la implantación de innovaciones científico tecnológicas en el proceso de producción y menos trabajo humano, proceso que, por el contrario se ve frenado a pesar de que los grandes capitalistas cuentan con innovaciones hoy frenadas en virtud de la crisis. Así, las perspectivas del crecimiento del precio del crudo no son claras, con todo y que se ha venido incrementando. Los factores geopolíticos parecen estimular esta subida del precio más que la relación oferta/demanda como se demuestra actualmente con la subida del barril que ya se coloca en 100 dólares a raíz del conflicto en varios países petroleros y particularmente en Libia.
Existen tendencias en pleno desarrollo que deben ser permanentemente analizadas hasta tener elementos suficientes como para ubicar su realización de manera más clara. Eso no significa que nos quedemos a contemplar su desarrollo. Al contrario, debemos tener la capacidad para apreciar su desenvolvimiento y prever ulteriores avances, al menos de aquellas tendencias de importancia para la situación política, por lo cual nuestras iniciativas deben ajustarse a esos desenvolvimientos y sobre esta base realizar las maniobras, pues, si no, viviremos marchas y contramarchas seguramente controversiales, o se generarán polémicas producto de esa situación. Esto, por ejemplo, se manifestará en la materia unitaria, en el sentido de que uno u otro escenario de lucha pudiese alcanzar un desarrollo de significación para luego brindar la primacía a otro, aunque éste no necesariamente sea el único aspecto que se derive de la controversia.
Lo antes dicho nos fuerza a definir políticas que atiendan las cuestiones principales, pero que también contemplen las tendencias aún no formadas de manera clara. Además, debe atender la acumulación de fuerzas que demanda la correlación política y sobre todo contribuir a acelerar el desenmascaramiento y la descomposición del régimen y del orden dependiente y semicolonial del Estado venezolano. Tarea compleja en su formulación y mucho más en su realización, lo que obliga a que el partido tenga bien definido su papel, en cuanto a su atención y ulterior desarrollo. Aparte del papel del partido en la presente etapa, queda claro que debemos definir una certera línea de vinculación con la lucha de masas, de elevación de su conciencia, de marcar un rumbo ―en teoría y práctica― que permita salir al paso a cualquier eventualidad que demande la presencia de un fuerte movimiento de masas con una correcta conducción.
En el mundo soplan vientos de cambio
Lo que más resalta en la situación internacional es la circunstancia revolucionaria en Túnez, en Libia, en Egipto y la elevación de la protesta política en varios de los países árabes, así como las reacciones populares en Albania. A finales de 2010, los movimientos populares, las protestas contra las medidas restrictivas del gasto que afectan sensiblemente a los trabajadores alcanzaron niveles de significación en Grecia, Italia e Inglaterra. La propagación por los manifestantes de consignas con contenido revolucionario refleja la elevación de la conciencia de la gente y apunta a situaciones de mayores perspectivas en un sentido revolucionario. En el caso de Túnez, el ser un país pequeño no significa que sea menor su importancia, por el contrario, esto puede representar el traslado de la tendencia revolucionaria de América Latina a África, cuestión que habla de la vigencia de la teoría del eslabón débil de la cadena imperialista, que ubica la posibilidad revolucionaria allí en el anillo que se debilita producto del freno del desarrollo de las fuerzas productivas por las relaciones de producción imperantes y los nexos de dependencia con el imperialismo. Recordemos que en Sierra Leona y otras partes de África, así como en América Latina, esta tendencia ha creado condiciones revolucionarias, con el lamentable desenlace de perderse ―al no haber una vanguardia revolucionaria sólidamente arraigada a las masas― las enormes posibilidades que en cada caso brindaban las condiciones objetivas y subjetivas.
En general, estas situaciones se ven atizadas por la crisis cíclica del sistema capitalista y por la crisis general; éstas son las que van creando mejores condiciones objetivas y subjetivas para esos estallidos que requieren de una vanguardia capaz de orientar a las masas hacia objetivos superiores, más allá de la mera superación del momento crítico. La oligarquía, el bloque de la dominación capitalista, busca remozar los Estados dependientes y semicoloniales y darle así continuidad a la explotación capitalista y la dominación imperialista, objetivos logrables mientras no surjan vanguardias en capacidad de cambiar de manera radical el curso de los acontecimientos. Lo que obliga a definiciones más precisas en función de una línea internacionalista que recree nuevos escenarios para la reinstauración del movimiento comunista internacional. Una de cuyas primeras cuestiones debe ser caracterizar correctamente la situación mundial, que desde nuestra perspectiva no puede ser algo distinto a ratificar lo señalado por Lenin: “Vivimos la etapa de descomposición del capitalismo, de tránsito a la sociedad socialista”.
La crisis general del sistema imperialista ha alcanzado niveles que conducen a que la incertidumbre siga siendo la principal determinación de las naciones y países de las cadenas imperialistas. No es de extrañar que los países capitalistas más desarrollados hayan culminado el Foro Económico Mundial de este año en Davos “con el convencimiento de que todavía queda mucho por hacer para superar la peor crisis financiera y económica desde la Gran Depresión”. Esto se evidencia, por ejemplo, en que el crecimiento de EEUU sigue parejo al incremento de su deuda pública cuyo porcentaje del PIB alcanza niveles extraordinarios, acercándose a 100 por ciento del PIB de 2010, esto es, superando los 14 billones (millones de millones) de dólares. Por su parte, China ―además de haberse convertido en la verdadera locomotora del sistema capitalista mundial― mantiene una deuda estadounidense cercana a 1 billón de dólares. Japón, por su lado, otros 900 mil millones más. La deuda global se acerca a 50 billones de dólares. En esta circunstancia, se incrementan las articulaciones de capitales imperialistas, lo que supone, en las primeras de cambio, un atemperamiento de sus contradicciones, que a la postre se incrementarán pues cada imperialismo pugna por hacerse de mayores espacios en el mercado en una rivalidad creciente, así como de mayores volúmenes de plusvalía para saciar la voracidad del capital productivo y especulativo. Esto, alcanzar tal grado de explotación del trabajo de los obreros que producen plesvalía que sea suficiente para satisfacer la ganancia del capitalista dueño de los medios de producción, así como la que demanda el tenedor de acciones o papeles de la deuda pública de cualquier mercado.
