Este asunto resulta siempre polémico. En cualquier circunstancia está presente el debate. A momentos se desarrolla de manera natural, pues las expresiones políticas de las clases y sectores de clases tienden a acercarse entre sí, guiadas por intereses compartidos. Pero, cuando de hacer política se trata, las cosas tienden a hacerse más complejas.
Las expresiones políticas de las distintas clases son diversas, y muchas veces no son lo que dicen ser. Mucho más cuando, en este largo período, el chavismo se ha presentado como socialista y ha arrastrado tras sí a buena parte de la izquierda y de los sectores populares, bajo la farsa puesta en escena.
El revisionismo ―categoría que parece haber sido dejada a un lado por gente que se declara marxista leninista― cuenta entre sus condiciones fundamentales con la fraseología usada como estandarte. Una fraseología que llegó a ser descollante durante años les permitió afianzar su proyecto. Mucha gente se sintió ilusionada y se despertó un compromiso con el proceso, aunque no se veía realización socialista alguna.
El leninismo cuenta entre sus principios con el combate al revisionismo, entendido como la mejor expresión de la ideología burguesa entre los trabajadores, como socialismo de palabra, y sólo de palabra. Pero, en este caso, en el poder. Su base social sin duda es el lumpen.
Este asunto no fue apreciado sino hasta ahora por diversos sectores que comulgaron con el régimen, confiados en la palabra del líder. Pero ya las cosas están evidenciadas con claridad. Hasta llegar a un arrebatón muy propio y común en el sector social que le venía sirviendo de base social al régimen, contra los ciudadanos desprevenidos.
El liberalismo arrancó con el Chile de Pinochet. Para imponerlo, era necesario un baño de sangre. Le siguieron los gorilas argentinos. En Venezuela se vive en dos momentos. Se inicia con Carlos Andrés Pérez. 1989 es el año emblemático. El 27 de febrero. Pero la tarea alcanza una mejor expresión en 1999 con la eliminación del doble tributo, la ley de promoción y protección de inversiones extranjeras y los artículos 301, 311 y 312 de la Constitución. La guinda, ya más reciente, la representan la ley antibloqueo y las sucesivas leyes de zonas económicas especiales. La destrucción de la economía y el orden liberal van parejos a la nueva dependencia de China y Rusia. Esto es, a la dependencia de una potencia mundial revisionista. Asimismo, la incorporación de Venezuela a Mercosur, sin dudas, es una realización práctica de un sentido liberal que minó buena parte de la economía.
Cuestiones que hoy día permiten ser apreciadas de mejor manera. Con un sentido relativamente riguroso, supondría una reflexión crítica acerca de los apoyos que recibe el chavismo en su oportunidad. Lo que, a su vez, permite comprender los alcances que debe tener la unidad en estos tiempos.
La unidad como principio y sus limitaciones
A momentos, la unidad ―como un principio de los comunistas y revolucionarios― ha sido obviada a la hora de realizar la política de alianzas por muchos de quienes se inscriben en esa corriente. Cuestión que se expresa en las actitudes contrarias al interés colectivo, y que explica el sectarismo, las posiciones excluyentes y la cortedad de miras. En algunos casos y no pocas veces, en articulación con los aspectos anteriores, se confunden cuestiones tácticas con estratégicas. Unas veces como resultado del desconocimiento y otras por incomprensión de la naturaleza de clase de la dictadura y de sus rasgos fascistas. Tampoco ubican que el desarrollo de la política de unidad está sujeto a cuestiones concretas.
Todas las conductas son guiadas por una ética concreta. Desde quienes la asumen en términos positivos y universales, hasta quienes la asumimos como el conjunto de principios que determinan el comportamiento de un individuo o colectivo. La ética no necesariamente es positiva. Las hay crematísticas. También está aquella que coloca los intereses superiores por encima de todo para alcanzar un objetivo histórico como es el caso que nos ocupa. Salir de la dictadura motiva, debería hacerlo, la más amplia unidad. Alcanzado ese objetivo las nuevas circunstancias nos conducirán a nuevas políticas que suponen nuevas orientaciones en la materia en cuestión.
La circunstancia venezolana fuerza a un comportamiento ético, desde esta perspectiva, en grado sumo. Similar al que guio a Lenin a negociar un tren para llegar Petrogrado en 1917, o el de los bolcheviques en el tratado de Brest-Litovsk. Son muchos los ejemplos en los cuales se dirimen las decisiones políticas con base en ese principio general de colocar un interés supremo por encima de cuestiones que en determinadas circunstancias resultan subalternas.
Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista, llamaban a algo similar cuando afirman que: “... fácil es comprender la relación que guardan los comunistas con los demás partidos obreros ya existentes, con los cartistas ingleses y con los reformadores agrarios de Norteamérica. /Los comunistas, aunque luchando siempre por alcanzar los objetivos inmediatos y defender los intereses cotidianos de la clase obrera, representan a la par, dentro del movimiento actual, su porvenir”.