Por su parte, EEUU, buscando recuperarse económicamente ―principalmente por lo costoso que resulta el crecimiento de su deuda―, traslada la elevación de la lucha de clases a sitios muchas veces muy lejanos de su propia geografía, localizando allí los capitales para sobreexplotar a los trabajadores en los países dependientes y semicoloniales, o en potencias imperialistas con las cuales articula sus capitales, sobre todo China. La guerra de monedas es otro de los elementos que pudiesen enlentecer el crecimiento de Europa y en general del capitalismo a escala planetaria. Las naciones imperialistas, principalmente EEUU, manipulan las paridades en función de estimular sus exportaciones y con ello el crecimiento de sus economías, sólo que la misma respuesta obtiene de parte de otros mercados con los que compite. Así, los estadounidenses, frenando la competitividad vía innovaciones tecnológicas, la alcanza dejando caer el dólar frente al euro, al yuan chino o el yen japonés. Por su parte, Europa toda busca reducir el salario de los trabajadores, mientras aumenta la presión tributaria, lo cual empobrece a los trabajadores, para alcanzar mayor competitividad frente a estadounidenses y asiáticos. Queda evidenciado claramente que la competitividad capitalista de estos tiempos, se alcanza por la vía del incremento de la explotación del trabajo, por la localización de capitales en espacios donde el precio de la fuerza de trabajo los hace atractivos, con mercados internos importantes, entre otros aspectos, o abaratando artificialmente los productos expresado en la guerra de monedas. La división internacional del trabajo parece afianzarse basada en estos elementos, lo que explica que EEUU, Europa y Japón presenten ritmos de crecimiento muy pequeños en comparación con Asia, parte de África y América Latina, principalmente Brasil. La guerra de divisas estimula también el crecimiento en las economías llamadas “emergentes”.
Todo nos hace suponer que la economía mundial presentará un crecimiento por debajo de lo esperado y que habrá peligros que pueden conducir a una caída del producto bruto de varias economías importantes, cuestión ésta que frenaría la posibilidad de superar firmemente la crisis cíclica y los estallidos bursátiles, y con ello produciría un mayor ralentamiento del crecimiento, dada la guerra de divisas que bien puede transformarse en una guerra comercial. Esto conduce, a su vez, a que los capitales busquen protegerse mediante el refugio que brinda el oro así como algunas materias primas que pueden presionar al alza en sus precios de manera correspondiente con el crecimiento de su demanda. Cuestión que se explica porque el oro, principalmente, es respaldo, precísamente de cualquier signo monetario, siendo su tendencia alcista casi una constante, mientras las monedas, sobre todo el dólar, buscan ser abaratadas unas frente a otras. La circunstancia europea, por su parte, no deja de ser preocupante: la aplicación de políticas impositivas, restrictivas del gasto, para garantizar compromisos establecidos con el FMI, auguran una elevación de la lucha de clases en países hasta ahora ejemplos de paz social. Es en este mercado donde las cosas pueden ser más explosivas en relación con el resto del mundo capitalista desarrollado.
La economía venezolana: más dependencia, más vulnerabilidad, más rentismo
Una de las circunstancias que penden como amenaza al régimen chavista es la cuestión económica. Por una parte, la recesión no ha sido superada. La economía, durante 2010, apenas anunció el inicio de la superación de la tendencia recesiva, situándose el crecimiento del PIB en -1,9 por ciento. Para 2011 el crecimiento pudiese ser un poco mejor, pero con una inflación similar o cercana a la de 2010. La deuda pública alcanza entre 28 y 30 por ciento del PIB, partiendo de un cálculo que toma como base una paridad de 2,60 bolívares por dólar. Pero, si el cálculo se efectúa ubicando el dólar a 4,30, algunos economistas concluyen en que la deuda pública alcanza 55 por ciento del PIB. Si tomamos la tasa de 5,30, usada por el Sistema de Títulos en Moneda Extranjera (Sitme), el endeudamiento asciende a 65 por ciento del PIB, afirmado por el economista García Banchs, en un estudio realizado a finales del ejercicio de 2010. La deuda interna, específicamente, se sitúa en unos 100 millardos de bolívares. Para este año se calcula que la deuda pública interna se ubicará en 54 mil millones de bolívares, 54 por ciento más elevada que la contratada en 2010. Según cifras oficiales, la deuda pública se ubica en 64.115 millones de dólares, de los cuales la deuda externa representa 54 por ciento y la interna 46 por ciento. Por su parte, según cálculo de algunos economistas no oficialistas, la deuda global alcanza más de 110 mil millones dólares. García Banchs agrega que, aunque el Estado venezolano presenta cifras a los mercados internacionales a una tasa de 2,60, desde el exterior ya se están haciendo trabajos en los cuales se calcula la deuda nacional con los diferentes tipos de tasas. Esto se podría traducir en pagar mayores intereses por los papeles que se lancen al mercado.
Ciertamente la capacidad de endeudamiento del Estado venezolano es correspondiente con el aval que representa el petróleo y otras riquezas naturales. Si la comparamos con la deuda estadounidense veríamos que en términos relativos, claro está, se trata de una deuda soportable. Como señalamos anteriormente, la deuda de EEUU está cerca de 100 por ciento del PIB de 2010. Sin embargo, en nuestro caso, en virtud del proceso de destrucción de capitales, del desmantelamiento del aparato industrial y agrícola, cualquier vaivén a la baja del precio del crudo conduciría a una situación de mayor déficit presupuestario, lo cual tendrá como respuesta el consabido endeudamiento púbico y más presión tributaria, medidas éstas que el gobierno sabe que son perniciosas en condiciones preelectorales. Ante ello, el régimen preferirá recurrir al endeudamiento y al incremento de la espiral inflacionaria, así como a una eventual devaluación. De allí el consiguiente incremento del gasto, dados los compromisos que deberá asumir el Estado para cancelar esos servicios. Esto explica que, a pesar del alto precio del crudo, el presupuesto de ingresos y gastos se consolida siempre con base en el endeudamiento público, la manipulación cambiaria y la inflación. Esto es, por ser los gastos superiores a los ingresos, el gobierno busca hacer se de recursos vía deuda pública, mediante la devaluación, con lo cual obtiene más bolívares con los mismos dólares, y mediante la emisión de papel moneda sin respaldo, mientras el aparato productivo sigue estancado, por lo cual la inflación se hace más amenazante. Se gasta más de lo que se percibe, en términos reales y nominales. Todo lo cual conduce a un traspaso de capitales a la oligarquía financiera mediante el incremento de la deuda pública así como mediante negocios garantizados por el aval que supone el Estado. Recordemos que los compromisos contraidos por el Estado con la banca, supone amortización de capitales y pago de una tasa de interés que debe ser superior a la inflación. Con ellos los bancos ven atractivo comprar papeles de deuda frente al riesgo de invertir en un aparato productivo estancado y poco competitivo.
El elemento más pernicioso de la política económica del régimen sigue siendo seguir a pie juntillas la orientación que conduce al afianzamiento extremo del papel de Venezuela en la división internacional del trabajo. Circunstancia claramente explicada desde la teoría y que la vida se ha encargado de corroborar de manera fehaciente. De seguir por este camino, nos rezagamos en todas la materias, salvo petróleo, al menos así dice la teoría, que en nuestro caso parece contradicha, dado que incluso en la producción de este rubro hemos perdido ventajas comparativas por la conducción que se le ha dado a esta empresa. Ello explica entonces el manejo del sector externo y la inserción de Venezuela en Mercosur, manteniendo relaciones comerciales con EEUU muy sólidas. Entretanto, perdemos ventajas y contribuimos con el desarrollo en otras latitudes donde es muy alta la composición de capitales, brindando elevadas cuotas de ganancia al adquirir bienes por encima de su valor pero más baratos en relación con la producción nacional. En definitiva, mientras obtenemos extraordinarias ganancias por concepto del precio del crudo, brindamos ganancias enormes en la compra de bienes producidos más baratos pero que nos venden por encima de su valor. Ello paraliza el aparato productivo y disminuye el empleo productivo. Con las superganancias petroleras se mantiene la capacidad de demanda social, pero en perspectiva la economía se encamina hacia un verdadero desastre.
En el marco del capitalismo, estos elementos se convierten en un freno de primer orden en el desarrollo de las fuerzas productivas, expresado principalmente en las limitaciones que suponen al proceso de concentración de capitales. De allí el encarecimiento del crédito en esa conjunción perversa entre altas tasas de intereses para compensar la inflación, mientras se estimula la capacidad de demanda social sin desarrollo ni crecimiento económico, se desprotege el aparato productivo interno con la consiguiente pérdida de capacidad competitiva, mientras se incrementa la importación de bienes que pueden producirse en el país. He allí lo fundamental de la política económica chavista de cara a las leyes del desarrollo del régimen de producción capitalista. En definitiva, se produce un freno brutal al desarrollo de las fuerzas productivas, mientras se mantiene la ficción de que hay desarrollo endógeno, lo que evidencia que los diversos dislates chavistas son puro engaño y fantasía.
Si nos atenemos a cifras oficiales, los índices de pobreza y desempleo indican una importante disminución. Ciertamente, podemos dar algo de crédito a estos indicadores, pues el consumo se ha incrementado en la medida en que la importación ha crecido de manera galopante, a la par del desmantelamiento de nuestras capacidades productivas, y en particular del aparato industrial. Recordemos que EEUU satisfizo alrededor de 50 por ciento de todas las importaciones que realizó Venezuela en 2010, si bien obtuvimos un superávit cercano a 19 mil millones de dólares. El comercio entre EEUU y Venezuela creció en 2010 en alrededor de 34 por ciento en relación con el ejercicio fiscal precedente. Las importaciones durante 2010 se situaron en 38 mil millones de dólares.
El déficit fiscal, por su parte, se incrementará de manera importante. El presupuesto pautado para 2011 es de 204 mil millones de bolívares, 28 por ciento más que los 159 mil millones de 2010, aunque esta cifra se ha incrementado con las asignaciones de créditos adicionales, que durante ese período superaron los 34 mil millones de bolívares. Si el aumento de 28 por ciento en el presupuesto se contrasta con las estimaciones de una inflación para 2011 de 30 por ciento, en términos reales estaría cayendo el gasto público nuevamente. Se trata de una caída del gasto social en términos reales que se ve aún más afectado por el crecimiento de la deuda por déficit así como la que contrae Pdvsa y otras empresas del Estado, para mantener su capacidad operativa así como algunos planes de desarrollo. A su vez, en la Ley de Endeudamiento para 2011 se prevé un aumento de 54 por ciento en relación con 2010, al pasar de 35 a 54 mil millones de bolívares. Esto se traduce en que 26 por ciento del gasto total en 2011 estará financiado con deuda, según García Banchs, quien indica, además, que en este ejercicio el gobierno será más dependiente del endeudamiento. El déficit fiscal estaría por el orden de 4 puntos del PIB, resultado de la política económica que destruye el aparato productivo. Si se toma en cuenta la devaluación de la moneda decretada a finales de año, es probable que ―por el alto porcentaje de endeudamiento de Venezuela― el gobierno tenga más dificultades para colocar su deuda correspondiente al año en curso.
Esta circunstancia nos permite afirmar que la inflación para 2011 será probablemente similar a la de 2010. Quienes calculan estas tendencias están persuadidos de que la recesión junto con el incremento del gasto público, y por ende el déficit fiscal, conducirán a que esta tendencia se sostenga, derivando en una probable mayor estanflación, o sea, se mantiene la inflación así como el estancamiento.
La construcción de viviendas es uno de los asuntos jerarquizados por el gobierno chavista dado el déficit de más de 2 millones de unidades, lo cual lo convierte en explosivo. Con la promesa de construir 150 mil unidades este año, apenas se logrará atemperar el malestar de quienes demandan de manera perentoria soluciones habitacionales. De cumplirse esa meta, apenas se correspondería con el crecimiento anual de la demanda de este bien. Además, ello repercutiría negativamente en el manejo de las finanzas públicas de no incrementarse los ingresos por la vía de la subida de precio del crudo o del ritmo de crecimiento de la producción nacional, lo cual parece ser la tendencia dominante.
El régimen chavista: ni socialismo, ni independencia, ni democracia
La realización de esta política económica ―que en lo fundamental no ha variado desde 1989 a la actualidad― ha perfilado una estructura económica muy clara. Así, la oligarquía financiera contempla entre sus fracciones al sector bancario, el vinculado a los grandes negocios petroleros y el importador. La gran burocracia tecnocrática de estos sectores, de igual manera, se suma tanto desde el punto de vista del proceso de producción como de sus códigos ideológicos. Los sectores medios ―con los vaivenes que le imprimen las variantes de la política económica, la expansión de la demanda y las perspectivas del sector externo― se mantienen en la incertidumbre, se debaten entre la agonía y la expansión, siendo la tendencia dominante la primera.
Por su parte, el sector improductivo de los trabajadores se ha expandido de una manera importante. Mientras, el sector productivo, aquellos trabajadores que producen plusvalía, algunos vinculados al comercio y la banca, ha visto disminuir su número, producto del proceso de desindustrialización. Así, se calcula que la cantidad de trabajadores vinculados a la gran industria está cercana a 600 mil. Muchos de los trabajadores productivos se realizan en el marco de la pequeña y mediana producción, que se desarrolla en el marco de las limitaciones del proceso de concentración de capitales. Por su parte, el proletariado agrícola y los semiproletarios en este sector se mantienen estancados, dado el resultado de la política agraria y agrícola. Todo lo cual repercute significativamente de manera negativa en la fuerza capaz de sindicalizarse, así como en las perspectivas políticas de la clase obrera. Mientras, el sector de trabajadores vinculados a la llamada economía informal, de servicios reproductivos del capital variable, así como los sectores lumpenizados, entre otros, han visto crecer su reproducción con las consecuencias que conlleva en el comportamiento político de amplios sectores muchas veces inclinados hacia el individualismo, el escepticismo, el conservadurismo o la colaboración.