Más adelante complementan, cuando señalan: “Resumiendo: los comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante”.
Con la llegada e imposición del fascismo en la tercera década del siglo XX, este principio que guía la política de unidad y alianzas de los comunistas se amplía aún más. La III Internacional orienta la más amplia unidad para enfrentar al fascismo. Lo que condujo al triunfo del Frente Popular en España en febrero de 1936 y, un poco más adelante en Francia, en mayo del mismo año.
Las limitaciones y frenos para que se alcance la unidad en diversos sectores están presentes de manera generalizada. Algunas de ellas son el resultado del sectarismo propio de quienes suponen su postura bajo consideraciones “clasistas”. No ubican que la unidad se da como resultado del proceso dialéctico de la lucha política. En las circunstancias creadas a partir del arrebatón del 28 de julio, independientemente de la voluntad, hay coincidencias con sectores que desde el chavismo llaman “de derecha”, como estigma que les permite crear un chantaje y evitar la unidad con partidos burgueses que, haciéndole oposición a la dictadura, tienen el objetivo de restaurar la dependencia de EE.UU. Es un asunto complejo que debe ser atendido con madurez, jerarquizando por encima de todo la lucha contra la dictadura cuyos rasgos fascistas son cada vez más claros.
El imperialismo, por otra parte, ha cambiado. Tampoco estos asuntos son vistos con la rigurosidad que ameritan. Desde el punto de vista del marxismo ―más específicamente, del leninismo―, por aquello del desarrollo desigual, China ha conquistado la hegemonía como potencia imperialista. El régimen ha hecho depender a Venezuela del bloque que lideran los chinos. Está en franca contradicción con los estadounidenses y europeos. Contradicción que debemos saber aprovechar, no olvidando que no hay imperialismo “menos malo”, ni mucho menos “bueno”. A todos los guían las mismas leyes y principios que les permiten elevadas cuotas de ganancia y el saqueo de las riquezas de los países que caen bajo su égida.
La unidad y las izquierdas
Hay sectores que se asumen de izquierda, y hasta revolucionarios, que parten de una perspectiva ética alejada en esencia del sentido colectivo. Más aún, distante de una óptica dialéctica. Salir de la dictadura es una necesidad histórica que puede conducir a una situación que puede abrir camino a un estado más elevado de la lucha de clases: acercarnos a las aspiraciones históricas del pueblo venezolano y superar las relaciones sociales de producción imperantes. Esto es, puede marcar una perspectiva radical hacia una nueva democracia.
Por lo pronto, dado que no existe autoridad individual ni colectiva capaz de generar confianza, se debe labrar la unidad con base en el objetivo principal del momento político: desplazar la dictadura. Por lo que se debe apelar a la persuasión y el debate para alcanzar la unidad necesaria. Un programa político elemental es el otro complemento.
El momento nos obliga a analizar las experiencias históricas mundiales y venezolanas, de las cuales bien se pueden sacar conclusiones que sirvan para el desarrollo y realización de la política de unidad que exige el momento.
La unidad para salir de la dictadura no supone que los diversos factores de la oposición abandonen o cancelen sus proyectos a futuro. Por el contrario, cobran vigencia en su propagación. Aunque se prioriza ―dadas las circunstancias, para efectos de alcanzar el objetivo del momento― el programa que une a las grandes mayorías y a los factores políticos interesados en salir de la dictadura.
Desde las perspectivas de los comunistas, el objetivo estratégico en esta etapa no puede ser otro que la salida de la dictadura, lo que brindará un nuevo momento para avanzar hacia la transformación revolucionaria de la sociedad. La superación de la dictadura no debería conducir a afianzar las características principales del orden actualmente imperante. Por el contrario, apostamos ―y nuestro esfuerzo va en esa dirección― a la posibilidad de que se cree una circunstancia que permita hacer bueno el principio de empujar por un proceso ininterrumpido hacia la revolución social. Pero el interés de los partidos burgueses será antagónico a esta perspectiva, ya que buscarán preservar el orden imperante.
Los niveles de la unidad
En función de lo antes dicho, la unidad debe adelantarse en dos planos, cada uno de ellos sustentados en sendos programas. La unidad de los sectores avanzados, revolucionarios y progresistas o de izquierda, sustentada en un programa de reconstrucción de carácter nacional y popular. Y la unidad ―mucho más amplia aún― entre los sectores antes indicados con los partidos y sectores burgueses que buscan la salida de la dictadura, basada en un programa elemental: por la libertad de los presos políticos, contra la represión, regreso de los exiliados, la defensa de las libertades democráticas y elecciones libres.
Esas son tareas impostergables.
Carlos Hermoso
Caracas, 10 de septiembre de 2024