La configuración de un bloque dominante determinado encuentra en sus componentes muchas fisuras que en cualquier momento pueden abrir grietas profundas hasta llegar a resquebrajar al régimen e incluso inestabilizar el orden imperante. Este dato tiene significación cuando ubiquemos las perspectivas políticas y, en ellas, las posibilidades de una descomposición acelerada del régimen chavista y del statu quo. Esto señala los retos del partido, si de verdad buscamos jugar papel de vanguardia ante una eventualidad de ese calibre. Por lo pronto, el imperialismo y el bloque de la dominación parecen conformarse con lo que brinda Chávez.
Recordemos que esta forma de dominación ―basada en buena medida en un discurso seudosocialista― no termina de ser del mayor agrado del imperialismo y de la oligarquía. Aunque se convierte en una necesidad cuando, en determinadas circunstancias, sólo este tipo de forma de dominación permite apaciguar los deseos de cambio y canalizar la situación explosiva que hace peligrar el orden. Que a todas luces es el caso venezolano de estos tiempos. Donde la fraseología revolucionaria y socialista enmascara la dominación burguesa, de su ideología y de su metafísica, y logra confundir a importantes sectores de la sociedad.
Ello es lo que a fin de cuentas termina por asignarle ese rango de incertidumbre al régimen chavista, aunque a momentos se presente como inexpugnable dado que se apropia de las consignas populares, de la cultura del cambio revolucionario, entre otras cosas, mientras afianza los nexos de dependencia con el imperialismo. Recordemos, además, que esta forma de dominación encuentra en el petróleo y otras riquezas la base material para realizar el despotismo, un tanto al estilo asiático, con muy buenos resultados, sobre todo porque inserta políticas dadivosas que atemperan la lucha de clases. Sin embargo, como hemos señalado, la materia petrolera también se encuentra en cuestión habida cuenta de los vaivenes de su precio en el mercado internacional y de los problemas del capitalismo mundial, a lo que se suman las limitaciones de la industria venezolana y de su empresa, todo lo cual permite establecer de manera clara que la incertidumbre es el dato de mayor relevancia.
La superestructura jurídico-política erigida por el chavismo, como señalamos antes, muestra debilidad. Se trata de un régimen que encuentra en el discurso socialista no sólo un aval, sino correspondencia con la conciencia que imperó en la mayoría nacional, a diferencia de aquellos que levantaron una superestructura “socialista” ―más propiamente los de la órbita soviética― proviniendo de procesos de construcción del socialismo científico, de democracias populares, o de formas de ejercicio de un nuevo poder en función de echar las bases del socialismo, pero en los cuales se restauró el capitalismo. Ello conduce a que las limitaciones sean mayores, sobre todo por las grandes contradicciones entre el discurso y las realizaciones cada vez más ajenas al socialismo, además de la ineficacia, la corrupción y el derroche, entre otros males. A esto hay que agregar otro obstáculo: al régimen, en el marco de las ideas hegemónicas ―en gran medida propagadas por el mismo y asumidas como línea de acción―, se le dificulta concretar una perspectiva totalitaria. Recordemos que la superestructura no son sólo las instituciones, sino que incluye las ideas, la cultura, entre otras expresiones. En definitiva es el inmenso edificio institucional e ideológico el que no logra estabilizarse por el cúmulo de contradicciones en su seno. Esta cuestión es importante considerarla toda vez que la contradicción entre la estructura y la superestructura puede entrar fácilmente en un proceso de descomposición acelerada por lo endeble que resulta de cara a las tremendas contradicciones entre la palabra y las realizaciones gubernamentales.
No olvidemos aquel principio, o ley del desarrollo social, según el cual “la estructura económica de la sociedad [es] la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social”. El régimen capitalista de producción encuentra en la democracia representativa ―y en las formas de conciencia que coadyuvan con las relaciones imperantes y el mercado burgués― la superestructura correspondiente para ejercer el dominio de clase de los capitalistas sobre los trabajadores. Por lo tanto, formas de dominación como la chavista le terminan siendo útiles en situaciones extremas.
Hasta ahora, para citar un ejemplo, el régimen ha adelantado iniciativas con relevancia en la superestructura, tales como las comunas, los consejos comunales, a los que se une el llamado control obrero, entre otras. La oposición al responder esas cuestiones ha caído no pocas veces en la trampa. De seguro esta cuestión se seguirá manifestando dado que el chavismo parece haber definido el afianzamiento de estas formas superestructurales como mecanismo para preservarse, sobre todo por la incertidumbre que provoca en la oposición, además de que logra captar voluntades del pueblo, algunos con sincera fe por el “proceso”, los más por intereses particulares.
En los últimos tiempos el régimen chavista no logra hacerse de mayores índices de aceptación producto de los problemas descritos grosso modo líneas atrás. El carisma del líder del proceso viene menguando, aunque es de reconocerse que aún mantiene un nivel muy elevado de aceptación en sectores depauperados de la población. Es evidente que la estrategia chavista descansa en la confianza de que podrán seguir manteniendo la farsa afianzados en el carisma del líder. A ello se agrega la profusión del discurso “socialista” y la propagación como principales obras los “logros” de las empresas de producción social, la atención a la vivienda y las medidas para atender los desastres provenientes de las lluvias, principalmente manipulando cuestiones que no han sido eficazmente atendidas pero que mediante la propaganda logran presentar como expresiones del carácter popular del régimen. La ofensiva desarrollada en diciembre y enero indiscutiblemente que alcanzó en buena medida la meta trazada por el régimen en esa dirección. El reglamento de funcionamiento y de debates de la Asamblea Nacional, a su vez, representa un golpe para los factores parlamentarios de la oposición venezolana; igualmente, la Ley Habilitante deja a la oposición con menos margen de protagonismo en la arena parlamentaria.
Venezuela no aguanta más engaños ni falsos cambios
El análisis de las condiciones objetivas así como las perspectivas del régimen nos indican que pudiera presentarse una situación revolucionaria, cuestión posible en un escenario en el cual permanentemente las luchas de los trabajadores, de los pobladores de los barrios, de variadas comunidades, entre otros, viven en permanente lucha demandando solución a los ya crónicos problemas nacionales.
El régimen presenta signos claros de agotamiento, cuestión percibida por muchos sectores nacionales e internacionales. Dicho agotamiento se ve reflejado, en primer lugar, en la contradicción entre el discurso y la realización de políticas que favorecen claramente al capital financiero. En segundo lugar, en la ineficacia que presenta toda la institucionalidad en la atención de los problemas más urgentes del pueblo, tales como inseguridad, vivienda, empleo, salario suficiente, entre otros. Se suma, como dijimos antes, el agotamiento de la figura carismática de Chávez. Ya la gente tiende a cansarse de tanta demagogia e histrionismo, acompañado de la tal repolarización, que tiende a crear angustias en la gente, muchas veces sin que existan razones ciertas para ello, como no sea una estrategia de permanente camorra política.
Es evidente que sectores de la oposición atentos a esta tendencia buscan sacarle provecho para sustituir al régimen, aunque en términos generales sólo para dar paso al continuismo que mantiene las cadenas de dependencia y sujeción de las grandes potencias imperiales. Ésa es la puja que hay entre todos quienes buscamos una salida a la circunstancia política, toda vez que también estamos presentes quienes pugnamos por una salida progresista, popular y nacionalista. Ello debemos tomarlo en consideración a la hora de formular nuestra política. De un lado tenemos que el agotamiento del chavismo puede dar paso al afianzamiento de tendencias anticomunistas, de hecho, somos de la idea de que han brotado y se han estimulado tendencias cada vez más reaccionarias y revanchistas frente al chavismo que ―al identificar esta forma de dominación burguesa con socialismo― terminan por hacer un servicio al gobierno, instados miopemente por el espíritu que los anima en materia política y de presentarse como alternativa cierta. Pero, de otra parte, están presentes las tendencias políticas en el seno de la masa chavista que también cuentan a la hora de sumar en una dirección, pero que se ven frenados por el elemento antes señalado. Ello resta potencialidades a la perspectiva de cambio, o al menos de superación del régimen.
Por otra parte, la base social de este régimen es tremendamente endeble. Dada su naturaleza, el sector lumpen ―uno los componentes más importantes del chavismo, no sólo poco firme, sino también oportunista en extremo― termina siendo una debilidad que, en caso de pérdida de perspectivas, de seguro no tendrá miramientos para saltar la talanquera. Los trabajadores se mueven con recelo frente a uno y otro color. Los chavistas no terminan de hacerse fuertes entre la clase obrera no sólo porque no presentan una perspectiva de organización genuina defensora de sus intereses, sino por la política a favor de la explotación, de la flexibilización laboral, entre otros, que impone el régimen ―por supuesto, siempre amparados en discurso engañoso―. Pero la oposición no logra convertirse en hegemónica debido a las limitaciones políticas frente a la organización sindical y la defensa de la clase.
De tal manera que tanto la superestructura como la base social chavista terminan siendo débiles y, en perspectiva, poco fiables de ser puntales ante una eventual sacudida de los precios del crudo o de resquebrajamiento acelerado del bloque de la dominación. En cualquier caso, de lo que se trata es de establecer el desarrollo y afianzamiento de tendencias en las formas de conciencia social en la actual circunstancia.
La unidad es por una alternativa popular, democrática y progresista
Fieles al principio de concertar la unidad social y política de los factores y sectores sociales en contra del enemigo principal, para avanzar y alcanzar metas en cada etapa de la lucha revolucionaria, debemos ubicar este proceso de la manera más objetiva posible, tomando en cuenta las aspiraciones de los sectores con los cuales buscamos aunar esfuerzos por objetivos comunes.
Desde la óptica de buena parte de los factores opositores, hay un conjunto de elementos de la superestructura imperante que bien pudieran dejarse intactos, o remozarlos en caso de estar resquebrajados. Se trata de elementos de la superestructura jurídica, en algunos aspectos de significación económica y social ―tanto en sus principios como en sus probabilidades de realización―, que favorecen al gran capital. Por ejemplo, la Constitución encierra aspectos que afianzan la centralización de los capitales, la inversión capitalista en el marco de la división internacional del trabajo (DIT), como hemos venido señalando. Asimismo, hay leyes como la de hidrocarburos que garantiza la desnacionalización de la industria petrolera. Para sólo citar aspectos notorios que nos hacen pensar que pudiesen encontrar una perspectiva de pervivencia, dado que se corresponden con demandas del capital para cualquier período o forma de dominación, de superarse el régimen chavista desde una perspectiva pro imperialista. Ello se articula con la defensa que se hace de la Constitución, elemento táctico de importancia para frenar las pretensiones centralizadoras en extremo de Chávez, pero que dejan la idea de que la Constitución sirve para la transición y más allá. Recordemos que ella estuvo consensuada por factores diversos pero todos comprometidos con la salvación del sistema en condiciones de peligro, pero, a su vez, de remozamiento a favor del gran capital y el imperialismo. En definitiva, en ese sentido, hay coincidencias estratégicas de varios partidos opositores con el chavismo.
Hemos dicho que pudiese crearse una nueva circunstancia revolucionaria, pues, en última instancia, aquello de que la estructura económica entra en conflicto con la superestructura ―de que el desarrollo de las fuerzas productivas encuentra un freno en el marco de las relaciones sociales de producción― en el caso venezolano adquiere una connotación concreta. La implantación, por un lado, de una superestructura que propende cada vez más a ser una imitación caricaturesca y perversa del socialismo encuentra tremendas contradicciones con una estructura económica claramente oligárquica. Por otra parte, las fuerzas productivas del país son de tal potencialidad que al verse frenadas ―tanto por las relaciones imperantes como por las demandas del capital financiero, principalmente del papel de Venezuela en la DIT― fuerzan más temprano que tarde a la situación revolucionaria. Esta circunstancia está presente si nos ubicamos en estas verdades generales del marxismo. Pero veamos algunas de las determinaciones señaladas anteriormente: la desindustrialización, la destrucción de fuerzas productivas, materiales y humanas, que se reflejan en los datos, en la realidad viva, en las perspectivas del aparato productivo, del empleo, entre otros aspectos, apuntan claramente en esta dirección. Si le unimos las debilidades superestructurales indicadas, el cuadro queda más completo. Por ello nos hemos detenido un poco para justificar esta complejidad del momento político y sus perspectivas.
De otro lado, en la circunstancia política actual, los sectores que representan los intereses oligárquicos no logran reunir las condiciones como para impulsar una política capaz de construir la victoria. Ésta es una de las determinaciones que conducen a que debamos sortear las limitaciones presentes en muchos partidos opositores, ya que se debaten entre el interés particular y la eficacia política de cara a políticas que bien pueden rendir mejores perspectivas para la derrota del régimen. Ello explica, por ejemplo, que centren su política en el parlamento y no en la lucha de calle. Igualmente esto crea limitaciones a la hora de formular programas de naturaleza progresista, pues pueden representar un peligro para los intereses del gran capital.
Sin embargo, dada la naturaleza del régimen, así como el serio daño que produce y ha producido a la perspectiva revolucionaria venezolana, la unidad con estos factores controvertibles resulta de imperiosa necesidad, apostando desde nuestra óptica por la creación de una circunstancia que permita un avance hacia una verdadera y profunda transformación de la sociedad venezolana. Además, la perspectiva de los partidos opositores apunta en la dirección de derrotar y superar el chavismo, independientemente de sus aspiraciones de clase. En última instancia, estas fuerzas representan reservas importantes contra el régimen. De nuestra parte, debemos no sólo contribuir al diseño de una política que apunte a la eficacia, sino también incidir en la conciencia de las masas, hasta despertar los deseos de un cambio real y así forjar una fuerza material concreta, que sirva de base objetiva para incidir en los factores indicados.
En este contexto, la política de unidad y alianzas presenta rasgos, algunos tenues, que pueden conducir a grandes diferencias. Por una parte, todos los factores de la oposición reivindican la unidad. Además, se establece desde diversos escenarios que es necesario trascender positivamente el nivel unitario que ha alcanzado la MUD, sin negar a ésta. Se han desarrollado dos líneas principales: la inspirada por los factores mayoritarios de la MUD que apuesta porque la AN sea el escenario principal de la lucha política y la de otros sectores que ubicamos la necesidad ―por las limitaciones que aquélla tiene― de jerarquizar otros espacios y formas de lucha, así como la vinculación que debe tener la acción parlamentaria con ellos, si en verdad se quiere contribuir con la configuración de una alternativa frente al chavismo.
Por su parte el gobierno también busca que esto sea así: frenar las luchas populares de calle. De allí que no es de extrañar que le brinde espacios a la oposición parlamentaria para que tenga algo de “protagonismo” en la AN. Es más, podemos afirmar que este escenario seguramente presentará espectáculos que acapararán la escena política. Sobre todo porque ―a partir de la Ley Habilitante y la modificación del reglamento de debates del parlamento― las cuestiones principales se ventilarán de una manera distinta a la prevista por la oposición.
Entonces, los escenarios creados nos indican la necesidad de trabajar por una unidad superior cuyo fundamento sean las luchas, la plataforma de luchas del pueblo venezolano, inscrita en una propuesta programática de democracia, desarrollo y bienestar.
En general, los factores políticos ―algunos de ellos en pleno proceso de redefiniciones en algunas materias― se inscriben en lo afirmado desde el comienzo: no se han configurado con claridad las tendencias en este terreno de la subjetividad. Por lo que no podemos ser definitorios en varios aspectos, siendo el de la unidad uno de ellos. Aunque sí debemos definir claramente que, en cualquier caso, urge prepararnos para afrontar las vicisitudes del proceso unitario apuntalando, de todas todas, la unidad con base en el programa mínimo y la plataforma de luchas populares. Asimismo, debemos adelantar una política que pueda prever lo más posible las tendencias y su realización. En materia unitaria ya existen alrededor de cinco escenarios y no podemos establecer de manera clara cómo se terminará configurando cada uno de ellos ni cuál se convertirá en el más importante, todo dependerá de las políticas que se definan en el seno de cada uno de ellos o en conjunto, así como de otras circunstancias que acá no podemos analizar.
Lo principal es conformar una fuerza social y política alternativa
Un aspecto cada vez más requerido en la situación política es la conformación de una fuerza social y política alternativa. En la actualidad hay más elementos que nos fuerzan a ratificar este objetivo: en primer lugar, para evitar el fracaso de las perspectivas posibles de cambio, se requiere de una fuerza material concreta; y, en segundo lugar, pero no menos importante, debemos impedir que el “cambio” signifique una continuidad en el sentido de dejar intacto lo fundamental del régimen, es decir, que se mantengan instituciones y leyes antipopulares y antinacionales. En esto el imperialismo sigue realizando experimentos, aprovechando los estallidos políticos sucedidos recientemente en Túnez y Egipto, donde se permiten cambios para que todo siga igual.
Aun cuando no podemos predecir los tiempos para el logro de una situación definitoria en la lucha contra el régimen, sí podemos adelantar que dicho desenlace tendrá un carácter más progresista si existe en la contienda un movimiento social y popular fuerte, enraizado en todas las luchas económicas, reivindicativas, sociales, democráticas, que seguramente se desarrollarán en nuestra geografía. Hablamos de una fuerza social y política alternativa, y la pensamos como un movimiento que puede tener una influencia decisoria en el rumbo de la circunstancia política y en el carácter de la transición. Esto necesariamente implica trabajar tesoneramente en la vinculación de las fuerzas de avanzada con las luchas por salario, por empleo, por contrato, por vivienda, por servicios, contra el alto costo de la vida, contra la corrupción y el despilfarro, etcétera; en lograr que dichas luchas se articulen mediante una plataforma común y una coordinación funcional. Debemos confiar en el pueblo y dejar a un lado cualquier sectarismo o visión excluyente que coarte las potencialidades de unidad real en las luchas concretas; los partidos pueden y deben jugar un papel de orientación y ayuda en la conducción de las luchas, pero no debemos detenernos si la conjugación de esfuerzos de da sobre otras bases donde los partidos jueguen un papel secundario.
Las luchas sociales requieren de articulación, direccionamiento y perfil político
Este es un requerimiento que tiene carácter de urgencia. Así lo confirma la dispersión en las acciones y protestas de diversos sectores de la sociedad venezolana, el debilitamiento y fraccionamiento de las organizaciones sindicales y gremiales, las múltiples formas de agrupación intergremial y de confluencia sindical y el carácter marcadamente local que adquieren las luchas. Al estar focalizadas, las luchas se debilitan y no tienen la capacidad de lograr conquistas de importancia. En todo caso, eso facilita que sean batidas al detal y que muchas de las acciones terminen en la frustración por las promesas incumplidas. Para lograr una fuerza política y social de cambio es necesario que el movimiento de masas cobre confianza en sus propias fuerzas, en su organización y disposición para el combate político y/o reivindicativo.
Esto no se limita a la creación de una organización que sea capaz de integrar a la totalidad de movimientos y agrupaciones de masas ―cuestión por demás difícil de lograr a plenitud―, sino que tiene que ver con la transformación de estas estructuras hoy carcomidas por el burocratismo y la rutina y que tienen poca eficacia como instrumentos de lucha. Como ocurre con centrales, federaciones y sindicatos nacionales, y también con gremios y federaciones estudiantiles y profesionales. A algunas hay que reanimarlas; otras simplemente hay que trabajar para crearlas, como es el caso del movimiento nacional por la vivienda, del movimiento estudiantil y también del movimiento universitario, para sólo mencionar algunos.
La creación de instancias de coordinación de las luchas y reclamos sería una medida del cumplimiento de esta tarea: unir las luchas para pelearlas juntos sería una figura indicativa del avance en esta búsqueda. El darle carácter político y nacional a los reclamos nos daría una medida del adelanto en la conciencia del movimiento. La creación y fortalecimiento de estructuras de base significarían un cambio sustancial del cuadro político actual, por lo menos introduciría un elemento de gran importancia en la capacidad de acción del movimiento popular. Sobre esto se tiene experiencia, pero ahora la labor es más amplia y ha de realizarse en momentos de mucha competencia, incluso dentro del mismo campo aliado, pues se atraviesa la lucha por la hegemonía, que equivocadamente algunas organizaciones interponen sin calibrar el daño que hacen al movimiento en su conjunto.
Lograr la articulación, direccionamiento y dar perfil político a las luchas sociales es vital para la suerte del movimiento, para que no se desvíe de sus verdaderos propósitos ni se cambie de rumbo a favor de quienes sólo quieren cambios cosméticos que no toquen lo sustancial del régimen existente. Y también tendrá un gran peso en que se plasme el compromiso con la unidad para las elecciones de 2012 y con su proyección hacia un pacto de gobernabilidad de mayor trascendencia.
Los tiempos en una circunstancia como la que vive Venezuela suelen ser variables. Como hemos tratado de demostrar en este material, las perspectivas del régimen chavista no son claras, salvo en cuanto a la posibilidad de aceleración intempestiva de la descomposición del bloque dominante. Debemos impulsar con todo ímpetu una coordinadora nacional de luchas, así como un frente social que aglutine a sectores diversos de la sociedad, en sus expresiones organizativas pero con un sentido de masas que trascienda la cuestión electoral. Que permita enfrentar la perspectiva de quienes oportunistamente sólo quieren hacerse del poder, y además pueda contribuir de mejor manera en la construcción de la victoria. No se trata de separar la cuestión electoral de las luchas de las masas. Al contrario, se trata de que la dinámica permita forzar a una mejor identificación con una perspectiva popular, así como la búsqueda de mejores condiciones para la difusión de un programa mínimo de contenido democrático, progresista y nacional, con mayor eficacia electoral.
Comité Central de Bandera Roja
Caracas, 12-13 de febrero de 2011
Desde la óptica de buena parte de los factores opositores, hay un conjunto de elementos de la superestructura imperante que bien pudieran dejarse intactos, o remozarlos en caso de estar resquebrajados. Se trata de elementos de la superestructura jurídica, en algunos aspectos de significación económica y social ―tanto en sus principios como en sus probabilidades de realización―, que favorecen al gran capital. Por ejemplo, la Constitución encierra aspectos que afianzan la centralización de los capitales, la inversión capitalista en el marco de la división internacional del trabajo (DIT), como hemos venido señalando. Asimismo, hay leyes como la de hidrocarburos que garantiza la desnacionalización de la industria petrolera. Para sólo citar aspectos notorios que nos hacen pensar que pudiesen encontrar una perspectiva de pervivencia, dado que se corresponden con demandas del capital para cualquier período o forma de dominación, de superarse el régimen chavista desde una perspectiva pro imperialista. Ello se articula con la defensa que se hace de la Constitución, elemento táctico de importancia para frenar las pretensiones centralizadoras en extremo de Chávez, pero que dejan la idea de que la Constitución sirve para la transición y más allá. Recordemos que ella estuvo consensuada por factores diversos pero todos comprometidos con la salvación del sistema en condiciones de peligro, pero, a su vez, de remozamiento a favor del gran capital y el imperialismo. En definitiva, en ese sentido, hay coincidencias estratégicas de varios partidos opositores con el chavismo.
Hemos dicho que pudiese crearse una nueva circunstancia revolucionaria, pues, en última instancia, aquello de que la estructura económica entra en conflicto con la superestructura ―de que el desarrollo de las fuerzas productivas encuentra un freno en el marco de las relaciones sociales de producción― en el caso venezolano adquiere una connotación concreta. La implantación, por un lado, de una superestructura que propende cada vez más a ser una imitación caricaturesca y perversa del socialismo encuentra tremendas contradicciones con una estructura económica claramente oligárquica. Por otra parte, las fuerzas productivas del país son de tal potencialidad que al verse frenadas ―tanto por las relaciones imperantes como por las demandas del capital financiero, principalmente del papel de Venezuela en la DIT― fuerzan más temprano que tarde a la situación revolucionaria. Esta circunstancia está presente si nos ubicamos en estas verdades generales del marxismo. Pero veamos algunas de las determinaciones señaladas anteriormente: la desindustrialización, la destrucción de fuerzas productivas, materiales y humanas, que se reflejan en los datos, en la realidad viva, en las perspectivas del aparato productivo, del empleo, entre otros aspectos, apuntan claramente en esta dirección. Si le unimos las debilidades superestructurales indicadas, el cuadro queda más completo. Por ello nos hemos detenido un poco para justificar esta complejidad del momento político y sus perspectivas.
De otro lado, en la circunstancia política actual, los sectores que representan los intereses oligárquicos no logran reunir las condiciones como para impulsar una política capaz de construir la victoria. Ésta es una de las determinaciones que conducen a que debamos sortear las limitaciones presentes en muchos partidos opositores, ya que se debaten entre el interés particular y la eficacia política de cara a políticas que bien pueden rendir mejores perspectivas para la derrota del régimen. Ello explica, por ejemplo, que centren su política en el parlamento y no en la lucha de calle. Igualmente esto crea limitaciones a la hora de formular programas de naturaleza progresista, pues pueden representar un peligro para los intereses del gran capital.
Sin embargo, dada la naturaleza del régimen, así como el serio daño que produce y ha producido a la perspectiva revolucionaria venezolana, la unidad con estos factores controvertibles resulta de imperiosa necesidad, apostando desde nuestra óptica por la creación de una circunstancia que permita un avance hacia una verdadera y profunda transformación de la sociedad venezolana. Además, la perspectiva de los partidos opositores apunta en la dirección de derrotar y superar el chavismo, independientemente de sus aspiraciones de clase. En última instancia, estas fuerzas representan reservas importantes contra el régimen. De nuestra parte, debemos no sólo contribuir al diseño de una política que apunte a la eficacia, sino también incidir en la conciencia de las masas, hasta despertar los deseos de un cambio real y así forjar una fuerza material concreta, que sirva de base objetiva para incidir en los factores indicados.
En este contexto, la política de unidad y alianzas presenta rasgos, algunos tenues, que pueden conducir a grandes diferencias. Por una parte, todos los factores de la oposición reivindican la unidad. Además, se establece desde diversos escenarios que es necesario trascender positivamente el nivel unitario que ha alcanzado la MUD, sin negar a ésta. Se han desarrollado dos líneas principales: la inspirada por los factores mayoritarios de la MUD que apuesta porque la AN sea el escenario principal de la lucha política y la de otros sectores que ubicamos la necesidad ―por las limitaciones que aquélla tiene― de jerarquizar otros espacios y formas de lucha, así como la vinculación que debe tener la acción parlamentaria con ellos, si en verdad se quiere contribuir con la configuración de una alternativa frente al chavismo.
Por su parte el gobierno también busca que esto sea así: frenar las luchas populares de calle. De allí que no es de extrañar que le brinde espacios a la oposición parlamentaria para que tenga algo de “protagonismo” en la AN. Es más, podemos afirmar que este escenario seguramente presentará espectáculos que acapararán la escena política. Sobre todo porque ―a partir de la Ley Habilitante y la modificación del reglamento de debates del parlamento― las cuestiones principales se ventilarán de una manera distinta a la prevista por la oposición.
Entonces, los escenarios creados nos indican la necesidad de trabajar por una unidad superior cuyo fundamento sean las luchas, la plataforma de luchas del pueblo venezolano, inscrita en una propuesta programática de democracia, desarrollo y bienestar.
En general, los factores políticos ―algunos de ellos en pleno proceso de redefiniciones en algunas materias― se inscriben en lo afirmado desde el comienzo: no se han configurado con claridad las tendencias en este terreno de la subjetividad. Por lo que no podemos ser definitorios en varios aspectos, siendo el de la unidad uno de ellos. Aunque sí debemos definir claramente que, en cualquier caso, urge prepararnos para afrontar las vicisitudes del proceso unitario apuntalando, de todas todas, la unidad con base en el programa mínimo y la plataforma de luchas populares. Asimismo, debemos adelantar una política que pueda prever lo más posible las tendencias y su realización. En materia unitaria ya existen alrededor de cinco escenarios y no podemos establecer de manera clara cómo se terminará configurando cada uno de ellos ni cuál se convertirá en el más importante, todo dependerá de las políticas que se definan en el seno de cada uno de ellos o en conjunto, así como de otras circunstancias que acá no podemos analizar.
Lo principal es conformar una fuerza social y política alternativa
Un aspecto cada vez más requerido en la situación política es la conformación de una fuerza social y política alternativa. En la actualidad hay más elementos que nos fuerzan a ratificar este objetivo: en primer lugar, para evitar el fracaso de las perspectivas posibles de cambio, se requiere de una fuerza material concreta; y, en segundo lugar, pero no menos importante, debemos impedir que el “cambio” signifique una continuidad en el sentido de dejar intacto lo fundamental del régimen, es decir, que se mantengan instituciones y leyes antipopulares y antinacionales. En esto el imperialismo sigue realizando experimentos, aprovechando los estallidos políticos sucedidos recientemente en Túnez y Egipto, donde se permiten cambios para que todo siga igual.
Aun cuando no podemos predecir los tiempos para el logro de una situación definitoria en la lucha contra el régimen, sí podemos adelantar que dicho desenlace tendrá un carácter más progresista si existe en la contienda un movimiento social y popular fuerte, enraizado en todas las luchas económicas, reivindicativas, sociales, democráticas, que seguramente se desarrollarán en nuestra geografía. Hablamos de una fuerza social y política alternativa, y la pensamos como un movimiento que puede tener una influencia decisoria en el rumbo de la circunstancia política y en el carácter de la transición. Esto necesariamente implica trabajar tesoneramente en la vinculación de las fuerzas de avanzada con las luchas por salario, por empleo, por contrato, por vivienda, por servicios, contra el alto costo de la vida, contra la corrupción y el despilfarro, etcétera; en lograr que dichas luchas se articulen mediante una plataforma común y una coordinación funcional. Debemos confiar en el pueblo y dejar a un lado cualquier sectarismo o visión excluyente que coarte las potencialidades de unidad real en las luchas concretas; los partidos pueden y deben jugar un papel de orientación y ayuda en la conducción de las luchas, pero no debemos detenernos si la conjugación de esfuerzos de da sobre otras bases donde los partidos jueguen un papel secundario.
Las luchas sociales requieren de articulación, direccionamiento y perfil político
Este es un requerimiento que tiene carácter de urgencia. Así lo confirma la dispersión en las acciones y protestas de diversos sectores de la sociedad venezolana, el debilitamiento y fraccionamiento de las organizaciones sindicales y gremiales, las múltiples formas de agrupación intergremial y de confluencia sindical y el carácter marcadamente local que adquieren las luchas. Al estar focalizadas, las luchas se debilitan y no tienen la capacidad de lograr conquistas de importancia. En todo caso, eso facilita que sean batidas al detal y que muchas de las acciones terminen en la frustración por las promesas incumplidas. Para lograr una fuerza política y social de cambio es necesario que el movimiento de masas cobre confianza en sus propias fuerzas, en su organización y disposición para el combate político y/o reivindicativo.
Esto no se limita a la creación de una organización que sea capaz de integrar a la totalidad de movimientos y agrupaciones de masas ―cuestión por demás difícil de lograr a plenitud―, sino que tiene que ver con la transformación de estas estructuras hoy carcomidas por el burocratismo y la rutina y que tienen poca eficacia como instrumentos de lucha. Como ocurre con centrales, federaciones y sindicatos nacionales, y también con gremios y federaciones estudiantiles y profesionales. A algunas hay que reanimarlas; otras simplemente hay que trabajar para crearlas, como es el caso del movimiento nacional por la vivienda, del movimiento estudiantil y también del movimiento universitario, para sólo mencionar algunos.
La creación de instancias de coordinación de las luchas y reclamos sería una medida del cumplimiento de esta tarea: unir las luchas para pelearlas juntos sería una figura indicativa del avance en esta búsqueda. El darle carácter político y nacional a los reclamos nos daría una medida del adelanto en la conciencia del movimiento. La creación y fortalecimiento de estructuras de base significarían un cambio sustancial del cuadro político actual, por lo menos introduciría un elemento de gran importancia en la capacidad de acción del movimiento popular. Sobre esto se tiene experiencia, pero ahora la labor es más amplia y ha de realizarse en momentos de mucha competencia, incluso dentro del mismo campo aliado, pues se atraviesa la lucha por la hegemonía, que equivocadamente algunas organizaciones interponen sin calibrar el daño que hacen al movimiento en su conjunto.
Lograr la articulación, direccionamiento y dar perfil político a las luchas sociales es vital para la suerte del movimiento, para que no se desvíe de sus verdaderos propósitos ni se cambie de rumbo a favor de quienes sólo quieren cambios cosméticos que no toquen lo sustancial del régimen existente. Y también tendrá un gran peso en que se plasme el compromiso con la unidad para las elecciones de 2012 y con su proyección hacia un pacto de gobernabilidad de mayor trascendencia.
Los tiempos en una circunstancia como la que vive Venezuela suelen ser variables. Como hemos tratado de demostrar en este material, las perspectivas del régimen chavista no son claras, salvo en cuanto a la posibilidad de aceleración intempestiva de la descomposición del bloque dominante. Debemos impulsar con todo ímpetu una coordinadora nacional de luchas, así como un frente social que aglutine a sectores diversos de la sociedad, en sus expresiones organizativas pero con un sentido de masas que trascienda la cuestión electoral. Que permita enfrentar la perspectiva de quienes oportunistamente sólo quieren hacerse del poder, y además pueda contribuir de mejor manera en la construcción de la victoria. No se trata de separar la cuestión electoral de las luchas de las masas. Al contrario, se trata de que la dinámica permita forzar a una mejor identificación con una perspectiva popular, así como la búsqueda de mejores condiciones para la difusión de un programa mínimo de contenido democrático, progresista y nacional, con mayor eficacia electoral.
Comité Central de Bandera Roja
Caracas, 12-13 de febrero de 2011
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